Thursday, March 21, 2013

Fragmentos.

- Me dijiste que no te irías. 
- Lo sé.
- Lo prometiste.
- Lo sé.
-¿Entonces?
- Tengo que irme. Tienes que entenderlo.
- No, no lo entiendo.
- Por favor, no me odies.
- No te odio. No, ni siquiera un poco. Pero me gustaría odiarte. Joder, te odio por irte, por hacerme esto, por no cumplir tu promesa.
- Sabes que tengo que hacerlo.
- ¿Por qué? ¿Por qué tienes que hacerlo?
- Porque me necesita. Soy lo único que tiene. 
- ¿Y yo? ¿Y yo qué?
- Tú estarás bien. Te aseguro que estarás bien. De lo contrario no me iría.
- ¿Y si no vuelves? ¿Y si te quedas allí para siempre?
- Eso no va a pasar.
- No voy a ir a buscarte.
- Ya lo sé.
Se miraron a los ojos.
- Creo que los dos sabemos que este es el final. 
- No tendría porque serlo.
- Pero lo es.
- ¿Enserio quieres que lo sea?
- Sabes que no voy a esperarte. Sabes que no puedo. Sabes que yo no soy de esas que se quedan esperando a su hombre. Necesito seguir viviendo. No pienso dejar que mi mundo se pare por el simple hecho de que ella te necesite.
- ¿Pero por qué no puedes entenderlo?
- Claro que puedo entenderlo. Entiendo que ella esté mal. Entiendo que seas lo único que tiene. Entiendo muchas cosas. Más de las que crees. Pero no entiendo como puede ser que ella haga que lo nuestro se detenga. Yo nunca dejaría que lo nuestro se detuviera por nadie. Y no pienso quedarme en standby. Me conoces lo suficiente como para saber que yo nunca me quedo en standby. 
- Sí, te conozco lo suficiente. Pero no esperaba que tuvieras tan claro que no ibas a esperarme.
- Ni yo que tuvieras tan claro que ibas a irte. Supongo que tu palabra no vale mucho, ¿no?
- No es eso, joder. Es que no puedo hacerle eso, no puedo dejarla en la estacada. No me lo perdonaría.
- Espero que tampoco tengas que perdonarte esto.
- Me lo estás poniendo difícil.
- No. Es muy fácil. Tú te vas, esto se acaba. Espero que no te arrepientas.
- Quizá seas tú quien se arrepienta. Yo pienso volver. Te buscaré.
- No vas a encontrarme.
Se volvieron a mirar a los ojos. Él agachó la cabeza. Ella no.
- No voy a estar aquí. No estaré. Si te vas, me pierdes. Para siempre.
- ¿Entonces este es el final?  ¿Así de fácil?
- No he dicho que sea fácil. Pero yo no lo estoy haciendo, lo estás haciendo tú. Y en el fondo lo sabes. Sólo que no vas a admitirlo. Tu deber puede más que esto. Puede más que todo. O quizá todavía la quieras lo suficiente como para no arrepentirte de dejarme atrás.
- No digas eso. Sabes que no es verdad.
- No, no lo sé. Ya no sé nada.
La miró a los ojos. Su mirada delataba la angustia y el dolor que sentía en ese momento.
- Vete.
-¿Qué?
- Si este es el final, date la vuelta y vete. Yo no voy a hacerlo. No pienso terminarlo.
- Bien.
- Cuídate mucho. Volveré.
- No, no lo harás. Y aunque lo hagas, será tarde.
Le miró a los ojos muy fijamente.
- Espero que ella valore lo que estás haciendo. Pero no es ella la culpable. Cuídala.
- Lo haré.
No podía hablar. Tenía un nudo en la garganta. ¿Qué coño podía decir en un  momento así? Él se iba a más de 6.000 kilómetros de distancia. Ella se quedaba. Era el puto final. Pero no lo sentía. Le seguía queriendo cómo el puto primer día en que la desquició en aquel bar. Cómo la primera noche que se hicieron el amor. Cómo la primera vez que desayunaron juntos en la cama. Cómo todas las veces en las que su sonrisa la hacía estremecerse. Y se iba. Se iba.
- Te odio.
Él la miró. Sabía lo que le estaba diciendo. Sabía lo que ese "te odio" escondía. No pudo evitar sonreír. Era tan rara. Y la quería.
- Te quiero. Y no creo que pueda dejar de quererte nunca.
- Inténtalo. Te irá mejor.
- Sí, probablemente sí. Pero no sé si quiero que me vaya mejor.
Ella sonrío.
- Siempre lo consigues.
- ¿El qué?
- Hacerme sonreír. Te voy a echar de menos.
- Es una mierda.
- Sí, si que lo es.
Le miró. Sonrío. Y dio media vuelta. Mientras se alejaba, lenta pero firmemente, giró la cabeza:
- Espero que no te conviertan en un snob de mierda.

Él no contestó. El nudo en la garganta se lo impedía. Pero esa última sonrisa era como si le acabaran de inyectar veneno justo en el centro del pecho. No iba a correr tras ella. Era mejor así. No la iba a besar. Porque si la besaba no querría parar nunca. Y tenía que irse. Se iba. Se había acabado. Pero no sentía que se hubiera acabado. Empezó a caminar despacio, pensando en todas las veces que ella le volvió loco, en todas las veces que su sonrisa le hizo rendirse, en todas las veces en las que su cuerpo se convirtió en el único universo posible. Y empezó a llorar. Pensó, que si alguna vez en su vida tenía que llorar, ella era el mejor motivo, y aquel el mejor momento. Pensó, que si en efecto volvía, no iba a parar hasta dar con ella.  Respiró. Al fin y al cabo, un año tampoco era tanto tiempo.

Y ella, mientras se alejaba en la dirección opuesta, pensó que si volvía y la encontraba, no podría irse muy lejos. La única distancia que valía con él se medía en centímetros. Respiró. Al fin y al cabo, los standby tampoco eran tan terribles.





No comments:

Post a Comment