Sunday, December 31, 2017

Y a ti no te cuento que a veces quiero salir corriendo y no decirle a nadie qué destino marca el billete de avión. No, a ti no te lo cuento. No te lo cuento porque no quiero que pienses que me he vuelto loca o que te preocupes sin motivo. No va por ahí. A veces me quiero ir porque pienso que todo el rato veo a la misma gente, observo los mismos gestos, oigo los mismos discursos, las mismas palabras vacías, las mismas bromas, las mismas frases para intentar conquistar lo inconquistable. El mismo tedio. Y me aburro. A veces me aburro tanto que sólo quiero encontrarme con alguien al que le apasione Harry Potter lo mismo que a mí o que se acuerde del mundial del 2006 y podamos comentarlo. Porque están los que no entienden por qué me gusta el fútbol y también las amigas a las que no les interesa en absoluto. Y luego todos esos chicos que piensan que porque eres chica no tienes ni idea de lo que estás diciendo. Pero yo siempre he sabido lo que era un fuera de juego. Estamos llenos de clichés. Igual alguien se asombra si le cuento que uno de los sonidos que más me gusta del mundo es cuando le das bien al balón con la bota de fútbol. Con las zapatillas normales no suena igual. ¿Pero a quién le importa escucharme decir eso? Por eso no lo digo. Y por eso te sigo sin contar que a veces quiero salir corriendo. Pero sí, quiero salir corriendo. A cualquier sitio en el que pueda perderme entre callejas y azoteas, entre rascacielos y luces de neón, entre palmeras y mares en los que pueda verme los pies rodeados de peces. A un lugar donde no haya barrotes y todo sea viento y tormenta, atardecer sin agujas, despertarse entre sirenas. Porque si no puedo pertenecer, al menos quiero pertenecerme. Hacerle tanto caso a mi vocecilla interior que ya no vuelva a darme miedo decir que no, que no me da la gana. Y me la bufa, ¿sabes?, todo eso que me dicen que tengo que. Porque sólo yo sé lo que de verdad me late, las vueltas que le daría al mundo, las veces que volvería a buscar esos tejados. Sólo yo lo sé y lo siento, susurrándome al oído en todos mis presentes.

No te lo cuento, a ti no te lo cuento. Aunque la mayoría del tiempo me sienta una extraña, aunque la mayoría del tiempo me sienta forastera en mis propias coordenadas. No quiero que me mires con esa cara, que pienses que no es el resto si no yo, que confirmes que soy la excepción de la regla: que soy yo la rara. Y es que soy un libro abierto y me leen a voces, y sería previsible pensar que lo comprenden. Pero la mayoría de las personas que más quiero en esta vida no saben por qué no me gustan los paraguas o por qué me gusta tanto esa canción. Tampoco Pero no hace falta que lo sepan. Y me quedo, y a veces espero milagros, porque el corazón es tierno por defecto. Y hay laderas que son lluvia y son hoguera, que son matriz y regazo, que son caricia y abrazo.

Y pasa otro día, otro año, y yo me quedo.

Pero siempre seguiré queriendo ir a Nueva York. Yo también quiero saber a dónde van los patos.






Tuesday, December 19, 2017

Eres la lluvia que me moja y me devora y me hace polvo. Témpano maldito que atraviesa costuras, que parte y rasga, que hace añicos. A lo lejos la nieve, el silencio. Y en este ahora un vacío infinito que sólo deja lugar al eco. A los fantasmas que fueron, que revolvieron, que hicieron un arte de aterrorizar recuerdos. Eres la lluvia y el cielo lo sabe. El intento frustrado de una boca por llegar a morder la vertical del horizonte. Gradientes que llegan hasta el sol y no me miran, un destello fulminante hecho de sangre y de galaxias. Mapas marcados como hierra en mi piel que sólo saben dirigirme a tu hemisferio. Y cómo cambio el viento, si se desata con la fuerza de mil mares enredados en un lienzo, y es tan tuyo y tan de nadie que no puedo dar el próximo paso a ese paisaje. Estoy fuera, del círculo y de la ruta migratoria, y como ganado mirando al tren, sólo sé quedarme, sólo sé ponerme en standby y hacerme parche. Perpetro un crimen entrañable cada vez que te miro y tiemblo rara, cada vez que se me cae la vida y el mundo para. Desarmada y sin mentiras, soy transparente ante tus ojos. No me ves, no me ves y estoy latiendo. Y el tiempo pasa y cae cascada y me desmorono entre palabras que no digo y no diré. Las siento espina. Vuelve a llover y no te escribo. Soy un muro de hielo a punto de resquebrajarse ante tu imagen. Sabes a mar y eres burbuja de insania hasta las nubes. Cuanto azul y cuanta sal entre rendijas.

 Eres un millón de polaroids en mi memoria.

El niño que se ríe y vence al miedo.



Saturday, December 16, 2017

Quiero ser viento entre su pelo y me pesan ladrillos color oro en las costillas. No hay baldosas hacia su tierra, no hay camino. Un mundo lleno de palabras sabor fresa se enreda en sus hoyuelos y como puede entonces no ser vida. Se nubla el cielo, se cae la norma, todo es torbellino y congoja, y como espero que aparezca cuando todo es ruido y vino. Ahí, en mitad de la coordenada (0,0,0,0). Con su mar, con su luz, con sus alas. Ángel extravagante de otras latitudes. Mirada hecha de pan y de versos, ternura irremediable colgada de un presente. Y yo temblando, agarrándome al ahora, intentando que no venza la madera. Me siento preparada para describir ante un público de ciegos cómo brilla él cuando se apaga el cielo. Y hablo de los que de verdad no pueden ver. No de esos que miran y no se dan cuenta. Porque han pasado lunas y ha llovido un poco, pero fui lince en el segundo hola. Fui lince y yo le vi y lo comprendí. Por eso me da miedo contarlo.







Wednesday, December 13, 2017

No eres suficiente.
No eres suficiente.
No eres suficiente.

El espejo te lo repite constantemente.
Tienes ganas de vomitar.

No eres suficiente.
No eres suficiente.
No eres suficiente.

Corrector en las ojeras.
Una capa de maquillaje para disfrazar la tristeza.
Marcar una sonrisa que en realidad no te apetece.
Mentir.

No eres suficiente.
No eres suficiente.
No eres suficiente.

Hacer la compra.
Fregar la cocina.
Hacer la comida.
Ordenar el cuarto.
Hacer.
Hacer.
Hacer.

Ponerte a escribir.
Que nada te salga.
Mente en blanco.
Pared en blanco.
Universo en blanco.

No eres suficiente.
No eres suficiente.
No eres suficiente.


El chico de ojos marrones y sonrisa de nube se va, siembra vacío. Uno más. Otro más. ¿Cuántas veces?
Te rompes, te ajas, te quiebras, y no sabes cómo meter esta pena en una caja.
Porque no cabe, porque no cabe, porque es demasiado grande.
Porque otra vez no ha sido suficiente.
Aunque hayas dado tu corazón y tu vida.
Aunque te hayas arrancado las entrañas y las hayas puesto a sus pies de porcelana.
Aunque les hayas dado la rosa y te hayas clavado la espina.
Aunque hayas intentando hacer de los días algo un poco más bonito,
o al menos algo un poco menos feo.

No era suficiente.

No eres suficiente.
No eres suficiente.
No eres suficiente.

Las palabras de tu madre retumbando en esa sala.
Tú intentando entender qué habías hecho mal.

No soy suficiente.
No soy suficiente.
No soy suficiente.

El sujetador más pequeño me queda grande, la talla 36 ya no me cabe, no me siento los colores, y mi pelo se empeña en declararme la guerra cada día. Me arrancaría la nariz y te la tiraría, me vestiría de basura y cambiaría de piel.
Pero no puedo escaparme de mí misma.
Respiro.
Uso el pintalabios de vendaje.

No soy suficiente.
No soy suficiente.
No soy suficiente.

Ninguno de los días y menos en Febrero.

