Tuesday, November 14, 2017

Estás y no estás y es niebla la vida. Entre altares y templos paganos penetro en las sombras de un bosque de espinas que arrancan retales de antiguos amantes. Cristales que reflejan el dolor de las sonrisas que debajo de la piel son sólo vaho. Aire que se va y no vuelve. Vida que nos quitaron. Sigo sin reconocer esta osadía, este puñal de oro que me ha quitado las ganas de sentir, lo que sentía. La espina dorsal ya no me tiembla, y todo este manojo de mañanas sin palabras me parece un insulto lleno de horror e infamia. Construimos silencios que nos enjaulan, que son barrotes de hierro y queman como marca. Construimos silencios y no puedo llorar, y no puedo salir porque no hay puerta, tampoco entrar porque nunca hubo aldabón de plata, timbre de escuela, llamada innata. Y este oleaje que no cesa y que no para, y esta marea de mil lunas y mil taras, se encasqueta el rifle con el que me tenías que matar, sobrevivo en agonía sin mis alas.

Soy, todo barro y todo mugre y todo mierda. Se me vuelan los anclajes que me sujetan a proa y no me encuentro las salidas de emergencia. Encerrada en un ascensor sin espejos, lleno de escarcha y oquedades, hiperventilo mi sudor y mi desgracia. No sé qué nombre ponerle a este final de cuento sin hadas. No sé qué nombre ponerle a mi pena, y la luna está lejos, y el mar no me habla, y yo estoy congelada.


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