Me pongo a leer a escritores ilustres, a clásicos de siglos anteriores, a poetas perfectamente perfectos. Y me siento un primate intentando hacer fuego. Torpe, patosa e insignificante ante el gran mundo literario que la rodea.
Pero mi meta no es llegar a donde ellos llegaron. Mi meta es aliviar mi alma y mi corazón escribiendo con pasión aquello que de vez en cuando suele atormentarme, ilusionarme, apasionarme, o inspirarme. No prentendo nada, sólo ser yo misma ante el papel.
Y es que creo que todos ellos estarían de acuerdo conmigo en una cosa: escribir es la única medicina válida para el alma.
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