Thursday, March 14, 2019

Quise ser y fui
compañera en el asfalto.
Los dientes de león estaban por todas partes
y el mar siguió guardando los secretos más nuestros.
Qué altas estaban las ramas de los árboles.
Pero teníamos el tiempo y la tierra.
La luna en lo más alto haciéndonos cosquillas.

Teníamos la luz, las espadas de madera,
el intento de volar,
y era tan nuestra la alegría que parecía que el mundo siempre iba a ser así: extremedamente fácil.

Qué ilusas fuimos,
pequeñas futbolistas de porterías de chaqueta,
las ciclistas que siempre se rajaban las rodillas,
artistas que pintaban con tiza tonterías.
Que entonces no lo eran.

Y la lluvia nos venía a recordar la importancia del refugio, del ven que yo te tapo, del corre, joder, corre no ves que nos mojamos, pero nos daba tanto igual. Nos importó una mierda.

Porque no teníamos normas ni reglas, no teníamos el tápate más, el súbete la falda, el peínate mejor, el así no estás presentable. qué coño me importaba, si yo solo quería el balón y el infinito, ser como todos ellos, india y vaquera, pistolas invisibles, balón prisionero, todos a una, el escondite, no había diferencias, no las había, porque el más rápido llegaba y nos salvaba, y si alguien se la quedaba demasiado tiempo era siempre democracia, había que cambiar. Y nada de trampas.

Pero éramos, éramos una piña, coches y muñecas, todos con las piedras, las latas, por qué tuvo que cambiar, por qué crecer y a la mierda, por qué.

Empezar a ver que ellas tenían más pecho que yo, empezar a darle importancia, 11 años, 12 años, los chicos, tener que ser algo, no sabemos qué pero algo, las broncas, problemas con amigas, rivalidades, no seas así, no grites, no seas mal hablada, esos pantalones no, pero me gustan mama, no, con eso no sales, y no salías. Pero te cambiabas en el portal porque rebeldía, el niqui en el buzón, hacer piruetas, querer ser leona y que te pusieran rejas. Tanto tanto tanto llevamos tatuado en los oídos y en el tórax, porque joder, dolía.

Toca desaprender, empezar a volver a crear islas en las que todo es posible porque salimos volando en barco y llegamos a hacernos amigas del cocodrilo, bailando como antaño alrededor del fuego. Toca desaprender, escuchar nuestros latidos, qué queremos ser, cómo queremos caminar, si no quiero tacones no quiero tacones, pero si los quiero me los pongo y que suene que piso, porque si hay que sonar sueno, la Mala, la Gata, la guerra, las palmas, y todo lo que soy gracias a ellas. A todas. Por ser compañeras de viaje, compartiendo maletas, kleenex en los baños, rimmel, pintalabios, todas las penas en una noche de alcohol que a pesar de todo terminó bailando. Y bailamos.


Y sólo me sale decir, cuando ya casi no tengo palabras, que la niña que fui sigue en mí y quiere horas de recreo, de juego sin preguntas, porque a los niños no les importa, ven, juega, y por favor, todas las manos, todos los ojos, todas las pieles, ser más pájaro, volar, dejar de mirar desde el odio, desaprender todo lo que sobra y no hace falta, y gracias papa, por no decirme nunca nada sobre mis vestidos.



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