sufrí porque todos sufrían
y el llanto azul del cielo me caló los huesos.
abrí en canal un corazón que sabía a intentarlo
y se desplomó de golpe
antes del último peldaño.
se inmoló entre las ruinas
de una ciudad imaginaria que prometía
girasoles
y algo de paz entre palabras.
todos lloraban,
nadie reía,
y las nubes eran tan oscuras
y estaban tan tristes,
que hasta el cielo entro en comunión
con todos aquellos rostros
que no tenían patria.
otro paisaje desolado.
sufrí porque todos sufrían,
porque hacía frío y no teníamos mantas,
tampoco manos que supieran a caricias,
ni siquiera canciones que pudiéramos bailar.
nos quitaron la música.
era el vacío,
tierra yerma que se abría a nuestros pies como las aguas,
sueños desérticos vestidos de cajas de cartón y porquería.
era el vacío,
más de mil miradas llenas de hielo,
el eco que nunca devuelve la carcajada.
el mundo se caía,
y yo sufrí porque todos sufrían.
porque no había trincheras,
ni leña para empezar a construir hogueras.
un pedazo de tierra maltrecho,
destinado a ser
testigo de todo un manantial de sufrimiento.
era invierno,
y todos sufrían.
el corazón del planeta latía arrítmico, asustado,
y todos los pájaros del cielo corrieron a sus nidos.
como una bomba nuclear era el amor que se perdía,
que no encontró ya el camino
entre tanta soledad.
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