Pero lo peor de todo esto no es que sea insuficiente para ellos.
Es que todavía y a pesar de las heridas, los golpes, los océanos vertidos en callejones sin gatos, a pesar de las terapias, a pesar de los consejos, a pesar de las pastillas, a pesar del huracán.

Sigo sin ser suficiente para mí.

Y eso sí es una mierda.




Saturday, December 9, 2017

No tengo el día, ni las ganas, ni la suerte.
Estoy como hueca,
como una lata de hojalata vieja que suena a vacío,
a podredumbre,
a roña.
No me siento el algodón.

Los días pasan porque tienen que pasar y así pasamos,
pero sólo tengo una sonrisa para el viento: la fingida.
Una inmensa apatía me devora,
y ni siquiera cuando leo consigo alejar a la ballena.

Capitana sin barco y sin rumbo,
me miro a los pies y lo único que pienso es que echo de menos mis botas.
Mis botas.
Te lo puedes creer??
Quizá porque representan ese lugar y esa carretera,
ese barrio y ese asfalto,
esa forma de vestir que es sólo de mi caos,
de mi arrabal eterno.

Me falta el número siete conmigo,
y mi madre no lo entiende.
No tuvo ni la menor idea de lo que se escondía debajo de aquel: necesito que me mandes ese libro.
Me dijo que cualquier libro si era bueno me valdría.
Fue como si me dijera, hija, cualquier mujer de más de 50 mientras sea buena te vale. Y no, ¿no? Porque ella y sólo ella es mi madre.
Tantos años bajo el mismo techo y todavía no sabe la diferencia entre ese libro y el resto. Pero también, ¿qué más da? Si tampoco nadie más lo sabe.

Nadie sabe nada.

Me cruzo con cientos de miradas sólo en un trayecto de metro a Tribunal y no tengo ni idea de todas las tristezas que también hoy van con prisa. Me da miedo, pensar que podemos pasar una vida entera sin que nadie sepa que lo que más miedo nos da es justo eso: tenerlo. Porque estamos solos y el mundo es gigante y a veces las paredes llegan hasta el cielo y nunca tuvimos ni idea de como escalar. Ojalá fuera más cualquier otra cosa y no esta tristeza de 1,70 que no sé pintar, que no sé contar, que sólo sé guardar, hacer herida.

Porque canto alto y salto y salgo a la calle y a veces hasta corro y voy haciendo esos gestos con la mano mientras escucho música y parece que puedo con todo pero dentro del pecho una niña pequeña grita y pide socorro a veces y no hay oídos, no hay abrazos, no hay refugios. No los hay.

Cuatro paredes y esta música,
un montón de libros que no son ese libro.

¿Sabéis? Aquí la gente se queja de la lluvia.
Y yo, que cuento los días que paso sin olerla,
no. lo. entiendo. A nadie entiendo.

Da igual a donde vaya, siempre siento que de alguna manera nunca pertenezco.

Pero hasta la soledad es más bonita cuando llueve fuerte y te haces viento.

Sí, la soledad es más bonita donde llueve y yo me lluevo. Y solo es agua, solo es agua, solo es agua.

Pero es que lo somos.





Thursday, December 7, 2017

todo era luz, luz, luz, y dolía. como tú cuando apareciste tímido y color ternura. todo era brillo, y cielo, siete supernovas bailando en un puñado de metros cuadrados. qué carismática locura.

todo era pero yo no fui. salí de allí rodeada de mariposas que se me enredaban en el pelo. qué absurda y translúcida, tan ausente, tan de otra latitud, de otras laderas. y no me despedí de ti.

cuantos vacíos tengo enganchados al ombligo.
cuantos andenes sin tren.

desde que y hasta cuándo,
un rompecabezas de sombrerero loco,
un caleidoscopio envenenado,
pequeña isla sin barcas en el mundo de los sueños.

fotogramas en blanco y negro de unos amantes condenados a su propia vanidad.
el látigo del tiempo haciendo estragos, arrasando,
y las manos de ella sosteniendo un pequeño espejo que refleja el carmín agrietado de sus labios.
hay besos que son vacío.

vuelvo a retener la realidad en un costado,
cuando todo es noche y ruido
y yo salgo sin vestido y sin zapatos de tacón.
sin fluorescencia.

una película muda en mi cabeza en la que tú sólo la estás mirando. la miras.

en mis vértebras
mil años de ausencias
que resurgen con cautela.
no quiero saber a qué día estamos.

qué tengo que hacer para no verte, para no darme cuenta de tu rayo entre las sombras.
sigues sin cesar y yo soy presa,
de esta rutina gris,
de este paisaje.

en el que no seremos nunca y duele el llanto.

y tú eres inmortal en la memoria.




Saturday, December 2, 2017

Y qué bonita la vida en este pulso. En este paisaje sin mar pero con olas. Dulce nana en oídos de recién nacidos que aún no han sido malogrados por la miseria del mundo. La inocencia dura tan poco.

Estuvimos en el borde,
en el filo del cuchillo y su venganza,
como una mariposa atada al tallo de una rosa,
a punto de volar, o de cortarnos.

Fuimos fuego,
devoramos el cemento
y los renglones,
la forma correcta de ser.
Y a la mañana siguiente no nos dolía la cabeza.

La luna era tan nuestra
que nos sentimos héroes,
ingrávidos y libres en aquella cacería.

De brujas,
de monstruos,
de no sé qué.
Algo parecido al miedo.

Corrimos hacia ninguna parte.

No íbamos a darles el placer de capitular la luz.

Los relojes eran nuestros.



Tuesday, November 28, 2017

soy mil poemas encerrados en un pecho que late metal,
mil sueños que se me rompen encima.

ya no sé como acababa el cuento.

son negras las mariposas
y negras las miradas.
todo es decadencia
y depresión.
el ocaso de la risa.

baldosas azules,
paisajes enladrillados en los que no podemos ser.
angustia.

un océano de penas sin portales,
madrugadas que son sólo soledad,
el café de las 9 sin calor y sin azúcar.
nada que alivie
este peso del tiempo,
este tedio,
esta turbia y asquerosa rutina.

otro día más, las mismas moscas.
el mismo tintineo de cristales
cuando el viento sopla fuerte
y todo es vendaval y hastío.

las carreteras con su arrítmico compás
y todas estas luces cegando

y al llegar a casa
otro recuerdo que muerde,
otro espejo sin frases,
otra almohada sin guerra,
otra copa vacía.



Monday, November 27, 2017

Dragones, eran dragones mamá, me venían a ver en sueños. Lo llenaban todo de fuego y luz, y podían acabar con acantilados, muros, iglesias, calles, tejados, ciudades enteras. Creo que habrían sido capaces hasta de incendiar el mar. Dragones, mamá, increíbles y libres. Y yo estaba allí también.

Era bonito, mamá, como una película de dibujos con colores súper vivos y canciones que te regresan a la infancia. Como cuando vi Madagascar 3 rodeada de esas pequeñas fierecillas, me sentí niña y parte. Nunca quiero perder esa mirada que sé que debo de poner cuando los veo. Como con los Fruitis, mamá, ¿tú te acuerdas?

Hace tanto tiempo que sólo hay pesadillas por aquí, hace tanto tiempo que siento el alma gélida, rota, marchita, partida en pedazos de cristal congelado. Todo es glacial y yo sin mantas de cuadros. No me dan abrazos mamá. ¿La abuela te los daba? Nunca la he visto hacerlo, quizá por eso tú tampoco sabes darlos. Y cuánto los necesito a veces. Como cuando se murió el abuelo y me tumbé en tu regazo pidiéndote a gritos callados que me apretujaras fuerte en medio de esa sala llena de gente que yo no conocía, gente que no me importaba, gente que no entendía mi dolor, gente a la que le daba igual que yo llorara. Y tuve que ser fuerte, ser dragón y alma de loba, aguantar de pie el momento, y no estaba mi hermano, no estaban los primos, ¿y por qué yo siempre estoy? ¿Por qué soy tan distinta? Me acuerdo mamá, de todo me acuerdo. Y también quise ser tu roca y tu abrazo. También quise ser calor en mitad de aquella helada.

