Monday, October 13, 2014

Escribo porque escribo, porque la vida duele, pincha, sangra, porque mis dedos gritan, gimen, aúllan; me dejo llevar como la arena por las olas. Espuma blanca en las comisuras del alma, como si las rocas no fueran suficientes para detener el mar. Es la tormenta perfecta. Un universo resquebrajado debajo de los párpados, el aliento de un "quiero y no puedo". Perdiéndome en cualquier callejón, estudiando los matices, convirtiendo los "no", en "ya veremos", bailando sin darme cuenta de que lo estoy haciendo, chasqueando los dedos, respirando. Mirando al cielo, sonrío al pensar que la luna es igual para todos. ¿La ves? Yo pienso en ti cuando la miro. Y casi no siento frío. Casi no siento frío. Rozo las cúpulas con la yema de los dedos, pinto paisajes extraños en el viento, tejiendo palabras que no me caben en el alma pero que de alguna manera no consigo pronunciar. Necesito salir a gritar por encima de los tejados, qué cruel el mundo que nos tiene encarcelados. Me siento con mi bolígrafo a un lado esperando poder vencer el pánico escénico que me crea esta soledad tan inmensa. No creas que voy a rendirme. La vida fue y es, eso ya lo sabíamos. La relatividad del tiempo me sigue asustando, las horas pasan lentas ahora que no estás aquí. Contigo pasaban muy rápido. Y esa tortura de pensar sí de verdad las aprovechamos. Es lo único que tengo, mi tiempo, sin dinero y sin abrigo sigo caminando. Y ese poema de Neruda sigue retumbando en mi cabeza, como si fuera ayer cuando te tenía delante y te decía que lo nuestro sería interminable. En ese territorio, de tus pies a tu frente, andando, andando, andado, me pasaré la vida. 

En qué territorios andarás ahora. En qué frente posaras tus labios, en qué pies enredarás tus piernas. Dónde pasaré la vida, si ya no es en tu cuerpo. Dónde pasarás tu vida, si ya no es en mi cuerpo. Los poetas tienen razón, cuando se ama de verdad el amor nunca se acaba. Pero si se acaba el tiempo, y el espacio nos separa. Cuando pasas página y no dejas el marcador, no sabes volver a donde estabas. Por eso me aprendí esas líneas de memoria, por si alguna vez la vida nos hacía coincidir. No sé qué me duele más, que me escribas y leerte, o sentir que realmente no tengo ganas de contestar. Se nos fue la ilusión por la ventana, me has roto las ganas, ya no queda nada más. Un año es demasiado dicen. Y es que a veces un segundo es una eternidad.

No olvides que te voy a querer siempre. Aunque no me quieras. Aunque ya no nos sepamos encontrar. Aunque tus ojos azules ya no vuelvan a mirarme, aunque el calor se apague, aunque nunca nos volvamos a llamar.

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