Thursday, December 17, 2015

Ahora cada tarde vuelvo a los columpios, pero hoy ha sido diferente. Uno de mis peques estaba columpiándose, pidiéndome que le empujara más y más alto, hasta el cielo y más allá. Riéndose. Parando el tiempo con cada carcajada. Y he retrocedido 17 años en el tiempo. Me he visto ahí, en los mismos columpios. Yo en el de la derecha, y mi mejor amiga en el de la izquierda. Las dos columpiándonos con todas nuestras fuerzas. Sentía siempre que con los pies tocaba el cielo de verdad. Cuando sólo veía azul encima mío y mis pies daban patadas como si no hubiera un mañana. Dios, podíamos pasarnos horas así. Columpiándonos, riéndonos, y cantando a pleno pulmón. Me acuerdo de que las canciones que solíamos cantar eran la de "No puedo estar sin él..." de Camela, y una super vieja de Raúl. Que fuerte. Ahora lo pienso y entiendo tantas cosas de mí y de mi vida. Éramos tan libres, tan salvajes, tan locas. Y cuando nos aburríamos de cantar, cuando ya no nos quedaban fuerzas ni aire en los pulmones, saltábamos cuando el columpio estaba en su punto álgido, y caíamos al corcho, algunas veces mal, otras peor, y luego seguíamos jugando a lo que fuera que jugáramos, o contándonos secretos que nunca eran secretos, o entrando por el agujero de la valla a la campa de atrás a correr y coger abuelitos y dar vueltas y pedir deseos. Y al recordarlo, se me han llenado los ojos de sonrisas congeladas en el tiempo, de momentos que no podré olvidar en un millón de años, de momentos que llevo conmigo colgados de un guardapelo lleno de dientes de león, de azúcar y golpes al balón. Ahora que por fuera no soy una niña, miro a mis pequeños y sonrío mientras me digo a mí misma: yo también hacía eso. Pero hay cosas que hicimos que ahora ya no se hacen ni se harán más, y sólo puedo sentir una profunda nostalgia al darme cuenta de que el mundo cambia a una velocidad tal que unos pocos años pueden convertirse en una jodida eternidad. Pero al menos en mi memoria todo aquello está a salvo todavía. Al menos en mi memoria nosotras no teníamos nada por lo que pelearnos, porque no teníamos nada: sólo un mundo lleno de posibilidades, un bote de tomate viejo, y un balón. Y, por supuesto, la mano de la otra cuando una de las dos se caía. Con eso bastaba. O a mí me bastó.


Friday, December 4, 2015

No me gusta cuando hace frío y no siento los dedos de los pies. No me gusta cuando me sale vaho por la boca. No me gusta cuando el suelo está nevado o congelado y me patino todo el rato. No me gusta el frío. No, no me gusta el frío. No me gusta cuando no quedan cereales. Cuando abro el armario y siento que el mundo se me cae un poco encima. No me gusta cuando no queda chocolate. Cuando parece que el universo se está poniendo en mi contra. No me gusta cuando estoy mojando la galleta y se rompe justo por la mitad. No me gusta cuando acabo el bol del desayuno y tengo que empezar a enfrentarme al día. No me gustan los lunes. Los martes tampoco. No me gustan las casas sin alfombras, los tejados sin azotea, las farolas sin parpadeo. No me gusta el café ni el olor a café ni la cara que pone la gente cuando les digo que no me gusta el café. Como si fuera marciana o algo. No me gusta el olor de los autobuses, ni el de los ambientadores, ni el de las tiendas de perfumes. No me gustan las películas de miedo, ni cuando el cine es tan caro que no me llega para las palomitas. No me gustan las colas, los cúmulos de gente, los metros. No me gusta cuando tengo papel en blanco pero no llevo bolígrafo. No me gusta hablar por teléfono, sobre todo con gente que no conozco. No me gusta planchar, ni hacer la escalera porque los vecinos no se ponen de acuerdo para contratar a alguien que la haga. No me gusta salir de la ducha y que el baño esté congelado, ni que haga tanto calor que a las 12 de la noche todavía quieras arrancarte la piel del agobio que tienes. No me gustan los bares llenos de gente donde no se puede bailar, ni la gente que me mira raro cuando bailo por la calle. No me gustan los mapas, me cuesta entenderlos y luego además nunca sé doblarlos. No me gustan las bolsas de plástico de los supermercados porque siempre se me amontona la compra mientras intento abrirlas y nunca lo consigo a tiempo. No me gusta casi ninguna canción de la radio, y tampoco esas que cuando oyes dos veces ya te has aburrido. No me gustan las distancias, ni los silencios demasiado largos. No me gusta mandar cartas que Correos hace que no lleguen. No me gusta tener a la gente que quiero a no sé cuántos códigos postales. No me gusta echar de menos. No me gusta sentir algo en la mitad del pecho y no poder decirlo. No me gusta que alguien entre en mi cabeza y me revuelva todo mi desastre. No me gusta no saber por dónde cogerme. No me gusta sentir que me pongo del revés. No me gustan los nudos en la garganta ni en la boca del estómago. No me gustan los nervios, las manos sudadas, las piernas temblando. No me gustan los minutos, las horas, los días que espero. Y no me gusta esto. Cuando tú no estás.


Thursday, December 3, 2015

I'm in love with the wild side, with summer storms, with cinnamon cookies and vanilla ice-creams, with the crazy laughter after 2am, the night sky, the shooting stars. I'm in love with the moonlight, with freckle-faced guys, with girls with dark long hair that reaches their waist with tattooed people. I'm in love with his right dimple, his black hair and all of his caps. I'm in love with loud nostalgic songs that break my heart, with her voice and her lips hidden inside that old record player. I'm in love with the rain, and the sea, and the cliffs. I'm in love with cars that remind me of our wildest nights. I'm in love with my cereals, with chocolate, nougat candy and cheese cakes. I'm in love with sugar, and with the people that fills your life with it. I'm in love with books, with the smell of ink, with the typewriters, with verses that make me wanna cry and laugh both at the same time.

I'm in love with you, beautiful stranger. With your crooked smile and the way you walk and the way you talk and the way you breathe. I'm in love with you, little stranger. Because you're in the world and you're smiling and you're talking nonsense and you're free and insane and you don't even seem to care if the hurricane is coming. And, fuck, hurricanes have always been my weakness.