Tuesday, May 31, 2016

- Si vas a disparar asegúrate de matarme, no me gustaría que me quedaran secuelas insalvables y terminar babeando en una silla el resto de mi vida.
- ¿Y si no disparo?
- Si no disparas tú, lo tendré que hacer yo.
- No podrías hacerlo.
- No tengo muchas opciones, verás.
- Sí, podrías no hacerlo.
- Pero si no lo hago me liquidan.
- Y si lo haces puede que también.
- Lo sé. Pero al menos no habré faltado a mi palabra.
- ¿A caso importa eso a estas alturas? Vamos a acabar muertos hagamos lo que hagamos. O por los nuestros, o por el enemigo.
- Lo sé. Pero en eso que dices está la diferencia.
- ¿Qué diferencia?
- No quiero que me maten los míos. No quiero que lo último que vean mis ojos sea la decepción reflejada en sus caras.
- Claro, prefieres ver el odio y el placer del enemigo. Las ganas de verte sufrir, de hacerte morir como una sucia rata.
- Sí, lo prefiero. Hay cosas que distinguen a un hombre, que lo hacen ser quien es. Yo no soy un traidor, no soy un vendido.
- Sí, eso puedo entenderlo. Yo, sin embargo, prefiero morir a manos de aquel a quien he fallado, porque sé que una parte de él lamentará mi muerte. El enemigo no tiene piedad, ni compasión. Y a veces, ni siquiera tiene puntería.
- Sí, en eso tienes algo de razón.
Sonrieron. Era curioso, estaban en medio de una calle sin dirección, en una ciudad que nadie conocía, a una hora en la que nadie iba a encontrarse con ellos. Se miraron y sintieron que todo aquello era demasiado complicado. Ninguno de los dos bajaba el arma, pero tampoco parecía que fuera a dispararla. Entonces Dan habló:
- No quiero hacerlo. No quiero matarte.
Curtis le miró como quien mira algo que no ha visto nunca, con asombro, curiosidad y expectación.
- ¿Cómo que no quieres matarme?
- No. No quiero matarte.
- Joder, ¿y por qué no?
- No lo sé. Sólo siento que no puedo hacerlo.
- Entonces te tengo que matar yo.
- Sí, deberías hacerlo.
Mantuvo el arma fuertemente agarrada entre las manos y permaneció así unos treinta segundos. Notaba los latidos de su corazón en el cuello, y la respiración se le estaba acelerando. Cuando apretara el gatillo él estaría muerto. A esa distancia jamás había fallado un disparo. Y sabía que esta vez no sería distinto.
- ¿A qué coño estás esperando? Hazlo ya, joder.
Pero no lo hizo. Bajó el arma y le miró fijamente a los ojos.
- ¿Qué coño nos ha pasado?
- No lo sé.
- ¿Nos hemos hecho viejos?
- No, no creo que sea eso.
-¿Entonces?
Se quedó callado. Miró al cielo. La luna estaba preciosa. Era una noche fría, una noche de esas en las que cuesta respirar. Pero no tenía frío, se sentía bien. Se sentía extrañamente bien.
- Quizá nos hayamos dado cuenta de que nada de esto tiene sentido.
- Sí, puede que sea eso. De todos modos, estamos perdidos. Cuando salga el sol no habrá escapatoria.
- Lo sé.
- ¿Qué vas a hacer?
- Me iré a dormir.
- Bien. Es una buena idea.
Cada uno se fue hacia una dirección. No tenían rumbo, ni siquiera sabían dónde coño pasarían la noche. Dan guardó la pistola y se metió las manos en los bolsillos. Empezó a silbar una canción. Curtis llevaba la pistola en la mano derecha, y miraba al cielo y pensaba en las noches de verano en las que se tumbaba en los campos de trigo con su amigo John para ver cómo cambiaban de forma las nubes. De repente, Dan se paró, dio media vuelta y gritó:
- Oye, ¿te apetece tomar una cerveza?
Curtis paró, y también se dio la vuelta. Miró a Dan como si no fuera real. Tenía que estar loco, pero a él, en realidad, los locos nunca le habían molestado, y sí que le apetecía tomar una cerveza.
- Sí claro, ¿por qué no?
Los dos empezaron a andar hacia un bar de carretera que todos los proscritos, alcohólicos, delincuentes, vagabundos y prostitutas de la zona conocían bien. Casi cada noche se formaba alguna, y no era un lugar demasiado acogedor, pero la cerveza era buena, y a esas horas no habría apenas nadie, y tampoco tenían más opción. Caminaron en silencio durante un rato. Entonces Curtis habló:
- Oye, ¿la canción que estabas silbando era "I left my heart in San Francisco"?
- Sí.
- ¿Te gusta Frank?
- La pregunta correcta es, ¿a quién no le gusta Frank?
- Chico, tienes mucha razón. Pero una vez conocí a un acaudalado al que no le gustaba. Se ponía nervioso cada vez que oía su voz. Imagino que te hubiera gustado matarle.
- Desde luego que sí. Siempre es más fácil matar a tipos estúpidos. ¿Fue una de tus víctimas?
- Sí, de las primeras. Estaba empezando y fue pan comido...

