Escrito a 8/10/14
- Hola.
-¿Está ocupado?
- No.
-Puedo sentarme.
- Sí.
- Vale.
Se sentó en la parte superior del banco, en el respaldo, poniendo los pies donde supuestamente tenías que poner el culo, pero ella siempre se sentaba así. Le miró de reojo varias veces sin atreverse a hablar. Luego se puso a mirar a dos perros que jugaban en el césped mientras sus dueños los vigilaban.
- ¿Te gustan los perros?
- ¿Qué?
- Que si te gustan los perros.
- Sí, supongo que sí. ¿Por qué me lo preguntas?
- Oh, no, por nada.
- Ah, bien.
- No, verás, es que me gusta saber si a las personas les gustan los perros. Dice mucho de ellas, ¿comprendes? Por ejemplo, a mí me encantan los perros, pero los gatos me dan miedo. ¿A ti te gustan los gatos?
- Si, tengo uno en casa.
- ¿Tienes uno en casa? Oh, qué pena.
- ¿Qué pena? ¿Por qué que pena?
- Porque ya nunca podré subir a tu casa.
La miró de golpe, como si alguien le hubiera dado una bofetada para girarle la cara. No podía creerse que hubiera pronunciado esas palabras. ¿Subir a su casa? Pero bueno, vaya descarada. Si ni siquiera la conocía. Era una chiflada que se sentaba junto a un extraño en un banco y se ponía a hablar de perros. Qué locura de persona.
- Perdona, ¿cómo?
Le miró a los ojos. Sonreía.
- No, pero no te asustes. Primero pensaba llevarte a cenar y todo eso, ¿sabes? ¿Cuál es tu plato favorito?
- Oye, me estás asustando. Creo que me voy a ir. Ha sido.. ummm.. curioso.
Se levantó del banco y empezó a alejarse despacio. Ella no se levantó del banco. Se quedó allí mirando a los perros, sonriendo y moviendo los pies de un lado a otro. Mientras se iba alejando no pudo evitar mirar hacia atrás. Se quedó mirándola un rato. No cambiaba de postura, seguía mirando a los perros como hipnotizada. No miró hacia él ni una sola vez, no parecía que le hubiese importado que se levantara. De hecho, parecía más bien que era lo que se esperaba y que estaba totalmente de acuerdo con ello. De repente se levantó y echó a correr hacia los perros. Se puso a jugar con ellos. Era un espectáculo verla retozar por el suelo mientras ellos le saltaban por encima y le lamían la cara. Reía y el eco de su carcajada retumbaba por todo el parque. No pudo evitar sonreír. Era una imagen llena de ternura, llena de vida, llena de colores. Se dio la vuelta y siguió andando. ¿Podría estar de verdad muy loco alguien que jugaba así con unos perros? Pensó que muy normal no podía ser que alguien se te acercara a hablarte como ella le había hablado. Pero por alguna extraña razón no sintió miedo.
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