Saturday, September 23, 2017

- he vuelto.
- sí, ya lo veo. ¿por qué?
- no lo sé, sentí que tenía que hacerlo.
- ya, pero por qué.
- ¿necesitas una razón?
- sí.
- ¿por qué?
- porque la gente no tiene derecho a irse así, sin una sola palabra, sin explicaciones, sin despedirse, y luego volver como si no hubiese pasado nada.
- vale, tienes razón, no es justo.
- no, claro que no lo es. es súper injusto. como todo lo que tú me has hecho. y todavía sigo pensando que no tienes derecho a estar aquí. y mucho menos a nombrarla.
- ¿y qué quieres que haga?
- que te calles y que te vayas por donde has venido.
- no puedo. me he dado cuenta de que la cagué contigo.
- ¿y ahora te das cuenta? yo me di cuenta en el mismo segundo en el que te vi besándote con ella. siendo tan lista como eres no entiendo como no lo viste.
- joder, Alma, sí la cagué, la cagué, y lo siento, ¿vale? no puedo deshacer eso. si pudiese lo haría, joder, pero no puedo. sólo puedo seguir desde aquí, intentar hacerlo bien ahora.
- ¿y de qué me sirve a mí ahora? ahora es tarde, tarde. deberías haberlo sabido. creía que sabías cuanto me gustaba esa cita, creía que sabías que yo no esperaba, creía que me conocías. y, sobre todo, creía que me querías lo suficiente como para no engañarme con esa.
- esa..
- sí, esa. no se merece otro calificativo por mi parte. sé como juega y no me gusta. si tú la consideras lo suficiente como para haber tirado lo nuestro por la borda, me parece perfecto. pero deberías decirle que los leggins nunca molaron y que cuando hablas de la segunda persona no se pone la s al final. es estuviste, no estuvistes.
- te pica, estás picada.
- no, no estoy picada. sólo flipo que con todo lo que hemos vivido y con todo lo que hice yo por ti, tuvieras el descaro de ponerme los cuernos con alguien que le diera tantas patadas al idioma cuando te pasaste los primeros dos meses corrigiéndome todo lo que yo decía mal. qué pedante eras, joder. estaba ciega, ¿verdad? vaya idiota fui.
se quedó callada. cada una miró al suelo sin saber qué hacer. después de encenderse un piti Silvia empezó a hablar:
- ¿y tú qué? ¿qué haces con Eva?
- ¿y a ti qué coño te importa?
- que tampoco entiendo qué haces tú con ella. es tan.. tan..
- ¿tan qué? a ver, venga, qué tienes que decir.
- no sé, supongo que no es tu tipo. no me cuadra contigo. no lo veo.
- ya, yo tampoco veía que tú llegases a hacer lo que hiciste, pero mira, la vida te sorprende.
se quedó callada. entendía toda la rabia y el odio que sentía hacia ella. había cometido el error más grande que podía haber cometido. pero no podía seguir lejos de ella, al menos no sin intentarlo una vez más. Alma la estaba mirando fijamente. habló:
- es súper lista, aprendo un montón con ella, me lleva a sitios guays, me cuida, me protege, sabe respetarme, es tranquila, buena persona, tiene un gran corazón, le gustan los animales y quiere viajar mucho. quizá no lo veas, pero estoy bien. me gusta. enserio, no sé por qué sigues intentándolo, pero yo no quiero seguir hablando contigo. ¿vale? además llego tarde.

se dio la vuelta y empezó a andar. su pelo largo se enredaba con el viento y sus zapatillas blancas estaban igual de sucias que siempre. nunca las limpiaba. era algo que aprendió rápidamente, a las pocas semanas de empezar a salir. le gustaban las zapatillas viejas y ajadas, sucias y rotas. no entendía por qué pero tenían que estar así para que las disfrutara plenamente. sonrío al acordarse de ese detalle. era una tía rara. siguió mirando como se iba, hasta que cuando ya se encontraba a unos trescientos metros de ella, gritó:

- no te hace reír.
Alma se dio la vuelta y le dijo:
- ¿qué?
Silvia se acercó, la miró a los ojos y volvió a decir:
- que no te hace reír.
Alma la miró con ojos extrañados, pero no fue capaz de decir nada.
- os he visto juntas. en el bar y en el parque la otra vez. habla mucho y parece que todo el rato tenéis temas de conversación, pero no te he visto reír ni una sola vez. cuando estás con ella no brillas.

tragó saliva. aquellas palabras no quería oírlas.

