Tuesday, April 1, 2014

- Eh, y todo eso que hace sin creer que lo está haciendo. Y esa forma de hablar. Y vale, puede que no te gusten sus camisas, pero no puedes negar que el tío tiene clase.
- Pues no. Me parece un gilipollas. Y sí, sus camisas son horribles, y no me gusta como habla, como si todo el mundo tuviera que escucharle sólo porque tiene esa voz y esa forma de pronunciar las eses. Y tampoco soporto que ande como si el mundo no fuera con él. Y no, no te confundas, sabe muy bien lo que está haciendo, y lo hace para que todas esas idiotas le vayan detrás. No lo aguanto. Y tú dices que tiene clase. ¿Clase? Lo que tiene es una tontería en la cabeza que se la quitaba yo con dos ostias bien dadas.
La miró con asombro y diversión. No se lo podía creer, era un bombazo.
- Tía, ¡a ti lo que te pasa es que te mola! Que fuerte, no me lo puedo creer.
- ¿Pero qué mierda dices? ¿Cómo me va a molar ese? No digas chorradas ¿eh? Anda, cállate.
- Está clarísimo, te has pillado por él. 
- ¿En qué te basas?
- En que te empeñas demasiado en hacer ver que es lo peor del mundo. Es una técnica. En realidad piensas todo lo contrario. Sólo que te da rabia reconocerlo, porque no soportas que te mole. Pero joder tía, ¿por qué es tan terrible?
- Joder, que no, que no es eso..
- Tía, que soy yo. Dime, ¿por qué es tan terrible?
- Pues porque.. porque bueno, es él. Y yo soy yo.
- Si, hasta ahí ya llego. Explícate.
- Pues que mírale. Todas le miran cuando pasa, y todas babean por él, y le piden su número de teléfono, y está siempre rodeado. Y yo, bueno, pues yo soy yo. Soy una tía demasiado corriente para él. ¿No lo entiendes? Y además, que no, que no me mola.
- Sí, te mola, y mucho.
- Pero no tiene que molarme. No. Ya me encargaré de esto.
- ¿Y qué vas a hacer?
- Para empezar, cambiar de tema.
Siguieron andando. Hacía sol. El mundo parecía estar lleno de colores, pero ella lo veía todo negro. No entendía nada. ¿Por qué le molaría? Si en realidad era un cretino. Otro más que usaba a las tías y que se creía el rey del mundo por haberse tirado a media ciudad. Vaya logro. Seguro que no había estado enamorado en su puta vida. ¿Y por qué hablaba así? No lo soportaba. Y luego esas camisas. ¿Por qué se las ataba hasta arriba? Eso era algo que nunca le había gustado. Las camisas hay que llevarlas desabrochadas, si no ¿qué sentido tiene? Pero él era así. Iba a su rollo. Pero no, no tenía clase. Y no, no era guapo. Y no, no le gustaba. ¿Pero por qué no dejaba de pensar en él?

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