Yo lloré mamá, en medio de ese cementerio que es tanta paz y tantas flores que pensé que el abuelo no podía estar en un sitio más bonito. Lo pensé mamá, sentí alivio al saber que volvía a su pueblo, a su tierra, a su sudor y a su sangre, a donde él pertenecía y sólo allí. Y me miraban. ¿Por qué me miraban? Ellos no lloraban. ¿Por qué no lloraban? El abuelo estaba hecho cenizas dentro de una urna. El abuelo estaba dentro de una urna y nunca más su voz, nunca más su risa, nunca más su vino. Allí, mientras abrían el nicho en el que el que habría sido mi tío descansaba desde los dos añitos, allí mamá, allí volvió el abuelo, junto a su único hijo varón que perdió tan antes de tiempo, y era tan triste y tan injusto y tan desgarro que yo no sé por qué nadie lloraba. Mis lágrimas, sólo las mías. También las tuyas. Tú si llorabas. Le querías. Sé que le querías. Con tu vida y con tu todo, y a pesar de.

Me lo pregunto siempre mamá, cada vez que echo de menos el hueco bajo tu hombro izquierdo, en el que yo me meto sin que tu me invites, en el que yo te busco porque ya no puedo. Quizá el abuelo tampoco te abrazaba. Y así tú no aprendiste. Y luego yo y mis años chicos, y luego yo y mis fantasmas, y tener miedo a la noche, y ese gallo de la lámpara, y la rendija de la puerta, y toda mi torpeza, y todo mi desastre, y todos mis terrores. Monstruos debajo de la cama y en mis días, monstruos por todas partes, en todas las esquinas. Monstruos, mamá, como no poder dormirme hasta que aita abriera la puerta. ¿A qué hora llegaba? Yo no me dormía hasta que él entrara en casa. Oía la llave y por fin respiraba. Y entonces, y sólo entonces podía empezar a dormir. ¿Cuántos años tenía? ¿Nueve? Yo no entendía nada. Tanta angustia en el pecho, tanto miedo. Y tú seguías sin saber dar abrazos. Aquel peluche del koala y mi Pedrito, todo a lo que me aferré para intentar no sucumbir.

¿Soy así desde aquello? ¿Es por eso que no me dan abrazos? ¿Es por eso que me dicen que no llore, que deje de sentir tanto, que empiece a ser más fría? Quizá es por eso que se ríen, de mis listas raras y de mi Harry Potter. Quizá es por eso que se ríen de mi ropa y mis canciones. ¿Y cuando tenía once años, mamá? ¿Por qué se reían entonces?

Lloré por mi amama y también por mi pez. Y cada vez que algo me apretaba el nudo. Yo no sé no hacerlo mamá. Aunque tu siempre me digas "no llores" como imperativo eterno. Aunque aquella noche sólo supieras decirme "recoge", en vez de abrazarme para calmar mis temblores. Aunque para ti nunca sea suficiente, jamás sea suficiente, y nunca lo vaya a ser, ni en esta ni en ninguna de las vidas imposibles.

Me acuerdo que entré y estaban todos callados, nadie tenía los ojos húmedos, estaban bien. La abuela me vio entrar, ella estaba sentada en la silla con un pañuelo de tela en una mano. Me miró y vio que yo estaba llorando. Entonces se puso a llorar y las dos lloramos. Y es así, ¿sabes? Es así, aunque el mundo se empeñe en decirme eso que no pienso comprar. Lloré con ella porque el abuelo ya no estaba, ya no estaba, ya no estaba, el abuelo ya no estaba. Y dolía, eso dolía, dolía en los ojos y en el alma.

Cuando duele así, como cuando tú estás pero no abrazas este manojo de nervios que te pide a gritos desde siempre, la vida llora. Y es bonito, sí, lo digo, es bonito ver como los corazones lloran por otros corazones que ya son sólo aire, ceniza en una urna, eterna despedida.

La indiferencia es lo contrario de la vida y de la muerte, lo contrario de todo lo que nos hace latir, ser humanos.


Cuando volvía sola en el AVE y colapsé en el vagón, lo único que quería decirles a todos, a cada uno de los que allí estaban sentados fue: se ha muerto mi abuelo y me duele una burrada. Y quiero llorar. Quiero llorar. Quiero poder llorar sin que nadie me diga que no lo haga.


- Por ti, abuelo, por tu voz, por tu risa, por tu vino.




Sunday, November 26, 2017

A la vera de tu risa construiría los cimientos,
quiero vivir en tus instantes.

No necesito techo,
sólo hogueras,
una alfombra de seda cubriendo los charcos de barro del arrabal.
Ternura a quemarropa.

Trascender más allá de los horarios,
volar sobre chimeneas y rascacielos rancios.
Esta putrefacción embotellada,
esta altanería disfrazada de diario,
esta mierda,
este asco.

No quiero nada que lleve su firma o su nombre,
quiero ser yo a pesar de sus prejuicios,
poder vestirme mía y ser desastre,
sin tener que pedir perdón, sin disculparme.
No nací princesa,
tampoco quiero serlo.

Soy republicana, roja y muy nieta de mi abuela.
También dos ojos que lloran por encima de la media
y un corazón que late calor por esos ojos.
Los de ellas.
Corazones de diamante y flores,
un millón de sonrisas sin hipotecar,
aleteos sin barreras.

Déjalas ser sirenas,
es su mar y son sus olas,
déjalas con su voz y con escamas.
No queremos Disney,
no queremos hadas.

Las quiero libres,
las quiero suyas,
las quiero construyendo sus cuentos y ciudades,
sus principios y finales,
su propia épica.

Y yo, con el nítido recuerdo de tu sol en mis retinas,
me quiero libre,
me quiero mía,
aborreciendo este sindiós, esta ignominia,
esta mentira, esta farsa,
este feo y sucio ultraje.

A la vera de mi risa construiré los cimientos.

Seré sola
la mano que meza la cuna
en la que guardo los sueños que son sólo míos
y a nadie más que a mí pertenecen.

Seré mi alfombra mágica,
hoguera hecha de verbos,
el intento inabarcable de volver siempre a ese mar.

Frío invernal.
Lluvia de enero.








Thursday, November 23, 2017

Y por la noche, ando sola por estas calles de adoquines del barrio, con mi música siempre, y la libertad baila conmigo tan fuerte que puedo sentir como le piso los pies, como respira. El viento me da en la cara y mis manos se mueven al ritmo del beat, y casi, por un momento, puedo sentir que pertenezco. Pero no sé si a ti o a ellos, o a estos balcones que tanto le gustarían a mi madre. Llego al portal y no me siento forastera. Vivo en un bloque de pisos que tiene doscientos años. Confirmado ayer por mi compañera. También me dijo que no estaba aprobado por el ayuntamiento que se pueda vivir en él. En todos los pisos vive alguien. En el techo de mi cuarto hay una grieta. Ni siquiera me planteo la opción de que se pueda caer un pequeño cacho de masilla. El cuarto tiene dos ventanas que dan a un patio interior. Igual que en Sevilla. Allí fue donde aprendí a encontrar belleza en esas cosas cotidianas: en los patios, en las azoteas, en la ropa colgada al sol, en las macetas de geranios de la vecina, en un felpudo diferente, en una puerta de madera ajada y vieja, en las voces que salen de las cocinas de otras casas, en el olor a comida.

Cuando llegué a Madrid, con ojos de niña y pies correcaminos, cada vez que leía un cartel de una calle que yo ya conocía sonreía y daba un pequeño salto: ésta sale en el Monopoli. Me las sabía de memoria de tantas y tantas veces que había jugado con mi padre y mi hermano, también alguna vez con mis amigas. Me sabía incluso los colores de las calles, cuáles eran mejores, y cuales las que nadie compraba nunca. Lavapiés era una de las marrones. La primera después de la casilla de salida. Y nunca nadie la compraba. El color no invitaba a ello, tampoco el nombre, tampoco el hecho de que fuera la más barata, porque luego no te iba a dar mucho dinero cuando los demás jugadores cayesen en ella. ¿Pero todo dependía de cuántas veces cayeran no?

