Friday, January 18, 2019

YA NO IREMOS A CENAR A UN MEXICANO

Día 1. He dormido mal pero eso no es nuevo. Las pesadillas siguen siendo algo recurrente, me levanto emocionalmente agotada. Pero hay que seguir. No recuerdo ahora cómo fue exactamente todo, los gestos de tu cara, los matices de mi risa nerviosa, cuándo empezaron a caérseme las lágrimas, qué pasó con el cielo. Y qué te pasó a ti. Cómo te fuiste tan lejos tan rápido. Vacío, el ensordecedor silencio que viene tras la tormenta, éste querer salir corriendo. Pero quedarme. Volver a salir a esas calles y saber que ya no andaré más rápido que tú, que no veré tu sonrisa brillando por Malasaña. Recuerdo que el primer día que quedamos fue en Sol. Qué oscuro todo ahora. Me recojo las tristezas en un moño revuelto y me alejo de la zona cero. Ya sé como va, estuve aquí antes. La tierra vuelve a girar una vez más sobre su eje, el fregadero vuelve a estar lleno de cacharros sucios y yo vuelvo a coger las llaves y me voy a trabajar. Tedio. Pensamientos que me pinchan las escamas. Dejo que el viento se lleve todo lo que íbamos a hacer e intento no transportarme a aquella mañana. Respiro hondo. Cierro las tapas.

Ya no tendrás que quejarte de que conmigo era imposible ir a comer a ningún sitio porque nada me gustaba. No tendrás que aguantar este manojo de nervios que soy, esta locura anticipada, este desastre de pelo largo que aún no sabe no sentir. Esas palabras me golpean en el pecho. Suena como a una ramita partiéndose. Prometo que no volveré a molestarte. Sonríe.


18/01/2019




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