Saturday, December 16, 2017

Quiero ser viento entre su pelo y me pesan ladrillos color oro en las costillas. No hay baldosas hacia su tierra, no hay camino. Un mundo lleno de palabras sabor fresa se enreda en sus hoyuelos y como puede entonces no ser vida. Se nubla el cielo, se cae la norma, todo es torbellino y congoja, y como espero que aparezca cuando todo es ruido y vino. Ahí, en mitad de la coordenada (0,0,0,0). Con su mar, con su luz, con sus alas. Ángel extravagante de otras latitudes. Mirada hecha de pan y de versos, ternura irremediable colgada de un presente. Y yo temblando, agarrándome al ahora, intentando que no venza la madera. Me siento preparada para describir ante un público de ciegos cómo brilla él cuando se apaga el cielo. Y hablo de los que de verdad no pueden ver. No de esos que miran y no se dan cuenta. Porque han pasado lunas y ha llovido un poco, pero fui lince en el segundo hola. Fui lince y yo le vi y lo comprendí. Por eso me da miedo contarlo.







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