Pocos meses llevo en este barrio tan de colores, tan de árboles y ladrillos, tan de ventanales y balcones. Y quién me habría dicho a mí que acabaría tan encariñada con una de esas tarjetas marrones. Quien, que entre tanta gente de tantos lados y provincias y países me sentiría tan parte, tan pieza, tan libre y colectiva.

Y eso que decía Barea de
Madrid terminaba allí entonces.
Era el fin de Madrid y el fin del mundo.

Ahora no puedo creérmelo. Ahora Madrid es aquí. Ahora aquí empieza. Y se juntan todas las lenguas del mismo idioma y también las de los otros, y todos laten juntos, y el ritmo es frenético, y el barrio no para, es un pulmón multicolor respirando al ritmo de todas las músicas.

Yo qué sé, quizá sea noviembre y el frío que entra por estas viejas ventanas que aún no han cambiado y se cierran como las del pueblo y no aíslan nada. O igual sea yo, encontrándome en medio del caos y el tumulto, en medio de los trajes de colores, las rastas, las latas de cerveza. También en medio de las madres con sus niños, los ancianos con sus bancos, los taxistas esperando y los jóvenes soñando un poco de revolución.

Que me gustan los rincones con historia y los techos altos, las escaleras de madera y las ventanas a tus calles. Los suelos que crujen, los atardeceres color ocre llenos de polvo y heridas, los muros llenos de verdades, las miradas que gritan.

Un millón de pegatinas y todo el rato la vida 

Las zapatillas sólo molan cuando ya están usadas.


Thursday, November 16, 2017

Wednesday, November 15, 2017

Me dueles.
En cada vértice, en cada vértebra, en cada coma y cada punto.
En todos mis segundos.

Me dueles.

Jamás pensé que podría crear un desastre tan gigante,
tan inmenso que no me valen mis manos
ni mis fuerzas
para deshacer este silencio que me mata tan fuerte.

Me dueles.

Y soy todo pena, como Lola.

No sé cómo escribirlo porque te lo has llevado todo:
mi lado bueno,
mi arcoiris,
las palabras que sabían a bizcocho y tus sonrisas.

La he cagado.
Y no sé como perdonarme por toda esta mierda que te ha llevado a mil galaxias de mí.
¿Cómo te vuelvo a encontrar?


Estoy en medio de un páramo sin agua,
sin pájaros,
sin aire.

Me dueles.

Y sólo quiero mirarte y decirte que eres el corazón más bonito del mundo.

Que te mereces a alguien con un millón de taras menos y un millón de triunfos más.

Pero que yo...
... te quiero.




Tuesday, November 14, 2017

Mil tres.

Me duele el alma, y la vida, y espero que estés sonriendo.
Estás y no estás y es niebla la vida. Entre altares y templos paganos penetro en las sombras de un bosque de espinas que arrancan retales de antiguos amantes. Cristales que reflejan el dolor de las sonrisas que debajo de la piel son sólo vaho. Aire que se va y no vuelve. Vida que nos quitaron. Sigo sin reconocer esta osadía, este puñal de oro que me ha quitado las ganas de sentir, lo que sentía. La espina dorsal ya no me tiembla, y todo este manojo de mañanas sin palabras me parece un insulto lleno de horror e infamia. Construimos silencios que nos enjaulan, que son barrotes de hierro y queman como marca. Construimos silencios y no puedo llorar, y no puedo salir porque no hay puerta, tampoco entrar porque nunca hubo aldabón de plata, timbre de escuela, llamada innata. Y este oleaje que no cesa y que no para, y esta marea de mil lunas y mil taras, se encasqueta el rifle con el que me tenías que matar, sobrevivo en agonía sin mis alas.

Soy, todo barro y todo mugre y todo mierda. Se me vuelan los anclajes que me sujetan a proa y no me encuentro las salidas de emergencia. Encerrada en un ascensor sin espejos, lleno de escarcha y oquedades, hiperventilo mi sudor y mi desgracia. No sé qué nombre ponerle a este final de cuento sin hadas. No sé qué nombre ponerle a mi pena, y la luna está lejos, y el mar no me habla, y yo estoy congelada.


Monday, November 13, 2017

Mil dos.

Soy un océano lleno de monstruos que sólo hablan de derrota.
Mil miserias en un cuerpo más marchito que este hueco.

Quiero dejar de contar los días.

Se me cae el alma, y la risa, y la vida.

Estoy perdida en un arrabal
donde todo es herida.



Sunday, November 12, 2017

lo intento pero sigo sin poder dormir.
las noches son tuberías que gotean,
granizo en las ventanas,
aullidos de loba en las montañas.

perdóname.
perdóname por haberte negado el aire,
por haberte puesto un mundo que no te correspondía encima de los hombros.

no quise cambiarte.
no quería.

no quise enjaularte.
no quería.

nunca quise que sintieras que me debías algo
porque nada me debías.

soy yo la que te debe.

el viento,
la suerte,
la risa.

un millón de palacios llenos de gaseosa
y horchata.

mis ojos hinchados
y mis ojeras diarias
me cuentan el mismo cuento cada noche.

y sigo pensando que aquel día
con tus Crocs y tus vaqueros viejos
ibas más bonito que la luna
y sus brillantes.

perdóname.

si mañana cae un meteorito
necesito que sepas
que estás en mis retinas.

que me faltas.


Día mil y uno sin ti.

Todo es una vorágine de vacíos y tristezas.
La habitación está llena de ti,
de tus ojos brillando.
Siento el peso de dos siglos en mis vértebras.
Ni siquiera me sirve el chocolate.


Friday, November 10, 2017

Te levantas en dos horas y yo no puedo darte los buenos días. Son tuyas mis ojeras. No me gusta este silencio. No me gusta no poder tocarte el pelo. No me gusta no saber explicarte bien lo que yo entiendo en mi cabeza pero luego nunca es como es en mi cabeza. Ves? Ya estoy escribiendo tonterías. Es tu culpa. Por ser tan bonito que te llevas mis palabras.

- 10 de noviembre, 4.17 de la mañana, esto es por ti.
Se me ha ido de las manos, la vida. Estoy sentada en un banco de madera esperando a que no llegue ningún autobús, con el corazón tiritando de frío y tristeza. Soy como Forrest pero sin bombones, sin ganas de hablar, sin esas ganas de abrir la puerta a cualquier desconocido que esté dispuesto a escuchar o a hacer como que escucha. Mierda, supongo que no soy como Forrest. Soy como la bestia sola en su castillo, como Robinson antes de Viernes, como el jorobado pero sin gárgolas. No tengo nada, la soledad se me resbala por los átomos, todo sabe a desierto y podredumbre, a calles vacías de domingo, a vertedero abandonado, a manicomio después de las pastillas. Rauda hacia los muros de hormigón y cristaleras voy, sin frenos, ni vendas en los ojos. Que me duelan las costillas, que se me abran los huesos, que pueda sentir el dolor en mi carne. Que pueda al fin sentirme. Abandonada a este pozo de saudades y boleros. Abandonada a este cierzo y esta ola y este hielo. Abandonada. Las calles se visten de invierno y lo veo todo absurdo y feo. Hay como un aroma de desconsuelo. Como un espejismo de ausencias numeradas.

¿Quién sabe cuanto dura un hasta cuándo?






