Sunday, March 19, 2017

Lo que fuimos y todos los monstruos. Burbujas de nostalgia bailando un tango alrededor de nuestros miedos, palabras borradas de los labios, cruces tatuadas en el pecho. Caímos, como ángeles sin alas a estrellarnos con el barro. Qué difícil es medir la distancia entre un ahora y un en la puta vida. Volvimos, con las zapatillas viejas y las sonrisas gastadas, pero con las manos llenas de margaritas que estaban preparadas para el no. Nunca nos quisieron. Y qué más da. Somos los niños que fueron rechazados, los que se rompieron todos los átomos con tal de darle otra patada al balón, los que lloraron sin taparse la cara porque no les daba vergüenza. Llorar no es de débiles, es de humanos. Y fui siempre tan humana que el océano se quedó a vivir en mis mejillas. Yo lloré, mi vida, el día que te fuiste. Yo lloré, mi vida, cuando volví a verte y ya no eras, ya no éramos. Yo lloré, mi vida, cuando mi corazón explotó sin más una tarde de verano. Yo lloré, mi vida, cuando él también salió corriendo. Yo lloré, mi amor, cuando quise tanto tanto tanto que no me quedo ni una migaja que me ayudara a no venirme abajo. Pero fui fénix, fui ola, fui sangre cayendo a borbotones. Los átomos ardiendo y en llamas, las pupilas llenas de sueños que me quedaban por plantar. El tiempo se paró, el tiempo se paró y en medio de la lluvia me puse a bailar. Los escombros pueden ser un buen lugar para volver a empezar. Respiro.

Tengo las ganas intactas y las manos vacías. Te espero aquí, vida.





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