Saturday, November 15, 2014

Escrito a 15/11/14

- Tronca, no pierdas el tiempo deshojando una puta margarita. La respuesta siempre es no.
- ¿Y eso cómo lo sabes?
- Pues porque lo sé y punto.
- No tienes ni idea.
- ¿Y tú? ¿A caso tú tienes idea?
- Pues no pero..
- Ya, y como no tienes ni idea, pretendes que una margarita te solucione la existencia ¿no?
- No es eso..
- ¿Entonces qué es? Mírate, míranos. No nos quiere nadie, somos unas parias, unas tías raras de cojones que ni siquiera saben relacionarse como es debido con la gente. ¿Quién crees que nos querría en su vida?
- Yo qué sé, tía. No tengo ni idea. Pero no sé, ¿soñar es gratis no?
- Soñar es una forma de escapar de la realidad. Pero cuando la realidad es tan cruda como la que tenemos delante no sirve de nada intentar escapar. Nos alcanzará siempre.
- Me chafas todo, tía.
- Lo sé. Pero hazme caso, es mejor así.

Tiró la margarita al suelo y se puso a mirar la luna.

- Que bonita es.
-¿Quién?
- La luna.
- Ah, sí.
- ¿Para ti no?
- No sé, nunca me fijo en realidad.

La miró con una desesperación que no le cabía en los bolsillos.

- ¿Ves?
- ¿Ves qué?
- Eres tú tía.
-¿Soy yo qué?
- Eres tú el problema.
- ¿Qué?
- Que no es que seamos raras, ni unas parias, ni pollas. Intentas hacérmelo creer, pero no es así. Eres tú. Eres tú la que no cree en nada.
- ¿Pero qué dices? Yo si creo en cosas.
- ¿Sí crees? Y una mierda. Te da igual todo. No crees en la belleza, en las emociones, en los sentimientos. No te fijas en la luna, en como brilla, en como nos mira desde arriba. Cualquiera con un poco de sensibilidad mira a la luna y tiembla. Yo miro a la luna y tiemblo, joder. Y me siento pequeña y grande a la vez, y siento que somos un milagro, y que estamos aquí, y que es fascinante, y que es un privilegio estar respirando y admirando el brillo de ese satélite gigante. Y tú dices que no te fijas. Y eres así con todo. Te da igual, simplemente no te importa. Te dan igual las flores, los árboles, el cielo y las nubes. Te dan igual las margaritas y los dientes de león. Te dan igual los charcos y los chaparrones que hacen que el mundo se llene de calma. Te da igual todo. Y lo peor de todo es que te dan igual las personas. Y si te dan igual las personas, te da igual el amor. Y ese es tu puto problema. Por eso me dices esas cosas de que nadie nos va a querer. No es que nadie nos vaya a querer, es que tú no quieres querer a nadie. Y eso es un asunto muy distinto. A mí no me metas en ese puto saco. Yo no soy como tú. A mí me importan la cosas. Me importa la luna, y este momento y estar aquí y respirar. Me importa sentir mi corazón latiendo y me importan las jodidas margaritas. Y sobre todo, me importan las personas. Me importas tú y me importa él. ¿Lo pillas? A mí si que me importan las cosas. No digas que no.

Se quedó callada. Miró al suelo un segundo y luego levantó la vista para mirarla. Era una tía lista sí, y más sensible que el mejor de los poetas. Lloraba tanto, y saltaba tanto, y bailaba tanto. Y sí, tenía razón, las cosas le importaban. A veces demasiado. ¿Y a ella? ¿Sería verdad que las cosas no le importaban nada? No claro que no era verdad. Y tenía una pregunta que hacer al respecto. Quizá no justificaba su comportamiento pero al menos le ayudaría a hacerle entender por qué tenía una actitud tan pasiva ante todo.

- ¿Y no te duele?
- ¿No me duele el qué?
- Todo eso. Todo eso que te importa.
- Sí, claro, por supuesto que me duele. ¿Pero eso qué coño tiene que ver?
- Pues eso, que no hemos venido aquí para que nos duela. Que eso es una mierda. Que nadie quiere sentir dolor. Que es mejor que no te importen las cosas, intentar mantenerte al margen, ser inmune a todo.

La miró y sonrío. No pudo evitarlo.

- Estás equivocada. Hemos venido aquí justo para eso: para que nos duela. Para sentir. ¿Si no, de qué serviría estar viva? ¿Si no sientes de que te valen las cosas? ¿Si no te importa nada qué cojones haces aquí?

Y entonces se acercó mucho, hasta ponerse a dos centímetros de la cara de su amiga y le dijo:

- Si tienes miedo a sentir, di que tienes miedo a sentir. Pero no hagas como que el mundo te la suda. Porque no es verdad. Veo como le miras, y veo como tiemblas cada vez que se aleja con ella. Y todo este discurso que te has montado no es más que una coraza. Pero esconderse no es la solución, sólo te estás engañando. Lo que pasa es que sientes, que te importa. Y eso te acojona mucho más que cualquier otra cosa en la vida. Porque duele, claro que duele. ¿Pero que sería del mundo sin dolor? Todo lo bueno se consigue luchando, sufriendo, haciéndose daño. Sino acuérdate como venimos a la Tierra: con dolor, con un jodido dolor tan grande que todas las madres del mundo gritan y se desesperan y se vuelven locas en las salas de parto. Pero después del dolor, llega la sonrisa, el milagro. Y no sería tan importante, no sería tan valioso, si no hubiese dolido tanto.

La volvió a mirar. Estaba confundida, con una expresión rara en el rostro. A ella no podía engañarla, la conocía demasiado bien. Sonrío mientras la miró con una expresión tierna, y mientras cogía otra margarita y empezaba a saltar por el camino, miró hacia atrás y le dijo:

- Y esto recuérdalo siempre.






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