Tuesday, January 2, 2018

negras,
las promesas que cayeron en olvidos,
las miradas que inertes sucumbían,
las palabras que fueron para nadie.

el gallo cantó y las campanas tan muerte,
tan vacío el mundo cuando las velas maullaban:
estamos de luto en el infierno.

tempestades tan bellas y aterradoras
que partían la tierra a su paso,
como manos llenas de arrugas y callos que partían el pan
para dárselo a la nueva sangre,
conservando la esperanza del florecer de la semilla,
lluvia en el trigo,
brote en el barro.

los rayos que no cesaban y la llenaban de miedos,
y ni siquiera una cebolla,
ni siquiera una cebolla tenía entre aquellas paredes con las que dormía
y despertaba.
siempre blanco techo,
siempre rojo herida.

y las banderas no eran negras,
pero negra era la furia,
y el mundo se caía afilado como acero
y cortaba las yemas de aquellos dedos entregados a la tierra y a la vida.

fueron negras,
las plegarias a ese dios que no escuchaba,
las ojeras de más de mil noches desvelo,
las mejillas derramando polvo y llanto.

oscura es la noche
y oscuros también los corazones que acechan en las sombras
para destruir presentes,
para coartar bondades,
para asesinar a sangre fría y bocajarro a miles de sueños en forma de personas.

cuántas lágrimas que nadie vio.
cuántos gritos ahogados.
angustia en el zaguán.
dolor incontable.

ella siguió viva y pensó que el futuro sería diferente.

y el futuro es ésto y yo no soy capaz de decirle que no ha cambiado nada.

pero seguiré mirándola con ojos de amapola y olivo,
seguiré admirando una a una sus arrugas,
seré fiel defensora de su nombre y de su lucha,
no pararé de bailar.

me calzaré los tacones
y al ritmo de esa canción
empezaré la guerra.

el vestido de la revolución
también será negro.



Foto: Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de Gracia, Berlanga, Badajoz.


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