Saturday, May 6, 2017

los chimpancés estaban preciosos vistos desde aquella perspectiva. el suelo estaba lleno de latas de cerveza vacías y el aire olía a restos de comida y hastío. el reloj de la pared no daba bien la hora, pero a nadie de los que estaban allí parecía importarles. se miraban fijamente, como quien mira con detalle una carta del banco o las arrugas de la cara de un sin techo derrotado que pide en silencio en el metro. se odiaban, pero lo disimulaban bien entre caladas de humo verde y botellas de vino blanco que no habían costado más de tres euros. se habían olvidado de reír y se morían, sin poder aferrarse ni siquiera a la piedad de un corazón desconocido. el tedio, la decadencia del humor y la palabra, la vacuidad, el absurdo, la nada. estaban devorados por sus propios ideales, porque un día decidieron sentarse a ver pasar la vida y la vida les pasó por encima.

no dije nada cuando entré en la habitación. observé callada el óxido pegado a aquellos párpados cansados, escuché en silencio la cadencia de los suspiros que imploraban cualquier otro tipo de acción. pero nadie se inmutaba. me pareció sentir que una corriente de tristeza lo inundaba todo, que se les había pegado la nostalgia a los costados, que habían tejido telarañas de pesadumbre sobre sus propias escamas. nadie me miraba. tampoco se miraban. un vacio inalterable llenaba cada rincón, y lo único real era el humo que entraba y salía de sus pulmones, el dolor que entraba y salía de sus corazones. eso no podían inventarlo.

entonces di la luz. alguien murmuró alguna frase sin sentido, alguien cerró los ojos, alguien miró hacia arriba y respiró. la chica que estaba pegada a la ventana, con ojos color canela y ojeras cubiertas de escarcha, levantó la cabeza y me miró. no tenía expresión en la cara, pero intuí aburrimiento y rabia en su repentina brusquedad.

-  ¿quién eres?
- eso da igual.
- ¿por qué has dado la luz? no nos gusta la luz. apágala.
- no puedo apagarla, la necesito para hacer lo que he venido a hacer,
- ¿y qué coño has venido a hacer?

en ese momento pareció que algo cobró vida en su interior. no sé decir exactamente qué, pero al menos había una fuerza, un impulso, algo que movía aquella estatua de papel. me miró fijamente, con irritación y firmeza. parecía que estuviera decidida a levantarse para sacarme de allí a patadas. le devolví la mirada sin parpadear y hablé como si todo el peso del mundo se  concentrara en esa frase.

- he venido a mataros. es la única forma de que empecéis a vivir.

todo el mundo se calló. dejaron en el suelo las botellas de vino, los vasos, los cigarros. me miraron con la misma expresión de incredulidad de quien cree estar viendo un fantasma. pero por primera vez, también vi un destello de curiosidad en esos ojos inertes, un hálito de ganas de seguir preguntando, de seguir escuchando.

- ¿y cómo piensas hacerlo? - el que preguntó era un chico flaco y larguirucho que había estado tumbado en la parte derecha del sofá. tenía cara de no haber dormido en cuatro días y una barba mal recortada que le daba aspecto de dejadez y miseria. se había incorporado y era como si hubiera empezado a despertar de un letargo preprogramado. le miré tranquila y sin miedo, con la seguridad que me daba el saberme la respuesta. me quedé en silencio un largo rato. quería ver si empezaban a reaccionar, si me miraban, si algo en alguna parte de su ser empezaba a latirles. esperé a que la pausa creara el efecto que quería conseguir. la gente tendía a llenarlo todo de palabras, a no coger aire, a bombardear. era como si no tuvieran ni idea de que el silencio siempre mataba más.

(CONTINUARÁ...)




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