Empezó a contarle cómo fue aquel trabajo. Para entonces ya habían llegado al bar y estaban sentados en una mesa vieja y sucia, en una zona oscura donde nadie les podía molestar. Cada uno tenía una cerveza en la mano. Serían alrededor de las tres de la madrugada. El amanecer estaba previsto para las 6.15. Eso quería decir que todavía les quedaban tres horas por delante. Cualquiera diría que tres horas no eran nada, pero nunca hay que subestimar el poder de algunos momentos. A veces, incluso unos segundos pueden valer para cambiarlo todo. Como esos treinta por ejemplo. O los 1.080 que vendrían después.





Sunday, May 29, 2016

Te veo en medio del caos
y mis átomos tiemblan.
No hay paz para los corazones rotos.

Dijimos eso de nos la jugamos a piedra, papel o tijera,
y acabamos cortándonos todos los tendones.
Ahora ya no salimos a volar.

Salió a buscarla
y se encontró con los escombros.
Esnifó todas las huellas que fue dejando
pero no consiguió encontrarla
en ninguno de aquellos otros cuerpos
de tallas 95B
y pieles de cristal.

Hay cosas que no se pueden tocar,
magias escondidas debajo de una maraña de pelo sin peinar.
Cosas como todo eso que no sabes decir
y se te anuda en el pecho
creando explosivos en cuenta atrás
capaces de mancharlo todo
de vacíos.

Hace tiempo que dejé de recoger margaritas,
pero en mi cabeza
soy la misma niña que sopla
dientes de león
y lo pinta todo de azul
cuando el viento está en su contra
y la vida sabe rara.

Hay momentos en los que algo hace crack,
en los que un millón de silencios
se hacen bola
y no dejan pasar la luz,
en los que el terremoto
se siente
justo debajo del ombligo,
en los que las miradas
a otros ojos
matan más que un millón de balas.

Lo sé.
Yo estuve ahí.


No me mires si no vas a besarme.











Friday, May 27, 2016

- es la clase de chica que no se conforma, ¿entiendes? la clase de chica que siempre quiere más. no te hablo de cosas materiales, no, ese no es su estilo. te hablo de todo eso que no se puede tocar pero se siente. es, no sé cómo decirlo, es diferente al resto.
- ¿y te gusta?
- joder, claro que me gusta. es como, es como no sé.. como si al mirarla empezara a sonar mi canción favorita ¿no? no sé si me entiendes..
- no muy bien, pero supongo que eso es bueno, ¿no?
- es una putada. ¿nunca te ha pasado? que miras a alguien y no sé, el mundo ya no está, simplemente deja de existir.. sé que suena raro, pero cuando la miro se me ponen los pelos de punta, y tiemblo como por dentro. por fuera no se me nota, o al menos eso espero.. pero por dentro todo se me pone del revés.. y entonces empieza a sonar la canción... y me doy cuenta.
- ¿de qué?
- de que está hecha de música.
- eso es muy guay, deberías decírselo.
- ¿pero cómo se lo voy a decir?
- pues del mismo modo que me lo estás diciendo a mí.
- ya pero tú eres mi amiga, ella.. ella... ella es ella.
- lo sé. pero si no se lo dices antes de que te des cuenta ya será demasiado tarde.
- es la chica más bonita que he visto en mi vida, y cuando estoy cerca de ella se me enreda la lengua y no sé hablar, y si hablo sólo es para decir tonterías..
- tú dices tonterías todo el tiempo. así que eso no cuenta. tienes que decírselo.
- en cuanto me mire a los ojos me voy a morir.
- ¿ y si la ves con otra? ¿entonces no te morirías?
- bueno, al menos ella no sabría que me gusta.
- ya, no sabría eso, ni sabría nada más. ¿y que pasa si te conoce y le gustas? ¿prefieres quedarte sin saberlo?
- no... sólo que no quiero pasar por todo eso, duele demasiado. las chicas como yo no tenemos nada que hacer con chicas como ella. eso es así.
- cualquiera daría lo que fuera por estar con alguien como tú, so idiota.
- ella no.
- ¿y eso como lo sabes?
- porque cuando me mira, no me ve.
- eres tonta. no tengo nada más que decirte. te vas a poner un vestido, y hoy cuando la veas en el bar vas a ir a hablar con ella como si nada. no te pido más. sólo habla con ella, ¿vale? ponte el vestido verde, ese que tienes largo, y quítate la gorra, por dios.
- vale, intentaré hablar con ella. pero no me voy a poner el vestido.
- ¿por qué no?
- porque no le gustan.
- ¿cómo lo sabes?
- simplemente lo sé.

