El ronco susurro de una voz que ya no
suena
La sigilosidad, el silencio que
guarda
Una mirada que se ha convertido en
agua
Y ya da igual que la suerte sea mala, o
sea buena
El suspiro de un adiós, la sonrisa de
una esperanza
Un amor tan infinito que el mundo no lo
abarca
Aquel beso tan lejano, una mano que no
alcanzas
Y cada día, cada hora, siempre vuelve
la añoranza
Una semilla que siembras con tus
manos
Ves a la lejanía el horizonte
enrarecido
La eterna lucha que aún persiguen los
vencidos
Que se niegan a terminar siendo
olvidados
Un esfuerzo que otra vez ha sido en
vano
Una herida que aun sigue sin curar
La certeza de saber que va a durar
El dolor, tan cruel y tan amargo
Mikele.
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