Tuesday, November 7, 2017

El planeta sigue girando a la misma velocidad mientras en mi corazón se forma la Tercera. Guerra, digo. No sé cuantos mil soldados alrededor del mismo blanco. 3,2,1 fuego. Todo es sangre y desgracia. Tragedia programada. Lo sabíamos. Ya lo sabíamos. Caímos en paracaídas en mitad de unas coordenadas sin nombre y esperamos poder confundir al enemigo. Pero eso hicimos, sólo esperamos. Y a veces, no hay escudos, no hay corazas, no hay alambres de espino suficientemente fuertes para contener la ira de unos tanques que siempre fueron demasiado libres, demasiado ellos. Qué se hace, cuando ya tenías las manos vacías pero ahora además las tienes llenas de agujeros, cuando todo tu cuerpo parece territorio conquistado, cuando sientes que no eres, que no te perteneces, pero tienes que seguir en la trinchera porque se lo prometiste a la luna aquella vez que ya te dejaron sin sangre, porque se lo prometiste a esa parte de ti que ya no sabes si existe pero que esperas que siga respirando en alguna puta parte. Qué se hace, cuando todo sabe demasiado a vacíos a los que no quiero poner nombre, a agujeros negros que no quiero asemejar a tragedias tan grandiosas que no caben en mis labios. No seré yo la que compare la guerra con un corazón sangrando, pero quizá sí sea algo parecido a eso, algo parecido a terminar atravesado y magullado, derrotado, rendido, tendido en el barro, en medio de un país que no es el tuyo, rodeado de personas que no te pueden ayudar porque también se están muriendo. Es lo que tiene hacerse mayor, los corazones se rompen. Yo que siempre me rompía los pantalones a la altura de las rodillas y mi madre me ponía petachos cuando todavía eran salvables, sonrío ante la niña que fui: ojalá pudiera seguir rompiendo sólo pantalones, ojalá no se me rompiera nada más. Pero me rompo. Me sigo rompiendo. Y ojalá mi madre supiera poner petachos en las costuras del corazón, ojalá supiera remendarlo. Pero estoy sola con mi agujero y mi tristeza, con este devastador desierto después de la artillería, con este océano de sal y de tortura. Estoy sola y soy soldado que sabía que iba a una guerra perdida pero que quiso luchar por sus ancianos, que quiso luchar por sus mujeres, que quiso luchar por sus hermanos. Que quiso luchar porque sabía que en la lucha y sólo en la lucha yacía la libertad y que por ella lo haría. Lo curioso de todo esto es que yo ni siquiera luchaba por mí. Luchaba por ti. Y en el camino de perderte, he interpretado mal los mapas, la brújula ya no apuntaba, caí en fuegos enemigos y llena de mierda y de suspiros también me he perdido. Y qué se hace, joder, qué se hace, cuando te pierdes a ti misma y ya no sabes resistir.


Saturday, November 4, 2017

los tejados siguen huérfanos.
la luna es de las trincheras.

hay una mariposa atada al viento a punto de pestañear,
un zapato sin cordones tirado en la cuneta,
pupilas que viven al margen de la ley y del abrazo,
y este negro hastío igual que un largo túnel.

han teñido de olvido las campanas,
no hay nadie en este pedacito de tierra,
el viento sólo es de las veletas,
y los cuervos se saben los secretos.

guarda el rosario,
están encendiendo la hoguera.
no te va a salvar,
él no te va a salvar.
él que os dio los rezos y los salmos
que os hizo creer que sí podía,
está en otra ciudad,
otro universo,
aquí la fe está vacía.
guarda el rosario,
en el ombligo del abismo no te ayudará a volar,
serás caída.

y haremos que doblen de nuevo las campanas,
por todos los que cayeron creyendo en algo
que luego nos dijeron que no era de verdad.
pero murieron,
murieron,
joder, tuvo que serlo.


los tejados siguen huérfanos.
la luna es de las trincheras.
tengo el corazón gitano
y el alma llena de amapolas.
rojo sangre,
rojo fuego,
rojo revolución y guerra.


como el beso de un rebelde
en la frente de su amigo.
cuando muere y algo grita
y entonces sí es de verdad.


Me duele el mundo. Me duele el mundo justo en el oeste de mi pecho, de una manera trágica y certera, de forma ensordecedora, de una manera brutal. Me duele, me duele el mundo y su desgracia, lo que fuimos durante un pestañeo, lo que ya no seremos. Me duelen, me duelen el mundo y sus mentiras, las caras B de las personas, todo lo que no me dicen pero piensan, todo lo que no me dices. Un puño ensangrentado como templo, 40.000 pecados que no nos caben debajo de la piel. A las noches es más fuerte el ruido de todos los latidos que no dejamos ir. Me duele, me duele no sé qué y no sé donde, y es de hielo, y es de acero, y me atraviesa la vida y la sangre y me deja sin aire y me tiembla. No quiero sentir, pero siento el mundo cayendo, el mundo perdiendo, el mundo muriendo, y mi habitación no alcanza para protegerme de todas las malas palabras que les oí decir. Cada cicatriz es muesca y victoria, otro suspiro en mitad de las preguntas. Yo que vivo entre el todo y la nada, con las manos vacías pero llena de sueños, sin monedas que hagan ruido, sin billetes que compren palacios de cristal. Yo que vivo lejos de todo lo que amo y cerca de todo lo que estoy aprendiendo a amar, tengo las banderas rotas y no pienso en fronteras. Yo que nací en esa ciudad, y soy de esas calles, y que ahora estoy aquí y un poco en todas partes, no concibo patria más grande que sus ojos sonriendo. Y duele, duele el mundo cuando llora, cuando es odio y no caricia, cuando no quedan abrazos y la indiferencia calla. Que todos tenemos miedos y fantasmas y pasados, pero que también somos agua a punto de regar las margaritas. Que podemos ser desastre, rendición y mil adioses, pero que también podemos ser un inténtalo de nuevo, un si no puedes tu solo yo te doy mi mano, un espérame, que levanto el puño contigo. Que sin la misma sangre podemos ser hermanos, que podemos ser sonrisas y un quédate otro rato, que podemos cambiarlo, joder, que podemos cambiarlo. El mundo, todo esto que me duele en la espina dorsal y me clava a un suelo que quiero besar porque es vuestro. Y yo os estoy queriendo. Por tanto, también es un poco mío.






Wednesday, November 1, 2017

Era el llanto,
el llanto a la orilla de los sueños,
el llanto que sabía a plomo y hielo,
el llanto que oprimía
y que partía.
Llanto que era flor de quinto día,
llanto que era gris melancolía,
llanto que era cielo azul tristeza.

Lloraba,
lloraba sola en ese nido,
ella lloraba
y era agua y era mar y era oleaje.

Un ramillete de flores silvestres hundido a sus pies,
y la tierra se movía, y su alma se caía,
y era invierno, y todo fue frío y cristales.

Qué terrible era tener que medirse en el reflejo que devuelve un espejo roto.
Sus ojos,
océano y locura,
no estaban preparados para tanta alevosía.

Sus manos,
siempre vacías,
eterna e infinitamente vacías,
acariciaban el marco de la ventana
como las madres acarician a su bebé  recién nacido. El horizonte era una promesa tan bonita.

Y entonces, se encendía un cigarro y llamaba a su gato. Su vida entera cabía en ese cuarto.


Wednesday, October 25, 2017

cuando te quiera,
que será tarde y a deshora,
me mirarás quizá con ojos asombrados,
quizá también con un resquicio de sospecha.

yo no diré nada.

cuando te quiera,
pegaré post-its en todas tus ventanas,
haré de tus gemidos
mis canciones,
y te dejaré el sol encendido
cada vez que me vaya.
por si nunca te gustó la plastidecor negra,
y prefieres esos matices de naranjas.

tú no digas nada.

cuando te quiera,
seré tu viento
y tu tormenta,
te dejaré volar cometa,
y nunca te pediré tu para siempre.

cuando te quiera,
seré tu alcohol en las heridas,
tu ibuprofeno de domingo,
pañuelo de seda en tu hemorragia,
tabla de madera en tu naufragio.

cuando te quiera,
seré abrazos,
y poemas,
y cerveza.
y todo eso que no escribiré
pero te haré hasta desgastarte.

cuando te quiera,
te diré siempre que eres luz
y eres gigante.
y podrás tú solo
con el mundo
pero me graduaré en cuidarte.

y que no falten nunca
las sonrisas kamikazes,
las locuras de piratas,
y el huracán que quema.

y que no falten nunca
las mañanas de adoquines,
los jardines de amapolas,
y nuestras lunas llenas.

cuando te quiera,
ya no te preguntarás cómo es que alguien ponga el cielo en tus manos.
te levantarás una mañana y serás todo estrellas.



