No me gusta cuando hace frío y no siento los dedos de los pies. No me gusta cuando me sale vaho por la boca. No me gusta cuando el suelo está nevado o congelado y me patino todo el rato. No me gusta el frío. No, no me gusta el frío. No me gusta cuando no quedan cereales. Cuando abro el armario y siento que el mundo se me cae un poco encima. No me gusta cuando no queda chocolate. Cuando parece que el universo se está poniendo en mi contra. No me gusta cuando estoy mojando la galleta y se rompe justo por la mitad. No me gusta cuando acabo el bol del desayuno y tengo que empezar a enfrentarme al día. No me gustan los lunes. Los martes tampoco. No me gustan las casas sin alfombras, los tejados sin azotea, las farolas sin parpadeo. No me gusta el café ni el olor a café ni la cara que pone la gente cuando les digo que no me gusta el café. Como si fuera marciana o algo. No me gusta el olor de los autobuses, ni el de los ambientadores, ni el de las tiendas de perfumes. No me gustan las películas de miedo, ni cuando el cine es tan caro que no me llega para las palomitas. No me gustan las colas, los cúmulos de gente, los metros. No me gusta cuando tengo papel en blanco pero no llevo bolígrafo. No me gusta hablar por teléfono, sobre todo con gente que no conozco. No me gusta planchar, ni hacer la escalera porque los vecinos no se ponen de acuerdo para contratar a alguien que la haga. No me gusta salir de la ducha y que el baño esté congelado, ni que haga tanto calor que a las 12 de la noche todavía quieras arrancarte la piel del agobio que tienes. No me gustan los bares llenos de gente donde no se puede bailar, ni la gente que me mira raro cuando bailo por la calle. No me gustan los mapas, me cuesta entenderlos y luego además nunca sé doblarlos. No me gustan las bolsas de plástico de los supermercados porque siempre se me amontona la compra mientras intento abrirlas y nunca lo consigo a tiempo. No me gusta casi ninguna canción de la radio, y tampoco esas que cuando oyes dos veces ya te has aburrido. No me gustan las distancias, ni los silencios demasiado largos. No me gusta mandar cartas que Correos hace que no lleguen. No me gusta tener a la gente que quiero a no sé cuántos códigos postales. No me gusta echar de menos. No me gusta sentir algo en la mitad del pecho y no poder decirlo. No me gusta que alguien entre en mi cabeza y me revuelva todo mi desastre. No me gusta no saber por dónde cogerme. No me gusta sentir que me pongo del revés. No me gustan los nudos en la garganta ni en la boca del estómago. No me gustan los nervios, las manos sudadas, las piernas temblando. No me gustan los minutos, las horas, los días que espero. Y no me gusta esto. Cuando tú no estás.
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