Tuesday, July 25, 2017

Tengo un ramillete de amapolas sangrando en mi espina dorsal. Me estoy llenando de miedos. Todos mis huesos se parten y se rajan, no hay tierra firme en este palacio de fragilidad y fracturas, y si abres las ventanas verás como vuelan las dudas. Como vuelo yo, con el pelo revuelto y el corazón gastado rumbo siempre al horizonte en un vano intento de ser quien era. ¿Quién era? ¿Quién fui? Seis letras en un trozo de papel, un millón de océanos atrapados en unos ojos demasiado marrones. Y la tierra siguió dando una vuelta sobre su eje cada veinticuatro horas. Nadie pudo cambiar la certeza de los días. Dos más dos siguieron siendo cuatro. En un mundo que se desmoronaba las matemáticas permanecían puras e intocables. Vírgenes eternas que nadie conseguiría profanar. Y qué frustrante era saber que la gravedad nunca fallaría. Que si tirabas un lápiz por los aires seguiría cayendo irremediablemente al suelo, como un amante que ha sido alejado de los labios que anhelaba, y al mínimo cambio de viento consigue salir corriendo para volver a abrazarse a esa mirada. Quise rebelarme contra todo, pero todo era absurdamente nada. Y yo no lo entendía. ¿Quién fui? Quien fui cuando te miré a los ojos y sentí que el universo se caía a mi cintura. Cuando la vida era un escalera hacia cualquier lugar y yo subía los peldaños con mis ganas intactas. Cuando salía a mojarme a besos, a saltar de precipicios inventados, a esperar una madrugada que me hiciera seguir creyendo en Campanilla. Quien era, cuando me partí en dos pero no dije nada, cuando me callé todas las quemaduras que me hicieron sus murciélagos, sin valor ni fuerza para pedir una tirita. Quien fui, cuando me escondí en aquella habitación y no salí en todas sus lunas, porque me aterrorizaba saber que a pesar de mi naufragio el mundo seguía latiendo y respirando, y era yo quien me negaba a formar parte de él. Yo quien no quería.

Dejé todos mis átomos atados a su nombre, me inmolé quinientas veces en aquella misma orilla. Nunca vino. Pero yo estaba. Yo estaba y él tuvo el coraje de no decirme nada, de dejarme morir en silencio, de sujetar la espada.

Después de aquel Noviembre,
no quiero nada parecido.

Cuando me acuerdo de su pelo, mi lado bueno todavía sangra.


No comments:

Post a Comment