(siempre es en abstracto pero a veces menos.)









Tuesday, October 24, 2017

- Quizá no lo sabías.
- ¿El qué?
- Que le querías.
- ¿Cómo se puede no saber eso?
- Yo qué sé, la gente no sabe tantas cosas.
- Ya, pero si quieres a alguien lo sabes, ¿no?
- ¿Cómo?
- No sé, sólo lo sabes.
- ¿Y entonces qué te pasó a ti?
- No lo sé.
- ¿Le tenías y ya no lo querías? Es una persona, no unos zapatos nuevos.
- Joder, ya lo sé.Y estoy intentando averiguar por qué me pasa esto.
- No, para. Tienes que dejar de pensar, dejar de ser tan racional, dejar de hacer listas y de darle mil vueltas a todo. A ver, ¿te duele?
- Sí, joder. Sí.
- Pues ya está.
- ¿Ya está qué?
- Te importa.

Se quedó callada un momento. ¿Le importaba? Sí, suponía que sí. ¿Pero le importaba porque le importaba él? ¿O le importaba que él y el resto del mundo pensaran que era una mala persona? Había algo dentro de ella que no le dejaba saber qué era lo que sentía de verdad por ese par de ojos y esa forma de ser tan indiferente a todo que tanto le sacaba de quicio. ¿Le quería? ¿Le había querido alguna vez? ¿Se había enamorado de él en algún momento de aquel caótico verano? Pero, al fin y al cabo, ¿qué era el amor? Un cuento que les había vendido Hollywood para que siguieran viendo películas que eran imposibles de comprar si no fuera porque al final de una historia completamente inverosímil y absurda los protagonistas se daban cuenta de que se querían y terminaban casándose o haciendo alguna locura parecida. Uno de esos gestos heroicos y románticos que tanto le gustaban a media población sin que ella llegara a entender aún por qué. No lo entendía. No lo entendería en la puta vida. Y ahí tenía a su amiga, diciéndole que si le dolía le importaba. Vaya basura. Si tenías que esperar a sentir dolor para poder valorar algo ¿qué sentido tenía? ¿Si cuando tú llegabas la otra persona ya se había ido para qué tenía que pasar alguien por toda esa mierda? Tragó saliva mientras encendía un piti y miraba al horizonte con cara de hastío.

- Sí, tal vez me importe. 
- ¿Y?
- ¿Qué?
- ¿No vas a hacer nada?
- No. Él se fue porque quiso. Si alguien se va tienes que dejarle ir, está en su derecho. La vida es así. La gente se va.
- No, la gente lucha por aquello que quiere. Entonces te la suda, tienen ellos razón, no te importa una mierda.
- ¿Sabes? Estoy harta de que me digas, de que me digáis lo que tengo que hacer, cómo lo tengo que hacer, toda esta mierda. La vida es chunga a veces, ¿vale? Las cosas salen mal, todo se jode. La gente te falla. La gente te falla, ¡joder! ¿Sabes cuánto di yo por todas y todas esas personas que ya no están en mi vida? ¿Cuanto hice, cuanto aposté por gente que ni siquiera sabe dónde estoy o si sigo respirando? ¿Gente a la que le daba igual que llorara, que me cayera, que me partiera el alma y las rodillas en cada puta caída? Les di mi vida. Todo lo que soy y lo que tengo. Lo hice todo, absolutamente todo por ellos. Les pinté el cielo de colores y les regalé mi mejor sonrisa todos y cada uno de los días... ¿y a cambio de qué? De que me rompieran el corazón. Sin fallo. Todas las putas veces. ¿Tanto te preocupa él? Vete, vete corriendo y consuélale, dile que soy lo peor, que estoy llena de corazas, que nada me importa, que nada me enternece, que soy de hielo. Venga, corre, díselo. Al fin y al cabo, ya lo hiciste una vez.

Estaba respirando rápido, levantando el tono de la voz, acordándose de todas las personas que la mataron por dentro. Tenía ganas de llorar, sentía las lágrimas al filo, pero no, no iba a llorar, no le daba la gana. Su amiga la miró con cara asustada, como si supiera que había tocado el botón que no era, con miedo de que explotara del todo. Intentó tranquilizarla:

- Vale, vale, tranquila, no pasa nada. Tienes razón, te entiendo. 
- No, no me entiendes una mierda. Pero me da igual. ¿Quieres oírlo? Sí, me importa, me importó cuando vino y me importó cuando se fue, me importó todos los putos segundos en los que estuvo. ¿Pero sabes qué? Después de todas las hostias, de todos los golpes, de toda la mierda que intentan venderme, de todas y cada una de las decepciones, tengo una respuesta muy clara, para ti, y para ellos. Sí, me importa. Pero yo me importo más.

La miró con una mirada llena de dolor y rabia. Le dio el último calo al cigarro y lo tiró al suelo. Se metió las manos en los bolsillos de la chamarra y tiró a andar hacia el río. No había luna y hacía frío, pero le daba igual. Quería andar y no pensar. Dejar que el dolor se fuera atenuando. Detrás de ella, su amiga todavía tenía una última pregunta.

- ¿Yo también te falle, verdad?

No se dio la vuelta. Respiró hondo dos veces e intentó que la presión del pecho no pudiera con ella. Un millón de pensamientos en un sólo segundo y esa imagen. Esa puta imagen otra vez.

- Sí, lo hiciste. 
- ¿Y por qué nunca lo hablaste conmigo?
- Porque no quería escucharte.
- ¿Por qué?
- Porque volverías a elegirle a él.

Y así, con una lágrima asomándose al abismo, siguió caminando con la esperanza de que algún día todo volvería a estar bien. 



Monday, October 23, 2017

IMPERFECTOS

Creo que éramos imperfectos el uno para el otro.
Y qué bonito.

Tú y tu manía de fumar a cada rato.
Yo y mi manía de fregarlo todo,
de lavarme 40 veces las manos.
A veces me mirabas raro,
como ese anochecer de agosto
mientras les daba patadas a las piedras del camino
y tú no lo entendías, y entonces las movías y me hacías la puñeta
pero te reías y hacías el tonto y me reía,
y eso sí que era perfecto.

Pero aún recuerdo ese atardecer de las afueras,
ese camino entre las hierbas,
el beso que te di
y tu mirada congelada antes de las palabras: no vale enamorarse, ¿eh?
No valía, ¿verdad?
Tú ya sabías que no sería.
Sabías que no sería suficiente para robarte el corazón y el aliento,
el alma y la vida.
Que yo no llegaría,
porque yo nunca llego.
Pero en vez de salir corriendo,
me quedé por cabezota,
me quedé con tus dictados y tus normas,
bajo tus condiciones,
sabiendo que tarde o temprano
mis alas se rebelarían a favor de mis latidos.

Hoy he caído al suelo,
y las alas se me han llenado de barro,
y tengo la cara sucia y veo el cielo borroso,
y soy solo sal y ganas de salir corriendo al regazo de mi madre,
a esconderme del mundo y sus maldades,
a ser niña otra vez, a ser desastre
que sólo a mi madre le dejo intentar ordenar,
ordenarme.

Yo, que no te pedía matrimonio, ni la palabra eternidad,
que te quería libre y tuyo,
pero que también me quería mía y especial,
me estoy cosiendo el corazón mientras se desangra.
Necesito contener como sea la hemorragia,
para tener sangre y luz y vida
para cualquier persona que llegue con intención de revolver y de quedarse.
Cualquier persona que ya no serás tú,
ahora que ya conocía todos tus recovecos de memoria.

