Porque nunca dormiré en el hueco de tu cama, ni me levantaré dando saltos, subiendo la persiana, gritándote: levanta que hace sol, vamos a comernos el mundo. Porque tú te lo vas a comer, pero yo tendré que ver desde lejos como te lo vas comiendo. Porque no voy a estar a dos milímetros de tu nuca, cantándote canciones que no te gusten nada, para que me calles con un beso o con lo que te de la gana. Porque no te voy a esperar con un pack de esos de seis cervezas, con tu camiseta y en bragas, con la música a tope, en el suelo de la sala, para que cuando llegues te olvides del mundo y de sus mierdas, y sólo quieras parar el tiempo y quedarte conmigo haciéndolo todo o haciendo nada, porque contigo me valdrían los silencios, porque tu silencio es más que sus palabras. Porque no estaré cuando estés en cualquiera de esos lugares, dando lo mejor de ti, mordiendo la vida a dentelladas, llegando tan alto como quieras, porque tu límite es el cielo, y que les jodan, no habrá quien te pare. Porque no te veré andar por esas calles, porque no iré de tu mano o de tu espalda, porque no me agarrarás de la cintura, porque no seré la que sonría al caminar contigo entre un montón de gente, pensando: que se joda el mundo, él va conmigo. Porque no seré tu lado bueno, porque no seré tu ciudadana. Porque no seré, porque no seré, porque no seré. Porque nunca seré. Porque tú ya lo eres.
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