Wednesday, May 17, 2017

La vida sigue pasando con la misma fragilidad pausada: los días se mueren de asco. Los relojes derretidos a la vereda del tiempo son castillos donde todavía podemos escondernos de las brujas. Pero pasamos, amor, pasamos, por esta cuarta dimensión que nos consume con un gesto de victoria y reconquista. La vida sigue pasando con la misma belleza varada: los días reviven en llanto. Sigue pasando la vida. Aprendemos a sentir cada una de las costillas, recordamos que surgimos de la profundidad de los océanos. Y qué azules son sus ojos. Como dos cielos atrapados para siempre alrededor de unas pupilas. Le miro. Inevitablemente le miro. Oscuridad brillante que me convierte en polilla. La vida seguirá pasando sin que pueda acariciar/alcanzar su orilla.

No pasaba nada, pero todo pasaba. Y así, bajo las hojas de un laurel olvidado alguien se creyó rey por un momento. Al César lo que es del César. A mi dame la suave brisa que emana de la risa curiosa de una mujer desconocida más allá de las dos de la mañana. Sí, a mí dame la risa. Dame la noche con todos sus borrachos y sus locos. Dame el día con todos sus indios y vaqueros, con todos sus Peter Pan perdidos, con todas sus Alicias despistadas. Dame el mundo con todas sus mentiras, dámelo también con todas sus verdades. Pero dámelo, pónmelo en la mano y luego sopla. 

La vida sigue pasando y yo me caigo en sus palabras, como si intentara encontrar algún tipo de sentido en las líneas que traza de esa forma tan trivial. La gravedad y su mirada quieren acabar conmigo, pero antes de tocar el suelo ya me empiezo a levantar. La vida pasa y no espera. Como un ciclista sudando su alma en la subida, no me pienso descolgar.



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