Friday, July 11, 2014

Joder,
y yo que pensaba que la vida era mucho más.
¿Me equivocaba?
El lado salvaje siempre
en standby,
como si tuviéramos miedo
de hacer lo que nos dictan las entrañas.
La vi y casi me caí
del susto,
pero no dije nada.
Al principio sólo la miré,
como quien mira una obra de arte
desde una distancia prudente.
Creo que me vio mirarla,
no sé que coño pensaría.
Yo sé muy bien lo que estaba pensando,
pero no quiero decirlo.
O sí, que coño.
Me hubiera gustado acercarme a ella
y preguntarle cómo se llamaba.
Y luego no sé muy bien qué más
habría hecho.
Mirarla.
Eso seguro.
Hay gente a la que no puedes dejar de mirar.
Tienen como un magnetismo intrínseco
que te hace sentir
que si miras para otro lado
vas a desperdiciar
una oportunidad única
de admirar
esa clase de belleza que poseen algunas criaturas.
Ella poseía esa clase de belleza.
Y sientes que si pestañeas te la vas a perder,
que si miras para otro lado
va a desaparecer,
porque es tan efímera y rara
que no parece ser real,
ser tangible.
Y joder,
no lo es.
Pero la vida a veces es eso,
casi rozar,
casi tocar,
pero no llegar a hacerlo.
Estar a punto de saborearlo
y perdértelo,
porque no estabas atenta,
porque no estabas quedándote con los detalles.
Como el matiz exacto del color
de su pintalabios,
o como llevaba un moño
y a mi me parecía que
estaba más bonita
que si se hubiera pasado
dos horas peinándose ese
pelo rizado.

La sencillez de una noche cualquiera
con la belleza más surrealista
asomando por algún costado.
Y entonces,
empiezo a temblar.
Porque sé,
que la vida me está guiñando un ojo.


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