Wednesday, March 20, 2013

Fragmentos.

- ¿Y ahora qué?
- ¿Qué de qué?
- ¿Qué coño vamos a hacer ahora?
Se notaba el pánico en su voz. Estaba nerviosa.
- Tranquilízate ¿vale? Estoy pensando.
- O si claro, siéntate un rato. ¿Quieres un café? Si quieres te compro el periódico y te pones a leer un rato. ¡Eres tonto o que te pasa! La poli nos pisa los talones. No tenemos tiempo.
- Joder, eres peor que mi madre. Pásame un pitillo, necesito pensar.
- Toma anda. - Le pasó el paquete de tabaco y una caja de cerillas. Miró a su alrededor - A todo esto, ¿dónde ostias estamos? Esto está desierto. No tenemos muchas opciones. El depósito está a la mitad y si salimos de esta jodida ratonera nos van a localizar enseguida. No hay poblaciones en al menos 50 kilómetros a la redonda. Seremos un blanco fácil en ese desierto de mierda. Estamos vendidos.
- ¡Que te calmes joder! Han pasado de largo, les hemos despistado. Todavía tenemos opciones. Vamos a ver, tendremos que dejar el coche aquí, y seguir a pie. Quizá encontremos alguna granja en el camino. Podremos entrar y cambiarnos de ropa, e intentar hacernos pasar por granjeros. ¿Te quedan balas? 
- Sí, si me quedan balas. Pero no vamos a poder con todo un escuadrón de policía con un revolver y una puta Glock.
- ¿Que te crees que soy idiota? No pienso liarme a tiros con la pasma. Lo decía para emplearla en caso de tener que "persuadir" a algún pringado, ya me entiendes.
- Ok. ¿Entonces cual es el plan?
- Cogemos la pasta, dejamos el coche. Vamos a tirar para el oeste. El paisaje es más rocoso, y en caso de tener que escondernos creo que será más fácil. Coge mi munición, está en el salpicadero. La pasta la llevaré yo en la mochila. ¿Cómo tienes la herida?
- Nada grave, ha sido un rasguño.
- Bien, bien. Entonces prepárate.
Le miró asustada.
- No va a salirnos bien. Nunca nos sale nada bien.
- Si llegamos a la frontera no podrán hacernos nada. Confía en mí, lo conseguiremos. 
Dejaron el coche en aquel polígono de mala muerte, y se pusieron a andar. Hacía calor. No iba a ser fácil. No se veían casas, ni coches, ni gente. Aquello era un maldito desierto. Iban a morir, o a terminar entre rejas.¿Cómo coño había llegado a esto? Se había convertido en una vulgar delincuente. Y él no era más que un maldito gilipollas que la iba a condenar. Ya la había condenado.
- Todo esto es culpa tuya.
- Cállate y anda. No agotes tus fuerzas.
- Te odio.
- Ya lo sé. Pero ahora sólo me tienes a mí. No puedes huir, no puedes volver a casa, ellos no te lo perdonarían. Te has convertido en algo que aborrecen. Soy tú única opción. Me necesitas.
Tenía razón. Había perdido la opción de volver. Ya nunca podría recuperar su vida anterior. Había roto con todo. Debería olvidarse de lo que había sido. Tenía que empezar de cero. Eso si conseguían llegar a la frontera, cosa que no parecía muy probable. Mucho menos con aquel inútil a su lado. Era un inepto. Pero le necesitaba. Era lo único que le quedaba. Vaya mierda.
- Joder, y te odio más aun cuando tienes razón. Eres un idiota.
- Pues vete acostumbrándote muñeca, vas a hartarte de mi cara.
- No me llames muñeca. No me hables. Ni siquiera me mires.
La miro, y sonrío. Eran dos pringados perdidos en medio de un desierto que parecía interminable. Y además la tía era pesada que te cagas. Al menos estaba buena.
- Que no me mires te he dicho. Y acelera el paso, que a este ritmo nunca llegaremos a ningún lado.
- Tampoco parece que haya ningún sitio donde llegar. Nos lo tomaremos con calma. ¿Otro cigarro?
- Vale.
Se sentaron en una roca. El humo les hacía revivir. A lo lejos, el sol, enorme y redondo, alumbraba con fuerza. El silencio era abrumador. Ni siquiera se oía una brizna de viento. Nada.
- ¿Es increíble no te parece?
- ¿El qué?
- Estar aquí. En medio de la nada. La tierra, el sol, el aire. Respirar. Saber que seguimos vivos. Estos colores. Este olor. Este momento.
Ella le miró asombrada.
- Sí. La verdad es que es bastante increíble que sigamos vivos.
- Respira y cierra los ojos. 
Respiró hondo y cerró los ojos. El aroma era sublime. Olía a tierra, a polvo, a roca. No pudo evitar sonreír. Estaba viva. Viva en medio de aquel lugar inhóspito. Era increíble, sí. Bastante brutal. Y de repente, sintió un cosquilleo en el cuello, y justo cuando abrió los ojos, los labios de él se posaban en la esquina de los suyos.
-¿Qué coño haces? No te atrevas a tocarme maldito cerdo. Ni siquiera lo pienses.
- Lo que tú digas, morena. - Le dio una honda calada al cigarro. "Ya caerás", pensó.
Se levantó, y siguió andando.
Ella se quedó sentada en la roca unos segundos más mientras le daba la última calada al pitillo. Le miró entre enfadada y sorprendida. Por lo menos tenía buen culo.

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