estábamos
tocando el fin del mundo con la punta de los dedos, y nos importó
una mierda. era como esperar la caída de un meteorito, como esperar
el apagón definitivo, como esperar a que prendiera la chispa que se
lo llevara todo. estábamos locos. éramos felices.
estaba
tocando el fin del mundo con las yemas de mis dedos, y me importó
una mierda. cerré los ojos y me quedé escuchando su voz, sabía a
cola-cao con galletas. en ese momento no sabía que un día
entendería que era él quien me mataba. nunca el mundo me importó
menos que aquella noche de mayo. estaba loca. era feliz.
pero
llegó la oscuridad,
mi
fin del mundo.
él
a 600 kilómetros de mí,
un
silencio que dolía más
que
35.000 puñales.
si
hubiéramos tenido que luchar bajo esa lluvia habría perdido todas
las guerras. de él no me salvé, de él salí corriendo. a veces el
corazón es incapaz. a veces el corazón tiene que salir huyendo. ojos que no ven, canciones que no suenan.
hagas
lo que hagas,
y
a pesar de las agujas,
en
esta vida hay personas de las que no te recuperas.
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