Tuesday, December 19, 2017

Eres la lluvia que me moja y me devora y me hace polvo. Témpano maldito que atraviesa costuras, que parte y rasga, que hace añicos. A lo lejos la nieve, el silencio. Y en este ahora un vacío infinito que sólo deja lugar al eco. A los fantasmas que fueron, que revolvieron, que hicieron un arte de aterrorizar recuerdos. Eres la lluvia y el cielo lo sabe. El intento frustrado de una boca por llegar a morder la vertical del horizonte. Gradientes que llegan hasta el sol y no me miran, un destello fulminante hecho de sangre y de galaxias. Mapas marcados como hierra en mi piel que sólo saben dirigirme a tu hemisferio. Y cómo cambio el viento, si se desata con la fuerza de mil mares enredados en un lienzo, y es tan tuyo y tan de nadie que no puedo dar el próximo paso a ese paisaje. Estoy fuera, del círculo y de la ruta migratoria, y como ganado mirando al tren, sólo sé quedarme, sólo sé ponerme en standby y hacerme parche. Perpetro un crimen entrañable cada vez que te miro y tiemblo rara, cada vez que se me cae la vida y el mundo para. Desarmada y sin mentiras, soy transparente ante tus ojos. No me ves, no me ves y estoy latiendo. Y el tiempo pasa y cae cascada y me desmorono entre palabras que no digo y no diré. Las siento espina. Vuelve a llover y no te escribo. Soy un muro de hielo a punto de resquebrajarse ante tu imagen. Sabes a mar y eres burbuja de insania hasta las nubes. Cuanto azul y cuanta sal entre rendijas.

 Eres un millón de polaroids en mi memoria.

El niño que se ríe y vence al miedo.



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