- he salido ganando. contigo no podía hablar de nada, siempre estabas diciendo tonterías y haciendo el indio por la calle. ella es inteligente y me enseña cosas y es madura y tiene proyectos de futuro y simplemente tiene sentido y ya está.
- ¿tiene sentido? ¿ahora eres de esas? ¿encuentras algo convencional y aburrido y te parece suficiente?
- no es aburrido, y sí es suficiente.
- mira, yo seré todo lo que quieras, y la habré cagado como nadie y...
- ¡SI! eso es, la has cagado como nadie y ahora no tienes derecho a nada, así que cállate y déjame, joder.

se dio la vuelta rápidamente con intención de salir pitando de allí, pero Silvia fue más rápida y la agarró del brazó. Alma se dio la vuelta y se quedaron una a un palmo de la otra, mirándose a los ojos, respirando fuerte.

- lo que tú quieras. asumo todo, absolutamente todo lo que tengas que decir de mí. y no me importaría que estuvieras con otra si supiese que eres feliz. pero sé que no lo eres.
- ¿y tú qué sabes?
- te conozco, tus ojos no brillaban. no tenías luz. y tú no eres así. joder, tú no eres esa mierda.
- no, aquí la única mierda eres tú. no olvides lo que has hecho y por qué estás tú ahí y yo aquí.

Silvia se quedó callada un rato pero no dejó de mirarla a los ojos. Alma le aguantaba la mirada con cara de rabia y asco. parecía que estaban a punto de pegarse. entonces Silvia le soltó el brazó y se acercó hasta que casi no quedaba espacio entre las dos.
- sí, soy una mierda, pero te hago reír. y pensaba que nunca serías tan mediocre como para cambiar la risa por esa monotonía barata y cutre. pensaba que tú jamás buscarías lo que tuviera sentido, sino aquello que te hiciera perderlo. y en tu fuero interno sabes que los mejores recuerdos son todos esos en los que estamos haciendo el indio y riéndonos como locas. no lo reconozcas si no quieres, pero sabes que es así.
- no, no es así, Silvia. y estate preparada, porque creo que puede ser la definitiva.
- pues qué pena. el mundo ya nos putea demasiado, y el día a día ya es demasiado duro, como para llegar a casa y que te encuentres lo correcto. lo que deberías encontrarte es lo que te hace feliz, la locura sin sentido que te hace latir, todo eso que saca tu mejor versión.
- bueno, esa es tu opinión.
- no, lo triste es que era la tuya. pero supongo que si las cosas cambian también pueden cambiar las personas. no te reconozco. y lo que más pena me da no es que no estés conmigo, sino que estés con alguien que hace que no seas tú. eso es algo que nadie debería aceptar. conformarse en el amor es lo más estúpido que puede hacer una persona. y pensaba que tú no eras una estúpida.
- y no lo soy.
- entonces, ¿por qué ya no te ríes?

Silvia la miró un rato con ojos tristes y luego se fue. Alma se quedó parada mirando como la chica de pelo corto que un día había hecho que se volviera loca se volvía a ir de su lado. no sintió nada, sólo un leve escalofrío al filo de la nuca. ya no se reía, era verdad. se dio la vuelta y empezó a andar en dirección a su parada de metro. intentó acordarse de cómo era la vida antes, pero no, ya no tenía recuerdos. estaba bloqueada, paralizada, sumergida en un estado de inercia absoluta. y la vida pasaba, y el tiempo pasaba.... y ella ya no se reía.



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