Todo invitaba a la felicidad, un grave contratiempo para mi estado habitual de desesperación juvenil. París es una ciudad gris y lluviosa, pero cuando llega la primavera y se llenan las terrazas y cantantes callejeras que parecen salir de todos los rincones cantan La vie en rose, la ciudad se convierte en el mejor lugar del mundo para, aunque uno no quiera, y prefiera la vida en negro, poder ser feliz.
- Vila- Matas, París no se acaba nunca
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