llevaba semanas observándola, mirándola cuando sabía que ella no podía verla. era el animal más bonito del mundo y ni siquiera lo sabía. eso la hacía aún más especial. temblaba cada vez que ella pasaba cerca y nunca era capaz de aguantarle la mirada. y aunque en su vida habían hablado cuatro veces contadas, y conocerla, no la conocía de nada, si algo tenía claro después de todo aquello era que no le gustaban los vestidos. quizá no era mucho, pero era algo. algo, que como todo lo demás, sólo hacía que tuviera ganas de pasarse una noche entera hablando con ella y no parar. pero eso, como otras tantas cosas que ya se había imaginado, no pasaría nunca.


Sunday, May 22, 2016

Hay días que son como un tazón de cola-cao que no se acaba nunca. Como un remolino de lluvia que hace que el aire huela a ozono, a días de charcos y catiuscas de colores. Días como océanos de color verde  infinitos, días como domingos por la tarde en los que vuelven a echar tu peli favorita, y te metes debajo de la manta mientras comes cereales y todo sabe entonces a chocolate con almendras. Días en los que no importa lo mal que te salgan las cosas, o que estés más torpe de lo normal, o que te confundas de palabras, o que se te olviden las llaves, porque por alguna extraña razón todo suena a Sara y el resto del mundo y tu desastre dejan de importar de golpe. Días como aquel verano, en el que pasábamos las noches mirando estrellas, hablando de todo y de nada, riendo y escondiéndonos para que no nos vieran besarnos cuando el reloj pasaba de las tres de la mañana. Días así, con Space Bound de fondo, y sus ojos verdes, y su hoyuelo derecho, y esa forma que teníamos de hacer que los minutos contaran el doble, como cuando un equipo en Champions marca un gol fuera de casa. No puedo decirte por qué, y tampoco quiero averiguarlo, pero sí, hay días que saben a chicles de fresa, a gominolas de las que nos hartábamos cuando éramos pequeños, a chocolate caliente un día de invierno, a pan recién hecho, a sonrisas de nata. Días que son tan bonitos que no sabes dónde meterlos, días en los que ni mil fotos ni un millón de palabras podrían captar la ternura que emanan. Días de azúcar, de miel, de leche condensada. Días que son como cuando en el bar ponen tu canción favorita y no puedes dejar de bailar. O como cuando miras a esos ojos y te tiemblan las manos y te vuelves idiota. y se te nota en la cara. O días como ella, cuando sonríe y destroza el tedio, el sopor, la rutina. Cuando lo llena todo de mariposas y forma un vendaval de flores silvestres que se me enredan en los ojos haciéndolos brillar. Días que nunca habría imaginado que pasarían, pero que curiosamente pasan y te hacen cosquillas en la espina dorsal. Días como cuando salías del cole y tenías pan con chocolate para merendar. Sí, días azules, días de espuma, días de magia.




Thursday, May 12, 2016

Fue el baile de las peonzas, la vida dando vueltas en medio de la tormenta, sin miedo a ser arrasada, esbozando un "que se jodan los gigantes, aún tengo la lanza", y toda la mierda que cabe en unos ojos color ceniza. No puedo limpiar todas las gotas de sangre que cayeron al suelo, pero sí puedo intentar bailar descalza encima de los escombros de esa vida que no quise. La libertad sabe a todo eso que no se puede escribir, a todo eso que no cabe en ninguna de esas pantallas. Muérdeme el alma y luego vete, oxigena el fuego con un hasta luego de esos que suenan a olvidarse. No soy la que plantó las rosas, pero me clavé todas las espinas una a una hasta agotarme. Hoy el mundo es diferente sólo porque tu nombre ya no sigue siendo impronunciable. Y que raro suena todo con esa música de fondo.

