Thursday, November 17, 2011

No tenemos nada si no tenemos corazón.

Tuve suerte. En realidad tuve suerte. Y no lo he valorado nunca. Tengo un techo. Comida. Ropa. Un padre que me ha enseñado todo lo que sabe, y ha estado ahí siempre para darme un abrazo. Una madre, que a pesar de sus broncas, las discusiones y todo el drama de una adolescencia complicada, jamás se ha separado de mi lado, y siempre ha buscado lo mejor para mi. Un hermano al que adoro y siempre protegeré, alejándolo siempre que pueda del mundo y sus maldades. En definitiva una familia. Una vida medianamente feliz, sin lujos ni excentricidades, una vida tal cual, sencilla pero completa. Pero ni yo, ni nadie parece valorar la suerte que tenemos al meternos cada noche a dormir entre mantas y edredones.

¿Y ellos? ¿Que tienen ellos? Miseria. Pobreza. Muchos dirían que no tienen nada. Pero se equivocan. Tienen un corazón. Brazos para abrazar a sus seres queridos y protegerlos contra el dolor. Tienen una voluntad de hierro. Una capacidad de superación que va más allá de cualquier obstáculo. Tienen inteligencia. Capacidad de dar, de querer. Capacidad de aguantar, de soportar. Y sobre todo capacidad de soñar, de esperar, y no dejar nunca de intentarlo. Miran más allá. Mucho más allá. Espero que sepan lo que valen. Espero que siempre tengan muy presente que somos nosotros los que tenemos que aprender de ellos, y no al revés. Ellos están más cerca de la esencia de la vida que nosotros. Siempre lo han estado.

¿De que me he quejado todo este tiempo? ¿Porqué me pierdo en mis tonterías cuando hay gente ahí fuera que no se queja aun viviendo en condiciones un millón de veces más difíciles? Hoy siento vergüenza. Por mi misma y por mis semejantes. Porque hemos sido y somos, los que les hemos destruído. Sin derecho alguno. Me da asco. Me repugna. Y está sociedad no se baja del carril para mirar a los lados y ver a quién deja en la cuneta.

Ellos se merecen el mundo, el cielo y la luna. Nosotros, aunque ellos digan que lo tenemos todo, no tenemos nada. Porque lo mejor de un ser humano no está en lo que posee. Está dentro de él. Y nosotros lo perdimos. Y no sé si estamos a tiempo de recuperarlo. Parémonos a pensar, quizá así aun haya una esperanza para estos corazones amargados, que se ahogan en una burbuja compuesta de egocentrismo.

A la mierda todo.

Aquel que duerme a la intenperie, contando las estrellas mientras el sueño le envuelve puede ser el más afortunado del mundo. ¿Quienes somos nosotros para decir que no?

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