Me río.

Hablan de democracia. Me río. Hablan de derechos humanos. Me río. Hablan de justicia. Me río. En un mundo en el que un político cobra no sé cuantas veces más que el currante que saca al país adelante no te fíes de los que hablan. No dicen la verdad. Ni siquiera se esfuerzan en intentar decirla. Les da igual. Los que sufren son los que no tienen dinero para alimentar a sus hijos. Los que sufren son los civiles que mueren y son heridos en esas guerras tan jodidamente absurdas. Los que sufren no tienen voz ni voto, pero ellos hacen que el mundo sea lo que es. Y los que tienen poder para arreglarlo un poco los únicos que lo destruyen. ¿Dime, de que sirve hablar si yo por ser vasca ya estoy fichada?¿Si ni siquiera puedo decir que amo a mi país y quiero verlo libre?¿Si nos llaman terroristas a los que defendemos una idea política legítima, mientras hay violadores de niñas sueltos por la calle? No sirve de nada lo que intentan vendernos. Y no hay sueño que podamos comprar. Estamos condenados a esta vorágine absurda, de información manipulada, corrupción y mentiras que nos ofrecen los que se supone tienen la capacidad de liderar y de salvar a su pueblo. Mierda. A veces me gustaría vivir en la selva amazónica, al menos mi ética y mi moral no se verían tan jodidamente insultadas, ni mis derechos tan gratuitamente negados.