Tuesday, November 24, 2015

Y todo eso de que quería que fueras feliz aunque no fuera conmigo era una mierda. Un truco que me inventé para construirme una coraza. Para hacerme la fuerte y poder sonreír sin que la piel se me partiera. Un truco para seguir. Si, todo eso de que quería que fueras feliz aunque no fuera conmigo era una mierda. Una mentira más que intenté creerme, una excusa más para no aborrecer cada segundo que pasaba sin tener esas palabras, tus palabras. Una excusa más para no aborrecerte. Pero supongo que nada de eso funcionó. No conseguí aborrecerte. Ni siquiera un poquito. A pesar del silencio. A pesar de todos esos días esperando un "qué tal?", algo, cualquier cosa, que me hiciera saber que para ti seguía existiendo. La invisibilidad siempre fue mi super poder, supongo. Es lo que fui, es lo que he sido para ti: jodida y absolutamente invisible. Y sí, es una mierda. Pero también se que no cambiaría nada. Ninguna de las veces en las que te di los buenos días, ninguna de las veces en las que intenté que me contaras qué te pasaba porque te notaba más oscuro que de costumbre e intuía que algo andaba mal. Nunca me lo contabas, pero espero que al menos supieras que podrías haberlo hecho y que yo habría estado ahí fuese lo que fuese, pasase lo que pasase. Todavía lo estaría. Y me odio por ello, porque no te mereces nada, nada, nada, de mí, pero no puedo evitarlo. Fue demasiado tiempo, demasiados días, demasiadas noches. Lejos pero cerca, cerca, demasiado cerca de todos mis puntos débiles. Fue demasiado tiempo. Y de la noche a la mañana ya no estabas. Te habías ido. Te fuiste. Te fuiste. Y ni siquiera miraste atrás ni una sola vez. No te importó nada, no te importé nada. Lo hiciste tan fácilmente que todavía sigo pensando que todas las conversaciones que tuvimos a través de esa pantalla fueron mentira. Que yo si estaba pero tú no. Que no estuviste nunca. Y me entran ganas de llorar. Pero no lloro. Y me entran ganas de romper todos los poemas que escribí pensando en tus ojos. Pero no los rompo. Y sigo aquí, escribiendo estupideces que no vas a leer, sólo para calmar este océano salvaje que late en mi pecho, esta rabia ingobernable que me hace querer llegar a donde estés y gritarte a pleno pulmón que no entendiste nada, y que sí, que fuiste un miserable por haberlo hecho así. Pero si te tuviera delante no sería capaz de decirte nada, ni una puta palabra. Sé que sólo sería capaz de mirar al suelo y alejarme. Y no tienes ni idea de cuanto me jode. Saber que no tendría fuerzas para enfrentarme a ti. Saber que no podría decirte nada malo. Saber que aunque me hiciste sentir como una colilla, como un kleenex usado, como cualquier mierda que se pega a tu zapato, yo nunca podría decirte nada malo. No podría, joder, no podría. Todo eso de que te merecías lo mejor que te pasara, todo eso de que ella sería una tía cojonuda, todo eso era verdad. Te lo prometo por todo lo que más amo. Pero eso de que quería que fueras feliz aunque no fuera conmigo, joder, no. No, no quise eso. Nunca habría firmado ese contrato. Pero la vida no te da la opción de cambiar los pasos. Claro que quería que fueras feliz. Era lo único que me importaba. Pero no con ella. Jamás con ella. Jamás con otra que no fuera yo.

El tiempo cura, decían, y es verdad. Ha pasado el tiempo y este silencio ya no grita, ya no me hace sangrar. La vida sigue y yo con ella. Me liberé de un peso que me oprimía el pecho, que me dolía. Me liberé de ti. No sé dónde estás, no sé cómo estás. Dejé de escuchar tu voz porque me rompía el alma, porque acordarme de tu pelo me volvía a desgarrar. No sé qué hiciste a partir de ese momento, no sé qué vas a hacer, dónde acabarás. No sé si la vida nos hará volver a vernos, o esta nada es lo único que va a quedar. Seguramente lo segundo. Pero ahora puedo decirlo de otra manera, ahora puedo decirlo sin temblar. Quiero que seas feliz. Que seas feliz con ella. Y que en la vida, nada, ni nadie, borre jamás tu sonrisa. Me libero de todo lo malo y me quedo con lo bueno. Con aquel día en que empecé a volver a soñar. Con aquel día en que tus ojos me dolieron tanto que entendí que la flecha me había dado justo en la mitad. Con aquel día en que pensé: que duela, joder, que duela, y que no deje nunca de doler.

Ahora ya no duele, ahora ya no dueles. Y siento que algo de mí se ha escapado para siempre.




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