Friday, January 29, 2016

Después de currar he dejado el móvil en casa, he cogido un paraguas de mi padre (necesario porque llovía pero sigo odiándolos a muerte), y he salido a andar. Necesitaba aire, lluvia, oler a tierra mojada, oscuridad. Tenía la cabeza llena de ideas, demasiadas ideas, sentía como si el cerebro me fuera a explotar. Necesitaba dejar la mente en blanco, liberarme de todas esas ideas, frases, locuras que me iban devorando. Son una obsesión, un trabajo constante. Llevaba la libreta en el bolsillo, y sujetando el paraguas con la mano izquierda como podía, iba escribiendo cosas aleatorias. A veces me pasa, que no puedo parar. Incluso aunque salga, aunque intente desconectar. Están en mi cabeza, dando vueltas, y no me dejan tranquila. Y si las dejo ir, se van, y ya no vuelven. Pero son tantas que tampoco puedo apuntarlas todas y es como si quisiera escapar de mi cerebro, escapar de mí misma, pero no puedo, y entonces busco el silencio de la noche, la caída rítmica de la lluvia sobre el suelo, sobre el paraguas. Y ando, ando, y sigo, buscando el silencio, un silencio desgarrador que no deje sitio para más, y, a su vez, deje sitio para todo. Y me encuentro en medio de un aparcamiento a semioscuras, con el paraguas sobre mí, mientras la lluvia sigue cayendo, sola, completamente sola, intentando entender por qué la gente huye de la lluvia cuando yo siempre me he sentido tan atraída hacia ella. Será que nací en el norte, será que sigo siendo piscis. Y me doy la vuelta y sigo andando. Intento subir esa cuesta que lleva hacia el camino que va al lago, pero está todo muy oscuro, y no hay farolas, y los coches siguen pasando por la carretera, y a mí no se me ve bien, y me da miedo que puedan atropellarme y decido darme la vuelta. Y mientras vuelvo hacia el pueblo, intento fijarme sólo en el compás de mis pasos, en el sonido de la lluvia, en el frío, en el olor de la noche. Intento sacar todo eso que me aturde la cabeza, destruirlo, evaporarlo, hacerlo polvo. Lo intento, lo intento, lo sigo intentando. "Sal de mí" le digo a mi cabeza, pero ella hace como que no me oye y te vuelve a nombrar. Hay cosas que no se pueden combatir, hay cosas que no se pueden superar. Hay cosas que están, que siguen, que permanecen. Que se enganchan a todas tus neuronas, a todos tus recuerdos, a toda tu espina dorsal. Que se enganchan tanto a ti que no hay quien las arranque. Sí, a pesar de todo lo que hagamos hay cosas que no se pueden olvidar.

A veces ni en un millón de vidas.

La lluvia hoy no ha servido de nada. La lluvia hoy más que nunca era tú. He llegado a casa y me he puesto a escribir. Detrás de toda la mierda, sigues. Y sólo se me ocurren dos cosas: todavía. y ¿hasta cuando?


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