Friday, March 22, 2013

Mil pedazos al viento nos separaron.

No tuve fuerza. Me falló en el último momento. Escribí la carta llorando. No sé ni cómo te la dí. Recuerdo que ya había amanecido. Y tus ojos eran más bonitos que el día anterior. Si eso era posible. Toda mi fuerza se quedó en esa carta. Ese pedazo de corazón que me robaste aquella noche se quedó en esa carta. No sé dónde estará ahora. Quizá la rompiste. O quizá se quedó olvidada en algún cajón, cogiendo polvo y amarilleando. Fiel testigo de lo que sentí. De lo que fue y no pudo ser más. Mirándote a los ojos no fui capaz. Eran demasiado verdes. Y ese día me fui sabiendo que dejaba allí un trocito de mi alma. Dos semanas. Sabía que sólo serían esas dos semanas. Que luego no quedaría nada. Pero si hubiera podido, si mis palabras hubieran podido escapar del fuerte nudo que las ataba a mi garganta, te hubiera dicho que..

Que en esas dos semanas toqué el cielo un millón de veces. Que cada vez que aparecías por cualquier esquina mi corazón saltaba de golpe, y una arritmia salvaje se apoderaba de él. Que temblaba cada vez que pasabas cerca. Y daba igual dónde estuvieras, mi cuerpo, mis ojos, siempre capturaban tu posición. Yo entera era una brújula buscando tu norte. Y no descansaba hasta tenerte dentro de mi campo visual. Que pasé horas sólo mirándote, sólo observándote. Y podría haberme pasado así mil horas más. Sin cansarme nunca. Sin aburrirme nunca. Que me encantaba oírte hablar. Escuchar lo que contabas. Que eras, todo tú, un universo a explorar. Tan curioso y tan atractivo, era imposible escapar. Que me hiciste resurgir de mis cenizas, y me diste la capacidad de volver a sonreír. Hubiera parado el reloj cada noche. Le hubiera robado más horas al tiempo. Sólo por un día más, por otra hora. Por compartir tu aire un segundo más, por otro instante. Por no dejarte allí, por no alejarme. Y te aseguro que hice lo imposible. Y el ridículo mil veces. Y lo volvería hacer. Pero no sirvió de nada. Eran dos semanas. Y luego no iba a quedar nada. Luego no quedó nada.

No quedó nada en la práctica.
En mi teoría, quedaste tú.
Con tu oyuelo derecho, y esa forma de hablar que tanto me gustaba.

Pero no había nada que hacer.
Porque el viento iba a separarnos.

No comments:

Post a Comment