Y ahora esa canción en mi cabeza,
mientras pienso
en como la oscuridad
es la única manera
de que brillen las farolas.
Mi cuerpo aúlla de cansancio
y casi no me quedan fuerzas para
mantener los ojos abiertos,
pero mis dedos me están gritando.
Y joder,
cuando me gritan
no tengo escapatoria.
Hay condenas a las que te entregas voluntariamente.
No tengo miedo,
aunque lo tuve.
Se disipan
las pocas certezas
que corrían descalzas,
las dudas han venido
a ponerlo todo patas arriba.
Y no veas que puto desastre.
Hasta que un fogonazo
me cruce
el pecho,
y el dolor sea insoportable
pienso aguantar
todos los vendavales,
como un puto junco
que se dobla
pero no se rompe.
Que venga tu vendaval
y me lleve por delante.
No me importaría una mierda.
Estoy sintiendo el peso
de esas imágenes
a cámara lenta
y en todas sales sonriendo.
Y qué sonrisa.
No sé cómo
escribir
en el remitente
la dirección del viento.
Tirito de frío
aunque esté a treinta grados.
Piel de gallina,
pelos de punta,
el alma temblando.
Y tu nombre.
Hay tormentas
que pueden acabar contigo.
El invierno nunca me dio miedo.
Ven,
acaba conmigo.
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