Monday, September 21, 2020

No llores. No llores. No llores.

Mantra que se repite,
faca sangrante entre costillas congeladas,
maldición occidental.

No te das cuenta de que cada vez que me dices que no llore me estás privando de la libertad de hacerlo.
Me pones cadenas,
me coartas,
desde el principio de la pubertad,
y ¿hasta cuándo?

Hasta cuándo me pregunto en una sociedad que tiene que taparse la cara para no mostrar sus vergüenzas. Que si lloro, ¿soy débil? Que si lloro, ¿no valgo? Que si lloro te incomodo, ¿verdad? Ese es el problema.

¿Y por qué? ¿Porque me duele? ¿Porque no puede dolerme? O porque no tengo permitido mostrar el dolor, la angustia, la tristeza, volcarla a mis pies, al suelo, ser tan sincera que nadie pueda soportarlo. ¿Es ese es el problema? ¿La honestidad brotando?

Nos han querido criar muertos por dentro,
educarnos en el no importan los demás, 
no sientas empatía,
no sientas piedad,
no sientas nada.
Nos han educado en el "si lloras eres una niña", ¿y qué fuimos las niñas? ¿Menos valientes por llorar o más sinceras? Más honestas con lo que nuestro cuerpo grita, más emocionales, más de verdad.

Me lo han dicho tantas veces en mi casa que no puedo contarlas y ni quiero, porque duele el recuerdo del nudo en la garganta, el peso al tragar, al sentir el escozor en las pupilas. Tienes que comportarte, tienes que saber estar, no se llora en público, pero es que tampoco se llora en casa,¿entonces dónde lloro? Sola en la cama apretando la almohada y que no me oigas, que no me oiga nadie, porque si no soy culpable, soy culpable yo de sus prejuicios. Qué ironía. Qué desastre.

Una vez por encima de todas, una vez que me late tan fuerte que me rompe, una vez que mi propia madre cuando se murió su padre me dijo que no llorara. Eso es tan horrible que si alguna vez soy madre espero que me corten antes la lengua que decirles a mis retoños que no lloren por su abuelo. Llorad, llorad ríos y océanos mis pequeñas, que las lágrimas son sólo amor convertido, por dios, qué puede tener de malo que todo tu cuerpo grite de dolor ante la muerte.

Cada vez que me ordenan que no llore no me dejan ser.

El problema lo tenéis vosotros, esta ahí fuera, que nos enseñaron a ver las lágrimas como enemigas, como muestras de flaqueza y de caída, pero son sólo verdad, sinceridad cayendo. Y yo soy agua y no lo siento, ya no lo siento más, porque lloro también cuando sonrío, cuando le pasa algo bonito a alguien que quiero, cuando un poema me atraviesa, cuando les veo felices, cuando presencio el amor en su apogeo, cuando me reencuentro con ellas, cuando observo el planeta y me hace temblar.

Lloro,
porque la vida es tan bonita que parece de verdad.