Fue el baile de las peonzas. La vida tiritando y a punto de explotar. Un cuerpo lleno de un millón de ojalás a la puerta del infierno de las promesas incumplidas. Llegué a destiempo, como uno de esos autobuses que no tienen consideración con los horarios de cientos de corazones, y aunque la vida se empeñó en lloverme encima como si Noe hubiera existido alguna vez, yo miré hacia arriba y pensé que nunca jamás vi nubes tan bonitas. Eran como algodones de azúcar. Y prometían huracanes incapaces de amainar.

He pintado el asfalto con una tiza de color rosa.
Pásame la peonza,
me voy a poner a bailar.



Euriaren kolorekoa zara,
zelako putada.

Ez dakit badakizun, baina betidanik erakarri nau euriak,

txikia nintzenetik,
oraindik atrakzioaren ondorioak
zeintzuk ziren ez nekienetik.

Eta hemen nago,
berriro euriaren aurrean,
euriaren azpian,
haizeak nondik jotzen nauen asmatu ezinik,
ilea bueltaka
eta bihotza zaunkaka dudan bitartean.

Ez zaitez gehiegi hurbildu.
Mesedez,
ez zaitez gehiegi hurbildu.

Baina bapatean zure ahotsa,
mila abesti buruan iltzatuta,
eta ezin dut beste alde batera begiratzen ari banintz bezala egin,
nire begiek
zureak bilatzen bait dituzte
basamortu erdiko oasi puta izango balira bezala.
Eta orduan
beste inork ikusi ez zaitzakeen moduan ikusten zaitut.

Euriaren kolorekoa zara,
bai,
eta jada ez daukat korrika irteteko intentziorik.

Busti nazazu itsaso bihurtu arte,
mundu guztiko ozeanoak nire begi ninietan kabitu arte.

Ez daukat presarik.






Wednesday, May 11, 2016

¿Y ahora qué te digo? ¿Cuando me llenas la vida de colores y de sonrisas improvisadas que no puedo controlar? De carcajadas salvajes, de noches interminables, de locuras, de miradas de complicidad, de cariño, de ternura, de todo eso que parece que siempre nos falta y sin embargo con nosotras se desborda. Tú que me llenas la vida de magia, como la de Harry pero incluso más, que me das calor, seguridad, calma, que me haces reír y sacas lo mejor de mí sin ni siquiera hacer nada. Tú que me conquistaste desde el primer 'hola', cuando yo no sabía qué decir porque tú estabas con tus padres y yo era una niña perdida en medio de este sur que desde ese día amo porque lleva tu nombre. Tú que me abriste tus brazos y me dejaste entrar, con toda mi locura y mi desastre, para darnos cuenta de que éramos almas gemelas, que no nos hacía falta casi nada, que nuestra conexión era tan pura y sincera que una simple tarde en el sofá ya nos parecía el mejor de los momentos, el mejor de los lugares. Tú, que llegaste y me ganaste para siempre jamás, ¿qué hago contigo? No quiero alejarme ni un centímetro de tu risa, de tu forma de ser y ver el mundo, de tu forma de hacerme saber que todo va a estar bien, que nada es tan terrible como para que una serie y un poco de chocolate no puedan arreglarlo. O tú y yo en medio de la nada. Sabes que sería suficiente. Y es que por ti me quedaría en Sevilla, me iría a Marte, al puto fin del universo. Porque no, mi pequeña maga de colores, no quiero que acabe. Y es que puede que este curso se acabe, que nos vayamos de este piso que gracias a ti he sentido como mi casa, como mi hogar. Puede que se acaben los mosquitos y las guerras, las caídas, las fotos, la azotea, la vecina, las noches surrealistas, los bollos, las sorpresas, los mensajes escritos en pedazos de papel, las broncas, las charlas, las penas (que si estamos juntas casi no son pena), las noches de fiebre o de ansiedad, tu locura, la mía, la nuestra. Que se acaben Harry y Snape, las palomitas, Invernalia, tu novio, el mío, tus "esto no me suena", mis "no sé cómo va", las series, tu habitación, la mía, tú robándome la cama, tu manta, el frío, el calor, las bombillas fundidas, las fregonas imposibles, el Mercadona, nuestro ritual de buenas noches, el Dia y Juan, el patio del vecino, las pinzas, la tele, el caos. Si, puede que se acabe todo, nuestra casa, Sevilla, el mundo entero. Pero tú, por favor, tú no te acabes nunca.