Saturday, July 26, 2014

Asumí la derrota como quien asume
que todo en esta vida se termina acabando:
la lluvia,
la primavera,
la propia vida.
(Con la diferencia de que la lluvia y la primavera son un círculo eterno que se acaba y vuelve a empezar, pero la vida se acaba y se acaba.)

Con la misma solemnidad,
con el mismo coraje.

No me temblaron las manos,
pero mentiré si digo
que no me tembló el corazón.
Porque me tembló
como un terremoto
de esos
que llegan y terminan
tirándolo todo,
destruyéndolo,
poniéndolo patas arriba,
formando el caos.
Así tembló mi pequeño músculo
en el centro del pecho.
Y así lo sentí yo:
frágil, débil, desprotegido.

Me di la vuelta y caminé
como quien empieza a caminar por primera vez,
torpe, patosa,
pero jodidamente decidida.
Iba a salir de allí,
iba a poder con ello.

Asumí la derrota
y sonreí en medio del desastre.

La tierra siguió dando una vuelta sobre su eje cada 24 horas.
El sol siguió saliendo por el este.
La cara oculta de la luna siguió sin poder verse.

No cambió nada.
Y sin embargo ya nada era igual.

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