Friday, April 18, 2014

Dejo aquí el final de uno de mis libros favoritos, y mi final favorito de todos los finales que he leído hasta ahora, el cual anida en mi corazón desde que lo leí. Es una de mis joyas. No tengo palabras para expresar bien lo que siento ahora mismo. La mejor manera que tengo de honrar su memoria y de demostrar mis condolencias es esta. Descansa en paz Gabo. Los que leímos tus palabras nunca te olvidaremos.


       El coronel no supo si había oído esa palabra antes o después del sueño. Estaba amaneciendo. La ventana se recortaba en la claridad verde del domingo. Pensó que tenía fiebre. Le ardían los ojos y tuvo que hacer un gran esfuerzo para recobrar la lucidez.
         — Qué se puede hacer si no se puede vender nada —repitió la mujer.
        — Entonces ya será veinte de enero —dijo el coronel, perfectamente consciente—. El veinte por ciento lo pagan esa misma tarde.
         — Si el gallo gana —dijo la mujer—. Pero si pierde. No se te ha ocurrido que el gallo puede perder.
         — Es un gallo que no puede perder.
         — Pero suponte que pierda.
         — Todavía faltan cuarenta y cinco días para empezar a pensar en eso —dijo el coronel.
         La mujer se desesperó.
         — Y mientras tanto qué comemos —preguntó, y agarró al coronel por el cuello de la franela. Lo sacudió con energía—. Dime, qué comemos.
         El coronel necesitó setenta y cinco años —los setenta y cinco años de su vida, minuto a minuto— para llegar a ese instante. Se sintió puro, explícito, invencible, en el momento de responder.
         — Mierda.


París, enero de 1957
Gabriel García Márquez


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