Tengo las pupilas llenas de otoño
y las manos me tiemblan como me temblaban antes de un examen.
Un remolino de hojas secas
se tropieza con mi pelo
y soy una maraña
de cosas que sigo sin decir,
de cosas que no digo.
Bailar con ella sólo fue una excusa para acercarme más a ti.
Pero tú no me miraste.
Recojo bandejas llenas de mierda
mientras pienso
en cómo sería desayunar
en uno de esos bares de carretera
decorados a los años 70.
Octubre y su forma de decirme, tranquila,
tal vez mañana.
Pero estoy tan lejos de California
como del lado oculto de la luna
y ya no me quedan excusas.
El día que me ate un pañuelo a la cabeza
y me coja una furgoneta vieja
muchos se seguirán preguntando
cómo coño lo hice.
Tú ni siquiera sabrás que me fui.
Pero algún día,
algún puto día,
si el universo todavía sabe
devolver los golpes,
mirarás a la nada
y pensarás: mierda, esa loca me quiso,
y yo la maté de verdad.
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