Saturday, December 2, 2017

Y qué bonita la vida en este pulso. En este paisaje sin mar pero con olas. Dulce nana en oídos de recién nacidos que aún no han sido malogrados por la miseria del mundo. La inocencia dura tan poco.

Estuvimos en el borde,
en el filo del cuchillo y su venganza,
como una mariposa atada al tallo de una rosa,
a punto de volar, o de cortarnos.

Fuimos fuego,
devoramos el cemento
y los renglones,
la forma correcta de ser.
Y a la mañana siguiente no nos dolía la cabeza.

La luna era tan nuestra
que nos sentimos héroes,
ingrávidos y libres en aquella cacería.

De brujas,
de monstruos,
de no sé qué.
Algo parecido al miedo.

Corrimos hacia ninguna parte.

No íbamos a darles el placer de capitular la luz.

Los relojes eran nuestros.



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