Y yo, que quería ver mil películas contigo,
enseñarte mi calle y mis aceras,
a mis amigas sonriendo un día entre semana,
mi mar y todas y cada una de mis orillas.
Yo que quería darte el cielo y la luna y mis entrañas,
que quería construirte palacios y ventanas,
hacerte el amor y no la guerra,
darte la luz y con un cuchillito de luna lunera cortarte las penas.

Me voy.
Sin consuelo y con lo puesto,
sabiendo que me perderé todos tus amaneceres,
que será otra quien te dé los besos en la frente,
el sol y la galaxia, todo lo que le dejes.

Te vas.
Enfadado y congelado,
con todas las puertas cerradas,
sin cederme nunca el paso,
con tu razón y mi fracaso.

Al final,
nos dejamos pasar.
Pasamos.

Y estoy cansada y el universo es infinito y Einstein tenía razón.
Qué estúpido todo.

Pero cuando me duelen los pulmones no me permito quedarme.
Entre tu adiós y mi pelo nace un reguero de sangre.

Espero que nunca tengas que echarme de menos.



Saturday, October 14, 2017

If life gives you lemons..

Que la vida me dio limones cuando te puso en mi camino y por primera vez no tuve ni puta idea de  como hacer limonada. Por primera vez fui folio blanco, bic sin tinta, el tic-tac del reloj de la tripa del cocodrilo, un amargo sabor a nada. Perdí el significado y el sentido y todas las direcciones de mis mapas marcaban tu Atlántida, tu país de nunca jamás, tu invierno, tu utopía. Debajo de mis átomos encontré un petirrojo herido que intentaba aferrarse a una ramita de olivo que alguien había dejado tirada en la cuneta. El cielo lloraba plomo y yo intentaba recordar la letra de aquella canción que siempre hacía que quisiera ponerme a bailar, ponerme a sonar, a soñar, a volar. Intentaba recordar a qué olía el sol, a qué la vida, cómo había sido aquella orilla antes de tu pelo color noche pizarra. Pero tus ojos eran grilletes y tus palabras espadas, y yo sólo era una aprendiz de polizonte. No supe escoger el barco, tampoco el mar, tampoco el color de la bandera. Color carmín, color herida, tacto marfil, tacto suicida, seda y mentiras, seda y dolores, seda y arcilla. Mis pies pisando el barro, mi alma marchitada en un jarrón de porcelana que se acabaría de romper con tus silencios y partidas. Como mujer de marinero mirando al horizonte esperando a que vuelva el amor de su morada, esperé más de mil lunas a colapsar en tu mirada, esperé más de mil lunas, desesperaba. Y aquí sigo, sin verte, siempre sin verte, sabiendo que pude sólo porque tenía, que si no hubiera sido por la inercia de mi propio vendaval nunca habría podido volver a pronunciarte. Pero lo hice y supo tan insípido, tan templado, que no quise no sentir nada, que eché de menos el dolor, que eché de menos la batalla, la guerra, la trinchera, la metralla más allá de las hogueras. Que eché de menos el dolor, el dolor de no tenerte, de no tocarte, de no poder amarte hasta el final de los segundos que ellos inventaron, de no poder decirte mirándote a los miedos que yo te cuidaría por un millón de infiernos y mucho más allá. Como Lorca, bodas de sangre y droga y mierda, y tú con ella, y tú con ella, y yo muriendo porque jamás entendí como fuiste capaz de hacerme eso, de hacerme polvo, de hacerme huesos. Arrancándome la carne y las entrañas una noche de noviembre para siempre, para siempre, para siempre…te odiaría para siempre. Y sin embargo…


Y, sin embargo, aquí me tienes, en medio de limones que saben a tormentas que tienen tu apellido y tus ojeras, y todavía lo siento latiendo en un costado y te oigo gemir, y te oigo latir, y te oigo con ella, siempre con ella y dentro de mí es todo templado, templado, templado… porque después de ti ya no volví a los tejados.



Monday, October 9, 2017

Cuando llegue el fin del mundo

Cuando todo sea campo abierto, escombro y ceniza,
cuando el mundo vierta su última gota de metralla, 
cuando no haya rosarios atados a las manos,
cuando el silencio grite como un niño al nacer,
y todo se funda en ese trágico gemido.

Entonces,
entonces será tarde
y demasiado,
y estaré andando descalza
y seré sangre
y no estarás.

Y las nubes serán negras
y estarán aborreciendo cada historia que contaron
que decía que sería un eterno mar de lluvia
y no este páramo.

Entonces, será tarde,
y el conejo blanco dejará de hablar
porque nadie le hizo caso
y no llegamos, no llegamos
a salvarlos, a salvarnos,
y un millón de chimeneas
escupirán la porquería de mil corazones turbios
que no supieron sonreír a la orilla del invierno.

Entonces,
entonces será tarde
y demasiado,
y estaré bailando sola
y seré miedo
y huracán,
y no estarás,
y no estarás,
y no estarás mirando.

Cuando llegue el fin del mundo y nadie esté
y todos se pierdan,
lanzaré la última piedra
a todos los tejados que sí nos vieron soñar.

En mitad de la Gran Vía
y sin relojes,
eternos mientras el mundo sí giraba
y nos sentía.
Nos sentía y nos decía
que podíamos volar.
Y yo lo hacía,
yo lo hacía,
cada vez que sonreías
y mis ojeras no echaban de menos el mar.

Eras océano y tormenta
y cielo azul y mil tornados.
Y te quería,
te quería,
como la guerra a sus soldados

Cuando llegue el fin del mundo estaré pensando en ti.
Y será tarde,
y demasiado,
pero seré cometa.






Thursday, September 28, 2017

sufrí porque todos sufrían
y el llanto azul del cielo me caló los huesos.

abrí en canal un corazón que sabía a intentarlo
y se desplomó de golpe
antes del último peldaño.
se inmoló entre las ruinas
de una ciudad imaginaria que prometía
girasoles
y algo de paz entre palabras.

todos lloraban,
nadie reía,
y las nubes eran tan oscuras
y estaban tan tristes,
que hasta el cielo entro en comunión
con todos aquellos rostros
que no tenían patria.

otro paisaje desolado.

sufrí porque todos sufrían,
porque hacía frío y no teníamos mantas,
tampoco manos que supieran a caricias,
ni siquiera canciones que pudiéramos bailar.

nos quitaron la música.

era el vacío,
tierra yerma que se abría a nuestros pies como las aguas,
sueños desérticos vestidos de cajas de cartón y porquería.

era el vacío,
más de mil miradas llenas de hielo,
el eco que nunca devuelve la carcajada.

el mundo se caía,
y yo sufrí porque todos sufrían.
porque no había trincheras,
ni leña para empezar a construir hogueras.
un pedazo de tierra maltrecho,
destinado a ser
testigo de todo un manantial de sufrimiento.

era invierno,
y todos sufrían.

el corazón del planeta latía arrítmico, asustado,
y todos los pájaros del cielo corrieron a sus nidos.

como una bomba nuclear era el amor que se perdía,
que no encontró ya el camino
entre tanta soledad.





Saturday, September 23, 2017

Vete, si quieres.
Si las luciérnagas te alumbran un camino distinto,
si las veletas oxidadas te marcan otros vientos,
si aquí la vida se te achica entre las manos.

Vete, si quieres.
Si es otra y no mi carne la que envuelve tus entrañas,
si es otro y no mi pelo el que roza tus mañanas,
si no es mi risa la que quieres provocar con tu locura.

Vete, vete, vete.

No seré yo quien te construya jaulas,
no seré yo quien te frene las ganas,
no seré yo el dique que contenga tus mares.

No seré yo, mi vida.

Vete, si quieres.
Que yo siempre viví entre puntos y aparte,
que siempre supe irme
cuando no pude quedarme,
que también me acostumbré a que todos se marcharan.


Vete.

