Tuesday, October 30, 2018

a veces el cielo llora,
todo es avaricia y hielo,
emociones amortajadas,
la gangrena del corazón.

derrama la humanidad migajas de mentira,
nadie se pregunta por qué ya,
nadie se pregunta nada,
y los semáforos siguen cambiando de color.

qué bestia ésta que nos persigue,
ésta que nos destruye las caricias,
la forma innata de sentir,
de ser abrazo.

mastico este absurdo metálico
y lo escupo a los silencios,
a la indiferencia que nos pisa como papel sobre la mesa,
como si sólo fuéramos viento.

¿y qué somos?
más que tristezas y naufragios encerrados en cuerpos
que se tambalean bajo la fuerza del tiempo.

no cuentes los segundos.
quédate un rato más bajo la luz de los cerezos.
el otoño me desnuda lentamente
y mis textos saben a mañanas de martes.

estoy haciendo camino.
sólo que aún no sé hacia dónde.

mi corazón está tan negro que no me da miedo mirarte.




Monday, October 29, 2018

Iré a buscarte más allá de la rutina y los paneles luminosos en los que se anuncia "próximo tren dos minutos". Con las manos vacías y mil interrogantes que no quiero resolver, con las pupilas llenas de campos de trigo y noches de invierno entre mantas de lana y estampado escocés. Así, como quien llega sin avisar pero con revolución y fuego, con los brazos abiertos y el alma dispuesta a estamparse con cada muro de ladrillos y hormigón. Ya no me da miedo decir en voz alta que tus ojos danzan en mi vientre y que ojalá tu sonrisa de nuevo en cualquier calle de Madrid o inmediaciones. Que ojalá tu sonrisa porque, niño, tú no sabes qué le haces al aire, qué pasa cuando los pájaros te rozan y te sienten algodón, como suena esa canción cuando tú pasas. Que existes y qué grande te celebro. Que brindo por tus ojos en este día raro en el que no sé si escribirte o hacer como si no. Como si no me hicieras duda, torpeza irremediable a una tecla de distancia. Que ya sé de sobra que yo no pero si sí el cielo y la luna brillarían para ti y un mapamundi de colores colgaría en tus ventanas para darte el mundo, recorrerlo a la vera de tu mochila, sabiéndote libre y salvaje, queriéndote así: incandescentemente tuyo. Que no te pongan nunca diques y que tu sonrisa encuentre siempre un lugar al que llamar hogar. Eres mar y tierra, un millón de mariposas envueltas en ternura. No sé como hacerte justicia en este ahora. Pero te pienso. Tanto que a veces no sé por dónde empezar a no contarlo.



Friday, October 26, 2018

vuelves a no sonreír
y no vienes hacia la nada,
hacia el hastío,
no vienes y no vas tampoco,
y te quedas en un lugar parecido a este,
pero sólo parecido,
y no brilla tanto la estrella polar,
la estrella no brilla.

los mapas están escondidos donde nadie suele mirar.
no es que sea difícil encontrarlos,
es sólo que nadie mira,
porque semáforos,
y luces de neón,
carteles enormes anunciando la próxima compra del mes,
otro regalo quizá,
otra deuda tal vez,
y miran a todas partes,
a lo luminoso,
a los escaparates llenos de cánones marcados,
de imposición,
de pastiche barato,
y no miran donde la gasolina forma un tímido arco-iris al borde de la alcantarilla oxidada,
ahí no mira nadie.
nunca mira nadie.
y por eso no se encuentran los mapas.

y tú te vas como se van las nubes al final,
porque no les queda otra, porque tienen que irse,
porque ya han llovido sus entrañas de algodón
y ahora le ceden paso al raso cielo,
al añil que tanto me gusta,
ese añil que a veces estaba por todas partes,
me acuerdo,
todavía me acuerdo,
que estaba por todas partes.
yo lo respiré.


tú te querías ir, yo me quería ir,
todos nos queríamos ir,
pero algunos se quedaron
y esperaron
como se espera a Godot,
así,
con determinación y angustia,
porque el futuro quién sabe,
nadie sabe,
nadie sabe nada.


