Friday, November 10, 2017

Se me ha ido de las manos, la vida. Estoy sentada en un banco de madera esperando a que no llegue ningún autobús, con el corazón tiritando de frío y tristeza. Soy como Forrest pero sin bombones, sin ganas de hablar, sin esas ganas de abrir la puerta a cualquier desconocido que esté dispuesto a escuchar o a hacer como que escucha. Mierda, supongo que no soy como Forrest. Soy como la bestia sola en su castillo, como Robinson antes de Viernes, como el jorobado pero sin gárgolas. No tengo nada, la soledad se me resbala por los átomos, todo sabe a desierto y podredumbre, a calles vacías de domingo, a vertedero abandonado, a manicomio después de las pastillas. Rauda hacia los muros de hormigón y cristaleras voy, sin frenos, ni vendas en los ojos. Que me duelan las costillas, que se me abran los huesos, que pueda sentir el dolor en mi carne. Que pueda al fin sentirme. Abandonada a este pozo de saudades y boleros. Abandonada a este cierzo y esta ola y este hielo. Abandonada. Las calles se visten de invierno y lo veo todo absurdo y feo. Hay como un aroma de desconsuelo. Como un espejismo de ausencias numeradas.

¿Quién sabe cuanto dura un hasta cuándo?






No comments:

Post a Comment