Thursday, July 13, 2017

bombas atómicas a la orilla de todos nuestros sueños, nos están aniquilando. estamos intentando no dejar de sonreír mientras nos sangran los clavos. no, no somos Jesucristo. tampoco lo seremos. somos un puñado de locos y locas vomitando todo lo que un día no fuimos capaces de gritar. y quien nos oye ahora. a veces callarse es preparar el disparo. sí, callarse es otorgar, bajar las armas. pero no me quiero ir sin hincar el diente a esa carne putrefacta que sabe a traición y a ideales rotos. no me quiero ir sin sangrar: que vean bien que la sangre es roja, como esa bandera, como yo por dentro. que entiendan que jamás jugaré a su juego, que jamás caeré en la trampa, que jamás podré pensar que su manera es la única manera de hacer que esto funcione. porque no lo es. y tampoco va a serlo. esclava como todos, agacho la cabeza cuando veo que nos quitan otro pedacito más de cielo, otra dosis de oxígeno salvaje. están edificando el aire y no estamos protestando. si mi bisabuelo me viera le dolería el corazón. y a mí me duele el alma, me duelen los intentos, me duele esa parte del cerebro en la que construí mis sueños. leí a Welles y me rebelé más por dentro, como quien encuentra a tiempo un motivo racional para unirse a la pelea. callejera y libre, viví salvaje aquellos años en los que aún no sabía que un día me encontraría con personas que tendrían el derecho de hacernos más pequeños, más ajados, menos pájaros. no sabía que nos quitarían las nubes y el viento, el horizonte y los molinos, las plumas, las alas, y hasta las ganas de volar. un Vietnam eterno sin armas pero con miedos. la lucha inacabada y cierta que vuela sobre la ciudad.


el día menos pensado me pintaré de rojo y saldré a por lo que es nuestro.
el día que nos quitaron el plural fue el día en que perdimos.




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