Monday, June 8, 2020

He pasado toda la noche en los andamios de los arrabales.
- Federico García Lorca



Mira qué triste me pongo,
mira como caigo a las esquinas,
a los dolores,
a las travesías llenas de zarzamora y hielo.


Mírame partirme, oye el trueno en mi pecho,
el crack de mis costillas contra el alma,
la respiración entrecortada por la pena
y esta cruz que cargo como un siglo de piedras.


Las lágrimas empañan las sonrisas que serían,
que estuvieron a punto de romper desgracias,
tragedias sin firmar de otro naufragio.


El agua de la fuente es más clara y el cielo está más tierno,
suena a esperanza cuando las golondrinas vuelan bajo,
los vaqueros son más cortos,
los vestidos llevan flores,
y el pelo largo de las niñas se llena de estrellas de mar.


Yo también siento el aguacero,
mis pies buscando el fuego y la venganza.
No sé cómo se llama esta nostalgia atravesada,
las ganas de llamarte sólo a ti.


Sostengo en mis manos un ramito de tristezas,
esta tierra baldía,
este universo de bondades que se derrama por doquier.
Aquí no hay nadie.


Era una superstición lo de cruzar los dedos,
igual que arrancar hojas de las margaritas,
haciéndolas morir ante nosotras,
por un ego mayor,
por una tontería.


Sólo importa lo que no se arranca,
lo que no se coge,
lo que se da con los ojos vendados dejando la espalda descubierta.
A cualquier puñal.
A cualquier traición.


Mira qué triste me pongo porque el tiempo pasa y no he visto florecer a los cerezos.
Los secretos se revuelven detrás de las cortinas
y el olor a madera tiñe de calor la frialdad de los hogares sin abrazos.


Llanto de medianoche y paño roto,
llanto de lirios quebrados,
llanto de sangre seca en los zapatos,
llanto de pan duro, de noches de San Juan.
















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