las tazas de café no las lleno de café
y los vasos siempre medio vacíos,
siempre tan cristal,
por todas partes,
no los utilizo,
no me gusta dejar sentencia de que estuve,
no me gusta la marca de carmín en el abismo,
no me gusta que lo sepan,
que me sepan.
que no me vean.


estoy saliendo ya por la puerta
y esta máscara de pestañas me traiciona.
no calzo tacones,
no hay ruido,
no hago ruido,
sólo dejo atrás el aire,
la forma que ocupé en el espacio,
lo que fui y lo que no fui bailando suave,
y esas sillas altas tan incómodas
que no hacen que quieras quedarte.
no te quedas,
no te quedas,
no te quedas nunca.


vuelvo a no sonreír,
camino hacia ninguna parte.

y esta luna en esta pausa habla de posibilidad.














Thursday, October 18, 2018


Me gustan las casas con alfombras. Me dan sensación de protección, de calidez. Además si te sientas en el suelo no tienes tanto frío. Incluso te puedes tumbar. Siempre me ha gustado sentarme en el suelo. En el de mi cuarto o en la calle, en cualquier suelo. Me siento bien. Igual será porque de pequeña me pasaba el día por el suelo, y cada vez que me siento vuelvo a sentirme así. Me gusta el olor de los muebles de madera. Cuando huele a madera, a monte, a naturaleza. Es un olor que me hace sentirme en casa. No me preguntes por qué. Me gustan las toallas grandes. Que cuando sales de la ducha te tapen todo el cuerpo y te sientas calentita y así no sientas el frío que hace siempre en los baños. Porque no hay nada que odie más que salir de la ducha y que el polo norte se haya apoderado de mi baño. A la playa también me gusta llevar toallas grandes y de colores. Que te puedas tumbar sin que te entre toda la arena. Aunque al final siempre me acabe entrando la arena igual igual. Me gustan las camas grandes, aunque siempre he tenido camas pequeñas. Pero de mayor quiero tener una cama enorme, al lado de un ventanal enorme por el que siempre entre luz. Y así cuando me despierte veré el sol, o la lluvia, o lo que sea, y será guay. Lo más guay es que podré dar vueltas en la cama y no se me caerán las mantas. Porque será tan grande que no se podrán caer. Y si tengo muchos niños también podrán venir a dormir conmigo o a saltar en la cama y será super divertido. Me gusta que cuando entro en casa todo huela a la comida que se está cocinando y tú puedas saber desde que entras por la puerta que te toca hoy para comer. Me gustan los cojines. Siempre quiero que haya muchos, en el sofá o en las camas. Aunque en la mía sólo tengo uno, y no sé por qué, debería tener más. Creo que dan sensación de que está blandito, sensación de que el lugar es confortable. Y además los puedes usar para hacer guerras con tu hermano. Aunque cuando te da con la parte de la cremallera de la funda hace bastante daño. Pero las guerras son divertidas. Me gusta que las casas digan algo de la gente que vive en ellas. Creo que de hecho todas las casas dicen algo de la gente que vive en ellas. Incluso esas casas que son todo modernas, y parece que nunca están sucias, y que todo se ordena solo, y que es todo super perfecto. Pero yo no tendría una casa así. Me gustan las casas sencillas, como la casa vieja del pueblo. Y como nuestro piso, que tiene 70 metros y es muy pequeño pero no lo cambiaría por nada. Porque las casas guardan los recuerdos y cuando envuelven una familia se convierten en hogares. Y eso es muy especial. Y me gustan sobre todo los detalles. Como una foto encima de una mesilla, un tenderete revuelto, las flores de la cocina, el vaho en el espejo al salir de la ducha (que puedes escribir lo que quieras y es genial), las zapatillas de casa al lado de la cama, los cojines desordenados del sofá, una cama sin hacer, una silla llena de ropa, el escritorio con los lápices sin afilar, un corcho lleno de fotos, un armario desordenado, un zapatero desbordado de zapatos, el paragüero olvidado en una esquina, una lamparita pequeña, los libros de las estanterías, las cortinas entre abiertas, el olor a Cola-cao por las mañanas, el ruido de los cacharros en la cocina, el sonido del agua hirviendo, el ruido de llaves de cuando alguien llega a casa, el abrir y cerrar de las ventanas, la lluvia contra los cristales, el tacto de las mantas... y, sobre todo, la melodía de las voces de los que viven en ella.