Me
gustan las casas con alfombras. Me dan sensación de protección, de
calidez. Además si te sientas en el suelo no tienes tanto frío.
Incluso te puedes tumbar. Siempre me ha gustado sentarme en el suelo.
En el de mi cuarto o en la calle, en cualquier suelo. Me siento bien.
Igual será porque de pequeña me pasaba el día por el suelo, y cada
vez que me siento vuelvo a sentirme así. Me gusta el olor de los
muebles de madera. Cuando huele a madera, a monte, a naturaleza. Es
un olor que me hace sentirme en casa. No me preguntes por qué. Me
gustan las toallas grandes. Que cuando sales de la ducha te tapen
todo el cuerpo y te sientas calentita y así no sientas el frío que
hace siempre en los baños. Porque no hay nada que odie más que
salir de la ducha y que el polo norte se haya apoderado de mi baño.
A la playa también me gusta llevar toallas grandes y de colores. Que
te puedas tumbar sin que te entre toda la arena. Aunque al final
siempre me acabe entrando la arena igual igual. Me gustan las camas
grandes, aunque siempre he tenido camas pequeñas. Pero de mayor
quiero tener una cama enorme, al lado de un ventanal enorme por el
que siempre entre luz. Y así cuando me despierte veré el sol, o la
lluvia, o lo que sea, y será guay. Lo más guay es que podré dar
vueltas en la cama y no se me caerán las mantas. Porque será tan
grande que no se podrán caer. Y si tengo muchos niños también
podrán venir a dormir conmigo o a saltar en la cama y será super
divertido. Me gusta que cuando entro en casa todo huela a la comida
que se está cocinando y tú puedas saber desde que entras por la
puerta que te toca hoy para comer. Me gustan los cojines. Siempre
quiero que haya muchos, en el sofá o en las camas. Aunque en la mía
sólo tengo uno, y no sé por qué, debería tener más. Creo que dan
sensación de que está blandito, sensación de que el lugar es
confortable. Y además los puedes usar para hacer guerras con tu
hermano. Aunque cuando te da con la parte de la cremallera de la
funda hace bastante daño. Pero las guerras son divertidas. Me gusta
que las casas digan algo de la gente que vive en ellas. Creo que de
hecho todas las casas dicen algo de la gente que vive en ellas.
Incluso esas casas que son todo modernas, y parece que nunca están
sucias, y que todo se ordena solo, y que es todo super perfecto. Pero
yo no tendría una casa así. Me gustan las casas sencillas, como la
casa vieja del pueblo. Y como nuestro piso, que tiene 70 metros y es
muy pequeño pero no lo cambiaría por nada. Porque las casas guardan
los recuerdos y cuando envuelven una familia se convierten en
hogares. Y eso es muy especial. Y me gustan sobre todo los detalles.
Como una foto encima de una mesilla, un tenderete revuelto, las
flores de la cocina, el vaho en el espejo al salir de la ducha (que
puedes escribir lo que quieras y es genial), las zapatillas de casa
al lado de la cama, los cojines desordenados del sofá, una cama sin
hacer, una silla llena de ropa, el escritorio con los lápices sin
afilar, un corcho lleno de fotos, un armario desordenado, un zapatero
desbordado de zapatos, el paragüero olvidado en una esquina, una
lamparita pequeña, los libros de las estanterías, las cortinas
entre abiertas, el olor a Cola-cao por las mañanas, el ruido de los
cacharros en la cocina, el sonido del agua hirviendo, el ruido de
llaves de cuando alguien llega a casa, el abrir y cerrar de las
ventanas, la lluvia contra los cristales, el tacto de las mantas... y, sobre todo, la melodía de las voces de los que viven en
ella.
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