Tuesday, August 26, 2014

20 segundos
en cuenta atrás,
mis piernas temblando.
El mundo amanece salvaje,
y la sangre seca
me recuerda
lo fácil que es
romperse por la mitad.
Mis costillas
siguen intactas.
En el costado,
siempre en el costado,
la herida que me deja
tu distancia,
esa que mido siempre
con la única medida
en la que sé medirte:
tus ojos no están aquí.
Improviso cualquier huida
porque quedarse
es sinónimo
de demencia:
no sé cómo
apagar el tedio
de mis días vacíos.

Sé que no vendrás,
y que tampoco esperarás.
Que fue un adiós
real,
no un hasta pronto camuflado.
Que fue el final
que ninguno de los dos quiso.
Pero el mundo es muy grande,
y la vida muy corta,
y si queremos nadar en otros océanos
tenemos que salir de la pecera de cristal.
Romperla,
rompiéndonos.
Porque eso es lo que hicimos,
rompernos.
Como si no doliera,
como si no quemara,
como si fuera fácil.

Como si no fuera imposible alejarse de tus ojos.
Como si no fuera imposible.

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