Thursday, May 15, 2014

De pequeña me daba miedo la oscuridad. Tanto que le pedía a mi madre que dejara la puerta entreabierta para que entrara un poquito de luz. Luego pasó que como mi madre no me bajaba del todo la persiana, los efectos de las sombras con la lámpara creaban un gallo monstruoso en el techo, y joder, eso si que me aterrorizaba. Los gallos no me gustan nada. Ahora ya no me da miedo la oscuridad. Pero sigo dejando unas rendijas abiertas en la ventana. Por si a caso me despierto en mitad de la noche para no chocarme con nada. Las alturas siempre me han dado miedo. Me acuerdo que el balcón de una amiga que vivía en un cuarto me parecía terrible. Y eso que yo vivo en un tercero. Ahora, en Bilbao, vivo en un décimo piso. Me asomo a la ventana, incluso saco fotos. Aunque hay días que entro corriendo hacia dentro, porque pienso ¿y si me desmayo ahora y justo me caigo? Y ese pensamiento, pues claro, me asusta. Siempre me han dado pánico las atracciones. Me acuerdo que cuando íbamos a las fiestas de Donosti, mis amigas se subían en la cosa esa que iba de un lado a otro, y los asientos daban vueltas, y desde arriba parecía que te caías al mar (esto me lo contaron), y yo me quedé abajo agarrando todas sus chaquetas y sus trastos. Me aburrí. Otra vez en Tolosa, no sé cuantos años tendría, eran carnavales, me monté en una cosa que se llamaba Alcatraz y casi me muero del miedo. Lo máximo que ha conseguido soportar mi umbral de pánico es La rana, esa cosa que vas botando, y mola bastante (aunque yo una vez me di con la cabeza en la barra de sujeción y no veas como dolía). Y así todo el rato. Cuando fuimos a la excursión de fin de curso, que hicimos Pirineos- Barcelona-Salou, en Port Aventura me quedé sentada en un banco durante horas, con otras dos amigas que tampoco querían montarse en nada. Cómo me aburrí. Lo bueno era que pasaba gente todo el rato y me entretuve bastante observándolos. Pero vamos, nada que ver con un plan habitual en un sitio como esos. A ver. Y luego, también en Pirineos pues la gente quería hacer deportes de riesgo. Otra cosa que me da un miedo que flipas. Joder, deportes de riesgo. El mismo nombre ya te indica que no, que no vas bien. Y es que vamos, el riesgo no va conmigo. En esa ocasión lo único que conseguí hacer fue rafting, y me costó bastante bastante. Recuerdo que el monitor intentaba tranquilizarme todo el rato porque iba histérica en el bote ese o como se llame. Ah y piragüismo creo que también hice, pero eso está bien, no es tan peligroso. Bueno, pues luego otro día todo el grupo, y cuando digo todo, es TODO, se fue a hacer bajada de cañones, y yo pues me quedé en la piscina del sitio donde estábamos, leyendo en la toalla. Otro planazo (que para mí sí, pero joe no iba a eso). Y así pues todo el rato. En un montón de excursiones que he hecho con el cole me he quedado sin hacer un montón de cosas, más aburrida que nada, por el miedo que tenía. Porque sí, lo reconozco soy una miedica. Y así con un montón de cosas. Joder recuerdo que escalar me parecía un suplicio.Nunca llegué a pasar de un palmo del suelo. Que desastre. Sí, lo reconozco soy una miedica absoluta y total, empezando porque soy incapaz de ver películas de miedo. Por ejemplo. Pero por ejemplo también, hay otras cosas que no me dan nada de miedo. Y no sé, a la gente le suelen dar bastante miedo. Será que estoy hecha al revés o algo. Por ejemplo, la gente tiene muchísimo miedo a decir lo que siente. Por miedo al rechazo,a quedar mal, a hacer el ridículo. Yo no. Yo siempre lo digo. Y claro que me han rechazado (puffffff si yo os contara), y claro que he quedado mal, y claro que he hecho el ridículo. Y me da igual. No me importa. Creo que no hay nada peor que arrepentirse de no haber dicho algo en cierto momento, a cierta persona, y yo no quiero cargar con eso nunca. Además a la gente siempre le gusta oír algo así como un "me gustas" o un "me pareces guay" o un "te invito a un café y hablamos", y cosas así ¿no? Aunque no sea recíproco, saber que bueno, que para alguien son especiales. Eso sube la moral. Y creo que todo el mundo debería decir lo que siente. A ver, las cosas buenas. No vayáis ahora diciendo por ahí "hueles mal", "me das asco", "no te aguanto nada", y cosas así. Porque eso hace daño gratuitamente, y nadie sale ganando nada. Pero lo otro sí. Lo otro se debería decir siempre. Imagínate que mañana cae un meteorito y no le has dicho a esa chica lo bonita que es cuando sonríe, o a ese chico que te gusta como anda. Pues sería una pena. Pero bueno, que lo entiendo también. La vergüenza, el pudor, y ese miedo al rechazo al final suelen pesar bastante. Y luego, ese miedo a enamorarse que tiene la gente. Eso tampoco lo entiendo. Que sí, que te pueden romper el corazón. ¿Y? Si no nos enamoramos ya me dirás qué hacemos.Y eso de que te rompan el corazón pues es un riesgo que hay que asumir. ¿Lo mejor de todo sabéis lo que es? Que incluso cuando te lo han roto tanto que parece que nunca se va a recomponer, incluso cuando todos los pedazos los han tirado a la basura, incluso cuando te han dejado con nada, absolutamente nada, pasa algo, y todo cambia. Vuelves a sonreír, tú corazón late más fuerte, te vuelves a lanzar. Y es jodidamente genial. A mí me pasó. Puede pasaros a todos. Y es que es así. El corazón se rompe, pero luego se rehace, y puede esperarte algo sublime en el mañana. ¿Por qué no ir a buscarlo con los brazos abiertos? No hay que tener miedo de querer. Querer es lo mejor que puede hacer un ser humano. A todos, a todas. Abiertamente y sin miedo. Porque pase lo que pase siempre habrá otra nueva oportunidad, un nuevo día, un nuevo rayo de sol. Hasta que el mundo se acabe al menos. Por eso hay que darse prisa. Y es que yo pienso así. Puedes vivir tu vida en un primero o en un bajo con jardín, sin irte a África a rodearte de animales salvajes, sin montarte en la montaña rusa más grande del mundo o sin hacer puenting, o rafting o cualquiera de esas cosas que acaben en -ing. Pero vivir tu vida sin lanzarte, sin hacer el ridículo, sin equivocarte, sin ponerte del revés, sin enrojecerte, sin exponerte, sin entregarte, sin tirarte de cabeza, sin tropezar, sin caerte, sin abrirte por la mitad, sin romperte, sin hacer el kamikaze, sin dejarte llevar... vamos, sin enamorarte, eso, eso tiene que ser terrible. Y sobre todo, sin decirles a aquellas personas que queremos, pues eso, que las queremos. Así de simple. Pero así de importante. No sé. ¿Vosotros qué pensáis? Yo sólo os diré una cosa: no tengáis miedo, y venga, decírselo antes de que se acabe el mundo. Yo os lo digo ya: os quiero.

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