Que yo me quedo.
Con mis sueños y mis miedos,
bailando en medio del caos y vestida de desastres,
sonriéndole al silencio en el que volveré a volar,
a ser pirata.





- he vuelto.
- sí, ya lo veo. ¿por qué?
- no lo sé, sentí que tenía que hacerlo.
- ya, pero por qué.
- ¿necesitas una razón?
- sí.
- ¿por qué?
- porque la gente no tiene derecho a irse así, sin una sola palabra, sin explicaciones, sin despedirse, y luego volver como si no hubiese pasado nada.
- vale, tienes razón, no es justo.
- no, claro que no lo es. es súper injusto. como todo lo que tú me has hecho. y todavía sigo pensando que no tienes derecho a estar aquí. y mucho menos a nombrarla.
- ¿y qué quieres que haga?
- que te calles y que te vayas por donde has venido.
- no puedo. me he dado cuenta de que la cagué contigo.
- ¿y ahora te das cuenta? yo me di cuenta en el mismo segundo en el que te vi besándote con ella. siendo tan lista como eres no entiendo como no lo viste.
- joder, Alma, sí la cagué, la cagué, y lo siento, ¿vale? no puedo deshacer eso. si pudiese lo haría, joder, pero no puedo. sólo puedo seguir desde aquí, intentar hacerlo bien ahora.
- ¿y de qué me sirve a mí ahora? ahora es tarde, tarde. deberías haberlo sabido. creía que sabías cuanto me gustaba esa cita, creía que sabías que yo no esperaba, creía que me conocías. y, sobre todo, creía que me querías lo suficiente como para no engañarme con esa.
- esa..
- sí, esa. no se merece otro calificativo por mi parte. sé como juega y no me gusta. si tú la consideras lo suficiente como para haber tirado lo nuestro por la borda, me parece perfecto. pero deberías decirle que los leggins nunca molaron y que cuando hablas de la segunda persona no se pone la s al final. es estuviste, no estuvistes.
- te pica, estás picada.
- no, no estoy picada. sólo flipo que con todo lo que hemos vivido y con todo lo que hice yo por ti, tuvieras el descaro de ponerme los cuernos con alguien que le diera tantas patadas al idioma cuando te pasaste los primeros dos meses corrigiéndome todo lo que yo decía mal. qué pedante eras, joder. estaba ciega, ¿verdad? vaya idiota fui.
se quedó callada. cada una miró al suelo sin saber qué hacer. después de encenderse un piti Silvia empezó a hablar:
- ¿y tú qué? ¿qué haces con Eva?
- ¿y a ti qué coño te importa?
- que tampoco entiendo qué haces tú con ella. es tan.. tan..
- ¿tan qué? a ver, venga, qué tienes que decir.
- no sé, supongo que no es tu tipo. no me cuadra contigo. no lo veo.
- ya, yo tampoco veía que tú llegases a hacer lo que hiciste, pero mira, la vida te sorprende.
se quedó callada. entendía toda la rabia y el odio que sentía hacia ella. había cometido el error más grande que podía haber cometido. pero no podía seguir lejos de ella, al menos no sin intentarlo una vez más. Alma la estaba mirando fijamente. habló:
- es súper lista, aprendo un montón con ella, me lleva a sitios guays, me cuida, me protege, sabe respetarme, es tranquila, buena persona, tiene un gran corazón, le gustan los animales y quiere viajar mucho. quizá no lo veas, pero estoy bien. me gusta. enserio, no sé por qué sigues intentándolo, pero yo no quiero seguir hablando contigo. ¿vale? además llego tarde.

se dio la vuelta y empezó a andar. su pelo largo se enredaba con el viento y sus zapatillas blancas estaban igual de sucias que siempre. nunca las limpiaba. era algo que aprendió rápidamente, a las pocas semanas de empezar a salir. le gustaban las zapatillas viejas y ajadas, sucias y rotas. no entendía por qué pero tenían que estar así para que las disfrutara plenamente. sonrío al acordarse de ese detalle. era una tía rara. siguió mirando como se iba, hasta que cuando ya se encontraba a unos trescientos metros de ella, gritó:

- no te hace reír.
Alma se dio la vuelta y le dijo:
- ¿qué?
Silvia se acercó, la miró a los ojos y volvió a decir:
- que no te hace reír.
Alma la miró con ojos extrañados, pero no fue capaz de decir nada.
- os he visto juntas. en el bar y en el parque la otra vez. habla mucho y parece que todo el rato tenéis temas de conversación, pero no te he visto reír ni una sola vez. cuando estás con ella no brillas.

tragó saliva. aquellas palabras no quería oírlas.

- he salido ganando. contigo no podía hablar de nada, siempre estabas diciendo tonterías y haciendo el indio por la calle. ella es inteligente y me enseña cosas y es madura y tiene proyectos de futuro y simplemente tiene sentido y ya está.
- ¿tiene sentido? ¿ahora eres de esas? ¿encuentras algo convencional y aburrido y te parece suficiente?
- no es aburrido, y sí es suficiente.
- mira, yo seré todo lo que quieras, y la habré cagado como nadie y...
- ¡SI! eso es, la has cagado como nadie y ahora no tienes derecho a nada, así que cállate y déjame, joder.

se dio la vuelta rápidamente con intención de salir pitando de allí, pero Silvia fue más rápida y la agarró del brazó. Alma se dio la vuelta y se quedaron una a un palmo de la otra, mirándose a los ojos, respirando fuerte.

- lo que tú quieras. asumo todo, absolutamente todo lo que tengas que decir de mí. y no me importaría que estuvieras con otra si supiese que eres feliz. pero sé que no lo eres.
- ¿y tú qué sabes?
- te conozco, tus ojos no brillaban. no tenías luz. y tú no eres así. joder, tú no eres esa mierda.
- no, aquí la única mierda eres tú. no olvides lo que has hecho y por qué estás tú ahí y yo aquí.

Silvia se quedó callada un rato pero no dejó de mirarla a los ojos. Alma le aguantaba la mirada con cara de rabia y asco. parecía que estaban a punto de pegarse. entonces Silvia le soltó el brazó y se acercó hasta que casi no quedaba espacio entre las dos.
- sí, soy una mierda, pero te hago reír. y pensaba que nunca serías tan mediocre como para cambiar la risa por esa monotonía barata y cutre. pensaba que tú jamás buscarías lo que tuviera sentido, sino aquello que te hiciera perderlo. y en tu fuero interno sabes que los mejores recuerdos son todos esos en los que estamos haciendo el indio y riéndonos como locas. no lo reconozcas si no quieres, pero sabes que es así.
- no, no es así, Silvia. y estate preparada, porque creo que puede ser la definitiva.
- pues qué pena. el mundo ya nos putea demasiado, y el día a día ya es demasiado duro, como para llegar a casa y que te encuentres lo correcto. lo que deberías encontrarte es lo que te hace feliz, la locura sin sentido que te hace latir, todo eso que saca tu mejor versión.
- bueno, esa es tu opinión.
- no, lo triste es que era la tuya. pero supongo que si las cosas cambian también pueden cambiar las personas. no te reconozco. y lo que más pena me da no es que no estés conmigo, sino que estés con alguien que hace que no seas tú. eso es algo que nadie debería aceptar. conformarse en el amor es lo más estúpido que puede hacer una persona. y pensaba que tú no eras una estúpida.
- y no lo soy.
- entonces, ¿por qué ya no te ríes?

Silvia la miró un rato con ojos tristes y luego se fue. Alma se quedó parada mirando como la chica de pelo corto que un día había hecho que se volviera loca se volvía a ir de su lado. no sintió nada, sólo un leve escalofrío al filo de la nuca. ya no se reía, era verdad. se dio la vuelta y empezó a andar en dirección a su parada de metro. intentó acordarse de cómo era la vida antes, pero no, ya no tenía recuerdos. estaba bloqueada, paralizada, sumergida en un estado de inercia absoluta. y la vida pasaba, y el tiempo pasaba.... y ella ya no se reía.