Thursday, September 5, 2013

Creer y no saber lo que te dicta la conciencia.
Pasar de hoja en hoja,
como si no hubiera punto final.
Qué fácil empezar.
Dime como te llamas.
Si te miro una vez más
me envuelvo en llamas.
Qué peligroso es.
Cuanto nos gusta.
Que fácil se nos hace
cruzar con
los semáforos en rojo.
Y no hagas caso
de las señales de stop,
no están para ti,
no están para nadie.
Salta de golpe
a un mar
que nunca sabes
a que orilla te lleva.
Lo intentas a tientas
cualquier noche
de madrugada,
desesperado
por rozar
tu alma
con cualquier
pedazo de esperanza.
Ni siquiera
esos ojos pueden salvarte.
Ni siquiera su mirada.
Desconocidos
que juegan a jugar que se conocen.
Y los pecados de la noche
esconden
mañanas de legañas
llenas de remordimiento.
Ellos siguen dentro.
Algunos intentan escapar,
alejarse
de esa búsqueda
de amor efímero
que nunca dura
más que un revolcón.
O dos.
Otros,
se dejan llevar,
se pierden entre almas,
entre piernas
que parecen ofrecer el paraíso.

Es difícil soportar
a pleno sol
en el desierto.
Y encontrar un oasis
parece misión imposible.

El mío se quedó perdido en aquel bar,
aquella noche que me vio
pero no vino a saludarme.

Salto de sueño en sueño.
Intento atrapar
una estrella fugaz.
Me quedo esperando
a que llegue el invierno.






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