- Yo le dije que quería uno de esos, ¿como lo llamarías? ¿paquete? Bueno, pues uno de esos paquetes de palomitas, de tamaño pequeño, porque ya sabes que en los cines te ponen un montón de palomitas y no sé en el pequeño ya vienen muchas ¿no? Y le dije que quería eso y me fui al baño porque tenía que mear, que si no luego no aguantaba toda la peli. Y cuando salí, le vi allí, en medio del pasillo, con dos paquetes de palomitas, enormes, los más grandes de todos, eran gigantes. Me acerqué a él y le dije, "¿pero qué te has comprado? ¿tanta hambre tienes?", y me dice, "no, si no son para mí.", y le digo, "¿y para quién son?", y me suelta, así, tan natural, "pues para ti." Me quedé mirándole asombrada, ¿pretendía que me iba a comer dos paquetes gigantes de esos de una sentada? Estaba loco, vamos. Y entonces le dije, "A ver, pero yo no puedo con todo eso, ¡te dije que quería uno pequeño!". Y lo que me dijo después me dejó tan sin palabras que no sé describirte bien la cara que puse cuando me lo soltó, me dijo: "Ya lo sé. No pretendo que te las comas todas ahora, ni siquiera pretendo que te comas alguna, me da igual si te las comes o no, si se las tiras al de delante o haces migas con ellas. Me da igual. Sólo quiero que las tengas. son para ti. Y si te las comes pues mejor. Estás preciosa cuando comes palomitas, cuando escarbas entre ellas intentando dejar a un lado los maíces que no se han hecho, comiéndolas con ganas, con ansia, como si llevaras días sin comer. Te brillan los ojos y mientras miras a la peli atontada tus dedos rebuscan en esa maraña blanca, y son tan suaves, tan tiernos... cuando estás así, callada y comiendo palomitas, sin saber que te miro de reojo, sin saber que soy consciente de cada movimiento tuyo, como cuando se te cae un puñado al suelo porque eres así de desastre y las miras con cara de pena, no sé bien si por ensuciar el suelo o porque ya no puedes comértelas.. te comería entera. Estás tan adorable que no quiero que pares nunca de comer palomitas y me quedaría mirándote eternamente, y sería feliz sólo con eso. Sabes a magia, a sueño, a amanecer recién pintado... Lo estuve pensando y me di cuenta de que sí, de que te sientan bien las palomitas." Y yo me quedé callada un momento, no sabía qué decir, apenas llevábamos unas semanas saliendo, ¿y qué coño me estaba diciendo? No entendía nada. Y le pregunté lo único que se me ocurrió preguntarle, porque era tan raro que no conseguía asimilarlo.
- Oye, ¿pero y tú como sabías que me gustaban tanto las palomitas?
- ¿Te acuerdas el primer día que quedamos? ¿Que íbamos andando por Gran Vía hacia la cafetería de la esquina porque te apetecía tomar allí un café? Se nos cruzó un grupo de chicas y una iba comiendo palomitas. Te quedaste mirándola, pero al de un segundo comprendí que no la mirabas a ella, mirabas a la bolsa de palomitas. Entonces te mordiste el labio inferior y pusiste la misma cara que pone un crío delante de un caramelo. Y lo supe.
- ¿Y lo supiste?
- Sí, lo supe.
- ¿Así de fácil?
- Si observas detenidamente las cosas te das cuenta de muchos detalles. Sólo hay que estar atento.
- ¿Me estás diciendo que se nos cruzó un grupo de chicas y que tú te quedaste mirando como miraba yo esa bolsa?
- Sí.
- No lo entiendo.
- ¿Qué no entiendes?
- Pues eso, lo que me estás contando.
- ¿Y por qué no?
- Pues porque no, porque es muy raro.
- Si te parece raro que me fije en cada uno de los gestos y detalles de la chica con la que quiero pasarme el resto de mi vida, pues sí, soy un puto raro. Pero si pretendes que voy a ser el típico tío que va a ver pasar a un grupo de chicas y se va a quedar embobado mirándolas, conmigo estás equivocada. Me parece mucho más interesante observarte a ti. Y es lo que pienso hacer, desde hoy hasta el día que te aburras de mí. Así que vete acostumbrándote.
- Y, joder, pues me quedé mirándole con cara de tonta. Era lo más curioso que me habían dicho, y desde luego me parecía raro de cojones. Pero el simple hecho de haberle visto allí, con dos paquetes gigantes de palomitas sólo para mí y que me dijera que quería dármelas porque sabía que me gustaban un montón y le encantaba mirarme mientras me las comía... en ese momento, tuve ganas de sonreír y sonreír y no dejar de sonreír. Y entonces me di cuenta de que me había enamorado.
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