Déjame poner el mundo en tus manos.
Luego puedes hacer con él lo que quieras.
Como si lo rompes a martillazos,
me da igual.
No quiero que creas
que intento comprarte con regalos.
Yo nunca haría eso.
Sólo necesito hacerte entender
que no tengo límites
en lo que a este asunto se refiere,
no sé si me pillas.
Que no entiendo de horarios,
ni de distancias,
ni de agendas,
ni de nada.
Que puedo esperarte un día,
dos,
o toda la eternidad.
Que nunca voy a pedirte
que vengas.
Pero siempre te abriré la puerta
cuando llames al timbre.
Que no soy de las que te van
a necesitar 24 horas,
pero en las horas en las que estés conmigo,
te aseguro que no vas a necesitar a nadie más.
Que puedo volverme más loca si quieres,
o incluso aprender a ser normal,
pero seguiré siendo siempre,
en todos y cada uno de los casos,
una niña que no tiene miedo a volar,
ni a caer,
ni a darse la ostia.
Porque si algo me gusta,
no me quedo sentada viéndolo pasar.
Voy a por ello,
con todo.
Con mi locura,
con mi torpeza.
Aunque se rían de mí,
aunque crean que estoy loca.
Me gustas.
Voy a por ti.
¿Crees que estoy loca?
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