Monday, September 2, 2013

Nunca duraba demasiado tiempo. Tenías que estar atento porque sino te lo perdías. Emergía de golpe y porrazo, como un destello de luz. Y se apagaba con la misma facilidad con que se apaga una cerilla. Era un jodido misterio. Un jodido misterio al que todos eran adictos. Una vez probado, no había manera de escapar. No había fuerza de voluntad sobre la faz de la tierra que pudiera romper el hechizo que creaba. Y ni siquiera lo intentaban. Sabían de antemano lo inútil que sería.

Aparecía de repente, por cualquier esquina, y su sonrisa podía con el mundo. No había nada que pudiese interponerse en su camino. Absolutamente nada. Sus ojos brillaban con una fuerza sobrenatural. Parecían estrellas caídas del cielo. Si la mirabas fijamente corrías el riesgo de desmayarte en el momento. Esos ojos, esos malditos ojos, prometían algo mejor, un paraíso escondido al que sólo ella podía llevarte. Caminaba medio saltando, y casi parecía flotar. Su pelo se fundía con el viento de una forma salvaje. Y sus caderas se movían como si la gravedad no existiera. Era una mezcla entre mujer, ángel, y fiera. Y cualquier cristiano consagrado se hubiera condenado al fuego eterno por posarse dos segundos frente a sus labios. Algunos hubieran vendido su alma al mismísimo diablo por navegar entre sus piernas. Y otros sencillamente se hubieran vuelto locos con un simple rozar de mejilla. Y todo eso, en un segundo. Todo eso, en un instante. 

Soplabas, y la cerilla se apagaba. No pasaba mucho tiempo, nunca el suficiente. El brillo en su mirada desaparecía. Y esos ojos ya no prometían nada. Su caminar se volvía lento y pesaroso. Parecía torpe, desastrosa. El viento ya no era su cómplice, y su pelo caía como un cae un sauce, triste, sin fuerza. Era una mezcla de desesperación y desolación, manchada con carmín barato. Un intento de de no sé qué, un grito mudo pidiendo ayuda. Se había ido. ¿Dónde estaba? Nadie se hubiera condenado al fuego eterno por ella. Nadie hubiera vendido su alma por perderse entre sus piernas. Ahora, ella era la loca.

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